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El Obispado calla ante la críticas de la familia que denunció un caso de abusos sexuales en un colegio del Opus

Aitor Guenaga

Silencio sepulcral en el Obispado de la capital vizcaína. El Obispado de Bilbao prefiere guardar silencio ante las acusaciones lanzadas por la familia del niño que denunció abusos sexuales en el colegio Gaztelueta, del Opus Dei, y cuyo caso fue investigado a petición del Papa Francisco y cerrado el pasado 12 de octubre. En concreto, la familia ha denunciado el comportamiento “esquivo” y “presuntamente sospechoso de parcialidad” de Mario Iceta, el prelado de la Diócesis bilbaína

“No queremos decir nada de este asunto”. Con esta respuesta lacónica ha despachado una persona muy próxima al obispo de Bilbao, Mario Iceta, la pregunta de este periódico sobre cómo se habían recibido las acusaciones de la familia y la puesta en cuestión de la actuación del Obispado en este caso de supuesta pederastia.

En concreto, en un comunicado difundido este lunes, la familia del entonces menor ha censurado el comportamiento “esquivo, apastoral y presuntamente sospechoso de parcialidad del obispo de la Diócesis de Bilbao, don Mario Iceta”. Los padres del joven denuncian que “en todo este tiempo nunca colaboró con la familia, siempre se mantuvo al margen, conociendo esta tragedia en la piel de uno de sus feligreses y sus padres. Nunca les telefoneó para simplemente hacerles llegar respeto, solidaridad, afecto, cercanía, caridad y misericordia”. Y sigue la crítica: “Es más cuando el padre de familia hizo publica la ausencia del Obispo en el curso de esta historia, Iceta a través de una persona de la Diócesis pretendió que el padre le pidiera disculpas mediante una carta”.

La familia del menor puso su denuncia en conocimiento del Papa y éste ordenó que se instruyera juicio canónico contra el profesor que había sido señalado por el menor como responsable de los supuestos abusos y contra el colegio Gaztelueta.

El caso, que ha sido archivado por el Vaticano, está siendo además investigado por la vía penal en un juzgado de Getxo. La familia, en un duro comunicado, reclama al Papa Francisco que reabra la investigación. El padre sigue confiando en el Papa Bergoglio. “Hay pruebas más que suficientes, si se estudian, cosa que aún no han hecho”, para resolver la condena por vía canónica de ese profesor, asegura. Pero lo cierto es que el pasado 12 de octubre el Vaticano cerró el caso por “falta de elementos”, según consta en el documento que la Santa Sede envió a la Prelatura del Opus Dei en Roma.

El padre del chico ha puesto en cuestión esa investigación del caso ya que sólo se tomó declaración al colegio y no pudo intervenir la abogada de la familia, ni se le permitió aportar “pruebas, testificales y testimonios facultativos periciales”. Según su relato, “no les consta que haya existido ni investigación ni algo que se le parezca siquiera de lejos” y se refieren al contacto que tuvieron los enviados de la Conferencia Episcopal, Silverio Nieto Núñez, director de los Servicios Jurídicos Civiles de la Conferencia, y el juez eclesiástico del Obispado de Terrassa, Rafael Felipe Freije con el denunciante y sus padres el pasado 19 de junio, como una trampa y un “clamoroso engaño”.

“Interrogatorio puro y duro”

La familia considera que salvo esa reunión -que califica de “tramposa toma de contacto-, ”no ha existido ningún otro tipo de mediación contacto con la familia“. La abogada de la familia no estuvo en el encuentro porque, según les explicó el propio juez eclesiástico Freije, ”no es preciso, es solo un encuentro distendido, irrelevante desde un punto de vista jurídico o canónico“, según la versión de la familia.

Y relata de esta forma la reunión: “Durante dos horas y media, el señor Silverio Nieto, entre chanza y broma, y haciendo gala de un anecdotario personal sospechosamente extenso, que incluía detalles de su vida familiar y profesional, terminó haciendo unas preguntas sin importancia al padre y al joven, en presencia de la madre. Lejos de interesarse por el estado de salud del joven, y de mostrar un afecto en una línea puramente pastoral, eran preguntas que removían el caso y que se convirtieron ante un atisbo de extrañeza por parte de los padres en un interrogatorio puro y duro. De hecho, el joven tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para relatar de nuevo lo ocurrido”.

Y continúa con el relato: “Preguntas urdidas, y ahora lo ha sabido la familia, desde la sombra de la trampa, el engaño, y una falta evidente de profesionalidad, de humanidad y por supuesto de imparcialidad y transparencia. Lo que fue anunciado como una muestra de afecto y cercanía del Papa Francisco fue a todas luces una auténtica falsedad, que en caso alguno cumplió los preceptos de una toma de declaración, y que desde luego incumplía el deseo que el Papa incluía de su puño y letra en la carta enviada a los padres, siempre sin molestar al chico. Mediando engaño y con la ausencia forzosa de la letrada de la familia, esa declaración estaba viciada de raíz y la familia manifiesta que no la reconoce ni acepta como tal, y no por lo que en ella se manifestó, sino más bien por el respeto irrenunciable a unas garantías jurídicas que en cualquier Estado de Derecho deben cumplirse y que en el caso que nos ocupa han sido ampliamente vulneradas”, según la versión de la familia.

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