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Un PP vasco ‘bipolar’ llega a un congreso sin aristas

Urkullu saluda a Alfonso Alonso.

Aitor Guenaga

La doble pregunta con la que hace año y medio llegó Alfonso Alonso a la presidencia del partido, tras la accidentada salida de la anterior líder, Arantza Quiroga, era clara: ¿Cómo va a pasar el partido de ser una formación de “resistencia”, de trinchera, a influir en la política vasca? ¿En qué materias está dispuesto a arriesgar el PP de Alonso para recuperar el músculo político perdido?

El último movimiento de los populares en Euskadi es el marco de acuerdo cerrado con el Gobierno de coalición de PNV y PSE para aprobar las Cuentas de 2017. Pero hasta llegar a un pacto que tendrá como máximo una plasmación en enmiendas de 25 millones de euros -el 0,22% de un presupuesto de 11.059 millones-, Alonso no ha perdido oportunidad de combinar una predisposición genérica al diálogo, con un discurso nítidamente constitucionalista en el que no cabe ningún “nuevo estatus político” que desborde, desde el derecho a decidir, las líneas rojas de la Constitución. Ni tampoco movimientos en materia antiterrorista sin previa “disolución incondicional” de ETA.

Alonso ha vendido públicamente el acuerdo presupuestario con el Ejecutivo del lehendakari Urkullu como el dique necesario ante la amenaza del avance de lo que él llama “populismo”. Pero esa clave parece limitada para explicar el movimiento de calado del PP en Euskadi y deja al partido en una situación bipolar en el tablero político.

¿Qué es lo que ha cambiado entonces en el panorama político? Sin duda la gran novedad es la situación de minoría del PP en Madrid y la necesidad de Mariano Rajoy de buscar nuevos compañeros de viaje en el Congreso de los Diputados para salvar no solo los Presupuestos de 2017, sino los sustos que siguen deparando las sesiones del hemiciclo en la Carrera de San Jerónimo.

¿Se habría producido ese acuerdo presupuestario en Euskadi si Rajoy siguiera con mayoría absoluta? “Sin duda”, se apresura a contestar un alto dirigente del PP vasco. “No solo porque Alonso viene de una trayectoria pactista, también con el PNV cuando fue portavoz del partido en el Congreso. Sino porque ahora los populares somos la última fuerza en el Parlamento vasco y tenemos que salir de la trinchera para influir en la política vasca”, explica este dirigente.

Gobernabilidad y estabilidad institucional

El PP pacta los Presupuestos vascos con dos partidos, el PNV y el PSE-EE, a los que Iñaki Oyarzabal –de nuevo hombre fuerte en el PP vasco tras ser defenestrado en la etapa de Quiroga- define en la ponencia política que aprobarán los compromisarios este sábado en Vitoria-Gasteiz como dos partidos que “van de la mano” en una reforma estatutaria que puede suponer “la demolición de los cimientos del Estado autonómico”. En ese contexto, Oyarzabal describe al partido de Idoia Mendia como un “PSE desnortado” que “ha renunciado a defender los valores constitucionalistas que antaño compartíamos” y que estaría dispuesto a servir ahora de “mera comparsa a la imposición de una agenda inequívocamente nacionalista”. Y señala al PNV de Andoni Ortuzar como un partido.

Un Ejecutivo, el de peneuvistas y socialistas, con un pacto “que incluye el reconocimiento de Euskadi como nación, el derecho de autodeterminación del ‘pueblo vasco’, un nuevo estatuto y una reforma constitucional al efecto”, según ha dejado en negro sobre blanco Oyarzabal en la ponencia política.

Es con esos partidos con los que el PP acaba de cerrar un acuerdo para salvar las Cuentas al lehendakari bajo el argumento del freno al avance del populismo y la radicalidad que se supone encarnan a partes iguales Elkarrekin Podemos y EH Bildu.

Las fuentes consultadas entienden esa idea de “PP bipolar que puede transmitirse con ese pacto por un lado y esa ponencia política tan dura con el PNV y el PSE”, pero “tenemos clara la importancia de la gobernabilidad y estabilidad institucional. Pactamos con un gobierno del PNV, pero también del PSE”, remarcan. Y se admite sin tapujos que ese movimiento político con el PNV “sin duda ayuda a allanar que los nacionalistas faciliten la aprobación de las Cuentas de Rajoy”, que el ministro de Hacienda Cristobal Montoro presentará a finales de este mes.

El PP pretende que el XV Congreso pase a la historia como el de la renovación con una dirección bastante más reducida. Y caras nuevas va a haber: está prevista la incorporación de valores emergentes, incluso en puestos de responsabilidad como la Secretaría General, a la que accedería Amaya Fernández, actual portavoz del partido en Barakaldo, municipio gobernado ahora por el PNV, y que ha elaborado la ponencia socio-económica de este cónclave. O la también vizcaína y edil en Bilbao, Carmen Carrón, “una persona muy válida y con grandes capacidades”, señalan en el partido. También suena para puestos de responsabilidad Leticia Comerón, la heredera de Javier Maroto –ahora sentado a la derecha de María Dolores de Cospedal en la Ejecutiva nacional- al frente de la bancada popular en el consistorio vitoriano. En el caso de Gipuzkoa, la gota de renovación podría venir del concejal de Lasarte-Oria, Alex Sáenz, candidato a alcalde en 2015 en esa localidad. Sin olvidar que el actual líder de Nuevas Generaciones, David Fernández, abandonará el cargo por edad en el futuro congreso de las juventudes y el partido puede contar con él para sentarse por derecho propio en la Ejecutiva. Pero el peso del partido seguirá en manos del ‘lobby alavés’, con Oyarzabal en la sala de máquinas y con Nerea Llanos, actual secretaria general, como coordinadora de una dirección más reducida.

Sangría electoral: 100.000 votos y 9 escaños 

El congreso –que lleva como lema ‘Euskadi entre todos’- será una balsa de aceite, después del vivido en el Kursal de San Sebastián en marzo de 2014 para encumbrar a Arantza Quiroga con el 72,8% de apoyos, el menor apoyo consechado por un líder popular. Entonces se inscribieron 758 militantes. En esta ocasión, el cónclave no ha despertado mucho más interés entre la militancia: han sido 777 los inscritos, menos de un 15% de la militancia actual del PP en Euskadi.

Los resultados electorales del PP vasco son una sangría constante que ni Antonio Basagoiti, primero, ni Arantza Quiroga y Alfonso Alonso en la última etapa han podido o sabido taponar. Muy lejos quedan ya aquellos comicios en los que el centro derecha constitucionalista liderado por Carlos Iturgaiz o Jaime Mayor Oreja cosechaba los mejores resultados de su historia: 326.933 votos (23,12%) y 19 parlamentarios en unas elecciones muy especiales como las de 2001 –en las que la entente Oreja-Redondo Terreros le habló de tú a tú al nacionalismo, pese a salir derrotada en las urnas- o las celebradas cuatro años antes, en las que Carlos Iturgaiz obtuvo 251.743 sufragios (20,13%) y 16 diputados.

El PP  vasco ha retrocedido a niveles electorales de 1984, cuando la formación conservadora liderada por Mayor Oreja obtuvo en las autonómicas celebradas entonces un total de 100.581 sufragios (el 9,36%) y siete parlamentarios. En las últimas elecciones municipales y forales se quedaron algo por encima de los 100.000 votos y el pasado mes de septiembre, ya con Alonso al frente de la nave, la magra cosecha llegó a 107.357 sufragios (10,16%), perdiendo solo un diputado y situándose con los mismos que el PSE-EE, nueve.

Con todos estos mimbres, Alfonso Alonso debe resetear el PP vasco. Mezclar en un nuevo cóctel la reserva de los valores del constitucionalismo “ahora en solitario”, se quejan, con la cintura política que permita devolver a los populares vascos la musculatura perdida en todos estos años de retroceso electoral e irrelevancia política. En suma, ser de nuevo influyentes. Para que aquella frase que Antonio Basagoiti dejó para la historia: “es el PP quien pone y quita lehendakaris” -cuando Patxi López se jugaba entrar en Ajuria Enea tras los comicios autonómicos de 2009-  pueda dejar de ser la quimera que ahora es.

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