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Nación foral, ¿señuelo electoral del PNV para 2016?

Urkullu, el pasado jueves en el Pleno de Política General.

Aitor Guenaga

Hubo un tiempo en que los Plenos de Política General en Euskadi eran un caja de sorpresas. En la etapa del lehendakari Juan José Ibarretxe, a partir de las elecciones autonómicas de 2001, cada mes de septiembre llegaba el presidente vasco con su particular cosecha terminológica. Nacían conceptos políticos de nuevo cuño: de repente los líderes nacionalistas redescubrían el “Estado asociado” mirando a Puerto Rico, daban a luz al “nuevo estatus político” o acuñaban el “derecho a decidir” como bandera aglutinadora y, sobre todo, movilizadora. En las urnas, también. Y la consulta, como señuelo para que un “sujeto político” como el pueblo vasco ejerciera el “derecho a decidir” su propio futuro.

Con ese reclamo fue a las urnas en octubre de 2012 precisamente el candidato peneuvista y hoy lehendakari, Íñigo Urkullu: consultar a la sociedad vasca en 2015 sobre un “nuevo estatus político”. El papel lo suele aguantar casi todo, pero según avanzan las hojas del calendario lo que un día fue una propuesta movilizadora se convierte en argumento para los adversarios políticos para afear los incumplimientos. Es lo que hace siempre que puede la izquierda abertzale que nunca ha condenado a ETA con esa promesa electoral que el PNV ya no tiene intención alguna de llevar a la práctica en esta legislatura. Los tiempos y las urgencias (o la falta de ellas, ante lo que pueda dar de sí el desafío catalán y las elecciones generales de diciembre) son ahora otras para los peneuvistas.

El lehendakari Urkullu había empleado hasta ahora sus debates de política general para desgranar propuestas, avanzar en el cumplimiento de su programa para la reactivación económica -ese que tiene pactado con el PSE-EE desde septiembre de 2013- y dejar que los partidos sigan su camino para la actualización del autogobierno en una ponencia cuyo objetivo también arrancó con un acuerdo entre peneuvistas y socialistas en marzo de 2014. Un pacto en el que ambos partidos abogaban por estudiar el “estado actual del autogobierno”, un ejercicio que debería servir para sentar “las bases para su actualización como expresión de la voluntad política del pueblo vasco representada en este Parlamento”.

Pero Urkullu ha querido introducir una variable en esa ponencia que ha trabajado al ralentí y en la que hasta ahora solo se han escuchado a expertos y exmandatarios politicos, pero sin llegar al momento de las propuestas, momento que en teoría debería arrancar ahora. Pero el lehendakari se ha vuelto creativo y ha movido ficha. Sin renunciar a su objetivo de que sea la ponencia de autogobierno la que alumbre un acuerdo lo más transversal posible e integrador de las cuatro familias políticas vascas sobre la base de lo ya construido gracias al Estatuto de Gernika, ha colocado el concepto de nuevo cuño “nación foral”. Aunque la oposición, sobre todo UPyD, PP y PSE-EE, le ha hecho ver que con esos mimbres “viejos y del pasado” (Arantza Quiroga) o “disfraz lingüístico” (Idoia Mendia) no parece fácil el acuerdo.

En definitiva, el lehendakari defiende la renovación del pacto con el Estado: sin aventuras independentistas como la catalana, pero hablando de igual a igual con el Gobierno central (“bilateralidad efectiva”). Y cree que la vía para esa revisión del autogobierno se debe abordar desde la base de los derechos históricos, acuñando como nuevo término político la “nación foral”. “Creo en la unión desde la voluntad democrática y la libre adhesión”, apuntó en su intervención en el pleno, al tiempo que sostuvo que “la singularidad de Euskadi se basa en el engarce jurídico, incluso jurídico-constitucional, que ampara y respeta nuestros derechos históricos, libertades originales preservadas mediante el pacto”. Esto es, tirar de los mimbres de la Disposición Adicional Primera de la Constitución y de la Disposición Única del Estatuto de Gernika como solar con profundas raíces para sostener el nuevo estatus que debería nacer de la ponencia de autogobierno. Sin saltos en el vacío, ni procesos constituyentes como defienden desde la coalición soberanista.

Con la tregua de ETA en Lizarra, en 1998, Miguel Herrero de Miñón, uno de los padres de la Constitución, ya teorizó sobre las potencialidades de la Adicional Primera para buscar el encaje de Euskadi, aprobada hace 36 años. Solo hacía falta utilizar esa Disposición constitucional, que “ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales” y “permite un sistema autonómico distinto al establecido en el Título VIII”, decía entonces. 17 años vuelve ese debate revestido de novedad con el concepto de “nación foral”.

¿Y si la cosa no funciona? Habrá que esperar aún porque quedan muchas variables por aclarar: ¿Qué va a pasar en el denominado proceso en Cataluña? ¿Quién ganarás las elecciones generales de diciembre y, más interesante, quién podrá formar gobierno? ¿Hasta dónde llegarán los trabajos de la ponencia de autogobierno? Pero igual que la consulta funcionó como catalizador electoral después del portazo en febrero de 2005 al 'plan Ibarretxe' en el Congreso de los Diputados, el concepto “nación foral” y todo lo que le rodea bien puede servir para pergeñar la propuesta electoral que un PNV ya renovado en sus cuadros dirigentes y con nueva ponencia política -celebrará su Asamblea General en Pamplona el 13 y 14 de febrero- llevará a las autonómicas de 2016. Al tiempo.

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