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Oposición responsable y constructiva

Javier Nogales

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El PSE, tras las elecciones de noviembre de 2012, propuso al PNV un acuerdo sobre fiscalidad, impulso económico, servicios públicos y revisión del entramado institucional. Desde entonces se han producido plenos monográficos en esta legislatura en los que el partido del gobierno ha rechazado las propuestas socialistas. Mientras tanto, se llegaba a acuerdos puntuales fiscales y presupuestarios entre PSE y EH-Bildu en Gipuzkoa, el PP en Álava y Vitoria pactaba con el PNV a cambio de su apoyo en el parlamento, pero el gobierno de Urkullu no conseguía sacar con sus votos sus presupuestos 2013 y debía prorrogarlos para 2014.

El PNV decidió gobernar en minoría buscando apoyos puntuales y hasta que no se dio el batacazo presupuestario no ha hecho el análisis que la situación requería. Han sido 8 meses de inacción total; tenemos un gobierno que no gobierna y con grandes dificultades de gestión. El PNV no podía seguir así; el apoyo mutuo PP- PNV, le vale al PP para su estabilidad en Álava y Vitoria, pero no le vale al PNV en Euskadi porque no le asegura ni la estabilidad necesaria, ni los presupuestos y sólo le supone un lastre ante sus bases.

En líneas generales, visto el preacuerdo suscrito, se puede decir que el objetivo por parte de los socialistas se ha cumplido. Se ha cumplido y con creces. Ya sabemos lo que obtiene el PNV: estabilidad para su gobierno. Se equivocan quienes piensen que el PSE sólo obtiene visibilidad; su capacidad de influencia ha hecho que el PNV tenga que hacer suyas las razonables propuestas socialistas que antes se habían negado a aceptar. Dicho en términos muy actuales, ha conseguido valor añadido para sus 16 votos y convertirse, a pesar de ser la tercera fuerza parlamentaria, en determinante para la gobernabilidad del país.

La mejora de las condiciones de gobernabilidad en esta situación de crisis por la vía de pactar la fórmula de conseguir mayores ingresos y de comprometer la fórmula de gastarlos tendrá su capítulo próximo en la negociación de los presupuestos 2014 que están a la vuelta de la esquina. Nadie en el ámbito socialista puede negar que la posibilidad de acordar los presupuestos los próximos años es hoy infinitamente más segura para Urkullu que en mayo. Es más con el texto del acuerdo en la mano el compromiso presupuestario para los próximos años está implícito precisamente por la aceptación que en materia de fiscalidad tanto en el fondo como en la forma han tenido que hacer los nacionalistas. Es, sin lugar a dudas, una manera de gobernar desde la oposición, cosa que pretendió el PNV con Patxi López de lehendakari; el partido socialista vasco ha conseguido un valor añadido para sus votos y demostrar que se puede hacer una oposición responsable y constructiva bien diferente a la practicada por el PNV cuando gobernaban los socialistas.

Urkullu, al valorar el pacto que firmará el próximo lunes 16 junto a López y Ortuzar, habla de extender la estabilidad económica, política y presupuestaria “a partir de 2014” a todas las instituciones vascas. El tiempo nos dirá en qué se traduce esta afirmación. No debe ser descartable con la configuración de mayorías que se da en nuestro entramado institucional que el “nuevo tiempo” de estabilidad para el gobierno de Urkullu pueda dar lugar a otro ambiente de colaboración entre las dos tradiciones históricas de nuestro país que tenga sus consecuencias en otras instituciones.

Con la firma quedan en el desaire más absoluto los portavoces nacionalistas que rechazaron las propuestas de acuerdo de fiscalidad de Patxi López diciendo que era una forma “ de convertir a los vascos en truchas españolas de piscifactoría” o ese desabrido bizkaitarra que afirmaba en plan feriante de ganado que “la vaca ya no daba más leche” .

Resulta evidente que hay cuestiones en el preacuerdo que no tienen tanto grado de compromiso como la fiscalidad y la reactivación económica y el empleo, pero hay compromisos legislativos importantes como el respeto a las políticas educativas socialistas y la ley municipal, la de función pública…etc; otras cuestiones, como el autogobierno y la convivencia, ni siquiera están. Estas dos últimas son cuestiones vitales para Euskadi pero también para España y requerirán de nuevos esfuerzos de acuerdos para repensar de manera leal el Estado y buscar las complicidades necesarias para avanzar en la reconciliación sobre un suelo ético compartido basado en la memoria, la reparación y la dignidad de las víctimas.

Ha quedado claro que el PSE ha conseguido lo que viene manifestando desde que estuvo en el gobierno el Lehendakari López y propuso un nuevo contrato social para decidir qué servicios queremos y cómo pagarlos: en definitiva, su propuesta de revisar la fiscalidad para tener un tratamiento más justo y poder mantener los servicios de los que tan orgullosos nos sentimos (educación, salud, dependencia y cobertura social para los más débiles). La fiscalidad de los tres territorios se armonizará en el Parlamento y se perseguirá el fraude fiscal y la elusión fiscal: ahora serán objetivos compartidos incluso por la Diputación de Bizkaia cuyo ordenador se interconectará con los de los territorios hermanos, no sólo para perseguir el fraude en las recetas o en las AES o en las RGIs sino en la declaración fiscal de ciudadanos y sociedades. Toda una lección de cómo se puede gobernar desde la oposición.

La armonización fiscal en Euskadi ya tiene un inmediato capítulo programado: será en un próximo pleno monográfico sobre fiscalidad cuya solicitud ya han registrado los grupos parlamentarios firmantes del preacuerdo en la cámara vasca.

Este acuerdo, además de poner en valor el ejercicio de la política, cosa relevante en los momentos en que vivimos, nos acercará más a un deseo de la ciudadanía:“ tres territorios, un país”. Euskadi, un país de ciudadanos libres e iguales en derechos y servicios pero también en obligaciones fiscales. ¡ Hala Bedi !

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