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Munilla: “el suicidio asistido no es un avance; es el fracaso de una sociedad incapaz de acompañar en el sufrimiento”

Munilla recuerda que los nazis fueron los primeros en legalizar la eutanasia

eldiarionorte.es

El Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha afirmado que “el suicidio asistido, lejos de ser un avance social, es el fracaso de una sociedad incapaz de acompañar en el sufrimiento, es decir, de seguir amando, incluso desde la cruz”. Además, ha admitido que las motivaciones de los defensores de la eutanasia “son diferentes de los propósitos eugenésicos de Hitler”, y ha asegurado que “el fin no justifica los medios”. Munilla ha contestado así, a través de un artículo en la revista digital infoCatólica, a las críticas de las asociaciones pro-eutanasia por su anterior texto en este espacio 'Eutanasia o suicidio asistido', en el que dijo que “el primer estado moderno en legalizar la eutanasia fuese la Alemania nazi”.

'Eutanasia o suicidio asistido'

Munilla vuelve a cargar contra la eutanasia cuando el Congreso de los Diputados va a tramitarla como un derecho e impedir que se considere un delito la ayuda a morir a una persona. La mayoría del Pleno ha mostrado su apoyo a debatir la proposición de ley de regulación de la eutanasia presentada por el Grupo Socialista esta semana.

El obispo comprende que las asociaciones a favor de la eutanasia se sientan molestas por su referencia a la Alemania nazi y admite que las motivaciones esgrimidas en la actualidad por los defensores de esta práctica “son diferentes de los propósitos eugenésicos de Hitler”. Pero ha incidido en que “la moralidad no se mide solamente por la intencionalidad, sino por la objetividad de los actos”. “Con mucha facilidad tendemos a olvidar aquello de que 'el fin no justifica los medios'”, añade.

En esa línea, apunta que “Hitler no fue tan torpe como para presentar aquella primera ley de eutanasia como una medida impositiva, sino que tuvo la suficiente astucia como para camuflar la frontera entre lo voluntario e involuntario”, y recuerda que éste “argumentó en favor de la posibilidad de otorgar una muerte misericordiosa a los pacientes con un diagnóstico crítico que fuesen considerados incurables”.

El prelado donostiarra señala que, “a diferencia de nuestros días”, en los que los especialistas en medios paliativos “se han posicionado claramente en contra”, en aquel momento la clase médica “aceptó en su casi totalidad el programa eutanásico, mientras que las enfermeras se opusieron mayoritariamente al programa”.

“La resistencia popular fue creciendo con el paso del tiempo, y vino, fundamentalmente, de la mano de los familiares y de los círculos religiosos, hasta conseguir que Hitler tuviese que suspender la citada ley en 1941”, insiste, al tiempo que lamenta que “la suspensión de 'Aktion T4' no fue obstáculo para que los nazis continuaran adelante con sus planes de exterminio sin necesidad ya de ley alguna”.

“Condena a muerte”

Para Munilla, es “muy significativo” que las actuales asociaciones pro-eutanasia “defiendan de forma inequívoca la reciente decisión de la administración británica de provocar la muerte al niño Alfie Evans, a pesar de que esta acción se produjese contra la voluntad de sus padres”. “A este niño se le condenó a muerte, con el aval del tribunal de Estrasburgo, pasando por encima de la patria potestad de los padres”, denuncia.

“Entiendo que la mención de este episodio, que conviene recordar que no se trata de un caso aislado, sino que ya habían existido más casos, resulte igualmente incómoda para quienes intentan convencernos de que la eutanasia es libre y voluntaria. También me resultaría incómodo si estuviera en su lugar”, remarca.

El Obispo de San Sebastián también considera significativo que las asociaciones pro-eutanasia “no entren a fundamentar el supuesto derecho a suicidarse que reivindican”, y que se limiten a “afirmar tal libertad, elevándola a la categoría de derecho”, al tiempo que subraya que “nuestra libertad no es absoluta, ya que somos seres sociales”.

De este modo, afirma que son mayoría las personas que, “cuando sienten la tentación del suicidio en momentos de grave crisis, renuncian a ello pensando en el mal que causarían a sus seres queridos”. “No hace falta tener un doctorado en psiquiatría para deducir que la inmensa mayoría de las personas que consuman el suicidio, lo hacen sin verdadera libertad, bajo el influjo de una profunda depresión o enajenación”, destaca.

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