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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

¿Quién quiere aguarle la boda a Javier Maroto?

Maroto, el alcalde que enarbola la bandera de Vitoria por encima del PP.

Aitor Guenaga

Los políticos homosexuales, al menos muchos de ellos, hace tiempo que han salido del armario en este país. Unas veces con discreción y otras con más o menos alharacas. En una búsqueda legítima de la visibilidad para un colectivo que durante muchos años ha tenido que vivir condenado al oscurantismo y al reproche social a partes iguales. El estilo lo marca la personalidad de cada uno. Y cada cual define cómo quiere desarrollar su vida en pareja y los hitos que muchas veces una relación comporta.

En la villa de Bilbao aun se recuerda la boda del parlamentario peneuvista Íñigo Iturrate, oficiada por el alcalde Ibón Areso, con el apoyo y arrope del lehendakari Íñigo Urkullu y de los pesos pesados del partido en aquellas imágenes que ya han quedado para la historia en las escalinatas del Ayuntamiento de Bilbao: caras sonrientes y dos hombres de la mano en el centro. Detrás Andoni Ortuzar y el lehendakari y su esposa y muchos peneuvistas y amigos celebrando la unión entre Iturrate y su pareja Guillermo Pardavila.

Fue el estadista británico Winston Churchill, habano en mano, el que dijo aquello de que “la política hace extraños compañeros de cama” y Groucho Marx el que aclaró la frase señalando que en realidad no era la politica sino el “matrimonio el que hace extraños compañeros de cama”. Y en eso lleva también la política muchas décadas. Pactos, contubernios y matrimonios de conveniencia en Euskadi -y en todas partes- los ha habido de todos los colores. Y el PNV, el partido de la centralidad durante muchos años, ha dado muestras de saber pactar con todos y con ninguno según le ha convenido en cada etapa. Aquella andanada del entonces presidente del PNV Xabier Arzalluz, tras pactar la primera investidura de José María Aznar en 1996, de que el PP había hecho más por el autogobierno vasco en unas pocas semanas que el PSOE en décadas, quedó grabada a sangre y fuego. Aunque luego su sucesor en el cargo, Josu Jon Imaz, admitiera en la segunda legislatura de Aznar, que “la mayoría absoluta del PP ha sido nefasta y espero que desaparezca”. Como así ocurrió.

Y en Vitoria están pasando cosas desde la noche del 24-M. El alcalde en funciones, Javier Maroto, que ha ganado las elecciones con una contundencia incontestable -3.000 papeletas más que en 2011 y a unos cientos de sumar otro edil a los nueve que acaba de volver a lograr- ha anunciado que se va a casar con su pareja desde hace casi dos décadas, Josema Rodríguez. Y no son precisamente los preparativos del enlace, previsto en principio para después del verano, lo que está preocupando al PP alavés o al propio Maroto. Las primeras luces rojas tras abrirse las urnas el domingo 24-M las lanzó la candidata de EH Bildu en la capital alavesa, Miren Larrion, con su disposición a ahormar una mayoría alternativa a los nueves ediles populares para lograr desalojar al regidor de la Alcaldía vitoriana.

El peneuvista Gorka Urtaran, quien primero se escondió tras el batacazo electoral en Vitoria, prácticamente el único lunar del PNV en estas elecciones, es ahora el centro de una operación política que puede plantearle problemas a Maroto. Aunque ni la líder del PSE-EE, Idoia Mendia, como reconoce en una entrevista en este periódico, ni el propio Andoni Ortuzar, respaldan “frentes antiMaroto” basados única y exclusivamente en el deseo de echarle del consistorio. En el PSE alavés recuerdan que la suma de PNV y PSE arroja los mismos nueve concejales que tiene el político popular. Pero también saben que para descabalgar a Maroto necesitan sumar otros ediles que den la mayoría absoluta. Y en el PP se preguntan: ¿Están dispuestos ambos partidos a alcanzar la Alcaldía con esos miembres y ser rehenes de EH Bildu durante todo el mandato? Incluso se puede preguntar a los soberanistas si están dispuestos a dar gratis eta amore sus votos a los dos partidos que le van a restar poder en Gipuzkoa y probablemente a desalojar de algunos consistorios, como Andoain.

Pero EH Bildu está actuando con coherencia, intentando trasladar a Álava la ola de cambio que se está produciendo en las dos principales instituciones de Navarra. Y lo que no quiere para Vitoria, tampoco lo quiere para Oion, donde ha ofrecido sus votos para que el candidato peneuvista, Eduardo Terroba, sea el próximo regidor, en detrimento del popular Ruben Garrido. Ni tampoco lo quiere para Álava, donde pergeña un acuerdo con Podemos e Irabazi (20 junteros) para dar la batalla en clave de izquierdas también en la Diputación.

El PNV, mientras tanto, no despeja las dudas. Pero en Sabin Etxea también piensan que sería muy complicado buscar apoyos en el PP para asegurar la tranquilidad de su candidato a diputado general, Ramiro González, mientras se le asesta una puñalada política mortal a Maroto. Y que con un PSE muy debilitado en el territorio tras los peores resultados de su historia, los números tampoco dan para asegurar esos “gobiernos estables” que defienden los peneuvistas para el resto de instituciones.

Javier Maroto, como antes hizo Íñigo Iturrate, ya ha anunciado que se casará en su ciudad con las familias de ambos y sus amigos, algunos de la talla política del ministro Alfonso Alonso o Iñaki Oyarzabal, exsecretario general del PP vasco y un abanderado también de la visibilidad de los homosexuales en la política (y en el PP) desde hace mucho tiempo. Lo que a día de hoy no está claro es que lo vaya a hacer como alcalde. Veremos si tiene más razón en este caso Winston Churchill o Groucho Marx.

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