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Slash N' Roses revienta San Mamés (en Bilbao)

Axel Rose, en un momento del concierto de Bilbao de los Guns N' Roses.

Aitor Guenaga

Dejemos las cosas claras antes de comenzar el viaje por el concierto de los Guns N' Roses en la nueva 'Catedral', el estadio del Athletic de Bilbao, un templo futbolístico y, desde esta noche, sin duda también musical. Para que después no haya problemas. Esto es la crónica (o similar) de la gira 'Not in this lifetime' de Axl y los suyos en la capital vizcaína

¿Usted se ha mirado al espejo? ¿Y qué es lo que ve ?¿Lo mismo que en los años 90? Estamos en 2017 y la banda californiana comanda por Axl Rose -y poseída en realidad por el guitarrista Slash- se ha embarcado en una gira mundial por la que mucha gente no daba ni un dólar de antemano. Claro que el bueno de Rose, con su incomparable pose, mirada y estilo, ha sido capaz de reemplazar el pasado año al mismísimo Brian Johnson, cantante de los AC/DC. Incluso con la pierna escayolada y sentado en lo que parecía desde lejos un añejo y resquebrajado trono del rock. Y claro que el que tuvo, retuvo. Menos voz de la deseada, pero una madurez alejada totalmente de los escándalos de antaño.

Pero nada es lo mismo ante el espejo: esa imagen de cuando en los años 90 del siglo pasado (sí, del siglo pasado) sonó por vez primera en los altavoces de su bar preferido el 'Apettite for destruction'. O cuando la guitarra de Slash hacia magia al calzarse la Gibson para interpretar Welcome to the jungle, Paradise city, Mr. Brownstone o el inolvidable Sweet child O’ mine. También lo ha hecho esta noche en 'La Catedral' del fútbol. Y 40.000 almas han creído en Dios. Al menos por las dos horas y más de 45 minutos que ha durado el concierto de los Guns N' Roses en la capital vizcaína.

Escribía con acierto en este mismo periódico el 'metalero' Dani Álvarez en su 'Metalbitácora' que “sólo con el paso de los años sabremos si el reencuentro entre Axl y Slash obedece a una amistad, unida de nuevo gracias al pegamento de Duff McKagan, o a un interés por llenarse los bolsillos”. Algunas entradas costaban 108 euros. Pero después de la entrega y de la majestuosidad con la que la banda de Los Ángeles (California) ha revisitado su repertorio -con casi una treintena de canciones, incluidas versiones de Wings (Live and let Die), Bob Dylan (Knockin´on Heavens Door), The Who (The Seeker), la banda sonora de The Godfather (El Padrino de Coppola), el Wish You Were Here (sí, el de Pink Floyd) o la mismísima despedida de Layla de Eric Clapton con Axl Rose ... al teclado- poco importa lo que ha llevado a los antaño enemigos a subirse al escenario juntos de nuevo.

¡Aleluya, hermanos¡ El rock no ha muerto. Ni falta que hace. Algunos de sus iconos, sí, como Chris Cornell (Soundgarden), recientemente fallecido, que fue recordado con su Black Hole Sun.

Tengo un amigo que vino conmigo a ver a los Guns N`Roses al Calderón en Madrid en julio de 1993. También tocaron en Barcelona. Es el mismo que dice que Slash está “prácticamente para vestir santos”. No ha venido esta noche a San Mamés. Estaba trabajando en Mercabilbao. Sin duda se hubiera retractado de inmediato. La guitarra de Slash ha reinado durante todo el concierto. Y desde el minuto cero. No me ha dado tiempo a contar la veces que ha cambiado de 'hacha'. ¿Y qué más da? Los dedos se multiplicaban por el mástil de su guitarra como el 'chef' ordena los ingredientes, con mimo y delicadez, para que el manjar llegue emplatado a la perfección para ser consumido sin reproche. Como las descargas de rock esta noche.

Entonces, en el verano de 1993, el combo liderado por Axl Rose y Slash reunieron en la capital española a otras 40.000 personas por las que, entonces, solo corría rock por las venas. Y en aquel concierto, como esta noche en Bilbao, los Guns abrieron el bolo con su tema It´s so easy. La caja de Pandora se abrió en ese momento y no se volvió a cerrar en toda la noche. Antes había sonado más que correcto Mark Lanegan Band, un asiduo de los escenarios de este país. La puerta 19 seguía escupiendo gente al césped del estadio, de manera ordenada. La pesadilla de lo ocurrido en Manchester, en el concierto de Ariana Grande, había quedado definitivamente atrás. Los 280 policías y personal de seguridad privada desplegados por la zona del concierto han asegurado el normal desarrollo del evento sin mayores incidencias. Salvo esa gente que tuvo que entrar tarde porque las maquinitas de marras no leían los códigos de barras de las entradas. En fin.

Y tocaron Don't Cry

Ha sonado todo lo que tenía que sonar. Y, pese a seguir buena parte del repertorio previsible de la gira, los Guns incluso han variado el set-list -ha sonado Don`t Cry, a las 0:05 exactamente, parando el tiempo del reloj de arena del rock- para regocijo de sus fans y seguidores que han teñido de negro la grada y el césped (pista lo llaman en los conciertos) del estadio rojiblanco. Y han dejado en ridículo a todo esos agoreros que pronosticaban la tardanza del grupo a la hora de subirse al escenario. Un minuto antes de lo previsto, a las 21.29, la maquinaria de rock duro (y mucho más), la savia pesada de los Guns N' Roses se puso en movimiento ante un público que no paró de bailar y cantar todos y cada uno de los éxitos de la banda.

La formación del siglo XXI de las Armas y las Rosas son Axl Rose, Slash, Duff McKagan, Dizzy Reed, Richard Fortus, Frank Ferrer y Melissa Reese. Cada uno (y una) de su padre y de su madre. Axl ya no canta como en los años dorados (vuélvase a mirar al espejo, sí), Slash, en cambio, toca como los ángeles. Mejor, si cabe. La sección rítmica del bajo y la batería de la banda californiana transmite una solidez al combo que para sí quisieran artista consagrados del 'show business'. La pólvora, las luces, el sonido -mejorable, sobre todo al principio-, las calaveras en las pantallas -por no hablar del kamasutra entre esqueletos (no es broma), los confetis de última hora y el público -sobre todo el público- hacen el resto en esta gira.

También en la capital vizcaína.

Seguro que si al respetable, aún aquejado de la 'gripe letal de la crisis', le hubiera salido un poco más barato, todo habría estado perfecto. A pedir de boca, que se dice. Pero, la verdad, la gente que ha podido disfrutar del concierto de los Guns N' Roses en Bilbao -y en breve en el Calderón en Madrid- estaba dispuesta a rascarse el bolsillo para ver a un grupo que parece haber madurado y que, sin duda, disfruta en el escenario. Solo había que ver esa mirada que aún retiene Axl Rose, cuando para o cuando corretea por el escenario. O las poses de Slash y del resto de la banda. A las 00:20 la máquina del rock ha entrado en modo descanso en Bilbao. La pirotecnia y el éxtasis visual dio paso a las luces blancas del estadio de San Mamés. La liturgia comunitaria del rock, un día entre semana, tocaba a su fin.

Nada es igual que en los años 90. Pero recuerde también que nunca va a estar mejor que ahora. Es lo que les pasa a los Guns N' Roses, solo que con más guita en el bolsillo que usted o que yo.

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