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“La militancia está un poco harta de que se le tome el pelo”

Aitor Guenaga

Bilbao —

La 'casa del pueblo' de Ortuella, municipio vizcaíno enclavado en el corazón de la zona minera, está hoy muy tranquila. Son las cinco de la tarde y el agradable sol primaveral ha colocado a buen recaudo a los pocos clientes en las mesas del exterior. Dentro, dos grandes retratos del fundador del partido, Pablo Iglesias, presiden una de las dependencias donde la militancia de la agrupación ha analizado los últimos resultados de las europeas y el proceso de renovación que se abre en el PSE-EE tras la convocatoria de un congreso extraordinario para el 20 y 21 de septiembre.

Ortuella, municipio que tuvo como alcalde durante cuatro legislaturas -desde 1983- al todavía líder de los socialistas vizcaíno, José Antonio Pastor, es un buen ejemplo del retroceso de este partido en la margen izquierda y la zona minera. Los socialistas han perdido casi un 50% de voto en las pasadas elecciones europeas (de 1.254 papeletas en 2009 han pasado a 683 este año), dejando el primer puesto al PNV, formación que ya gobierna el municipio. Y Podemos es cuarta fuerza con 353 votos, por detrás de EH Bildu (501 papeletas).

Óscar Salicio está a punto de cumplir 37 años. Entró en las juventudes socialistas con 18 años y se afilió al PSE-EE en 2007. Lleva casi dos años de portavoz en este municipio. Es su primera experiencia institucional. Y reconoce que el partido ha perdido tirón. “Los jóvenes no se acercan, no somos un partido atractivo. Y la militancia está un poco harta de que se le tome el pelo. Si a eso sumas que el partido se ha doblegado a ciertas directrices que llegan de Europa y de la troika y que la gente ve que el partido está haciendo cosas que no coinciden con las ideas socialistas que tenemos, la verdad es que puedes explicar en parte que hayamos dejado de ser el referente de la izquierda en este país”, confiesa.

Patxi López, líder del PSE, ha pretendido con la convocatoria en septiembre del cónclave extraordinario poner patas arriba el partido, dar un golpe en la mesa para sacarlo del aturdimiento generalizado y de la desorientación en la que se encuentra la militancia tras los consecutivos reveses electorales. “El problema es que la responsabilidad de lo que nos ha pasado en los últimos años es compartida. También nuestra, de la militancia de base, cuando dejamos en manos de otros las enmiendas a los textos que se proponen, cuando los comités nacionales pasan sin debates. Todos somos copartícipes, para lo bueno y para lo malo. O espabilamos o nos espabilan”. Quien habla así es Dani Arranz. Lleva en el partido desde 1987, cuando se presentó bajo las siglas del PSE en Portugalete, el mismo año en que fueron asesinados con bombas incendiarias cargadas de odio en el interior la casa del pueblo portugaluja Maite Torrano y Félix Peña.

Arranz ha tenido responsabilidades en la Diputación vizcaína y fue el último gobernador civil de Bizkaia. Hoy es un militante de base que ve con cierta indignación constructiva la deriva del partido. “El debate ahora no debería ser de caras y carteles electorales. Me importan muy poco las caras, si es chica o es joven. Lo que quiero es saber qué política vamos a defender. Si vamos a hacer una política de derechas o de izquierdas. Los recortes del Gobierno de Zapatero en 2010 nos situaron en unas coordenadas ajenas. Parece que a este partido siempre le puede la responsabilidad. Nosotros no representamos a la derecha, representamos a la clase trabajadora”, recuerda Arranz. Y lanza otra idea que comparte con su secretario general en Euskadi y con los críticos del partido en Álava: “El partido no tiene suelo electoral. Eso es lo que tenemos que saber leer tras las últimas elecciones”.

El sentir de las bases socialistas no dista mucho de los planteamientos que tiene algunos de los dirigentes del partido. De los que van a dejar sus puestos para dar paso a una nueva generación y de algunas personas que están llamadas a pilotar el socialismo vasco con una organización esclerotizada y ajena a los cambios que se han producido en la sociedad.

Lo dijo el propio López en un Comité nacional tras abandonar el Palacio de Ajuria Enea a finales de 2012: “Hoy nuestro viejo partido se está convirtiendo en un partido viejo. Una organización que se está encontrando con límite que no puede traspasar. No estamos consiguiendo que nueva gente se involucre en el proyecto socialista”. Pero no se hizo prácticamente nada. “Y ahora es inaplazable”, admite López, cuyo futuro inmediato pasa previsiblemente por un puesto en la nueva Ejecutiva federal que salga del congreso de julio.

Begoña, una militante de izquierdas que votó a Felipe González en 1982 y que apoyó a Patxi López en 2009 –pero alejada del partido- sostiene que al igual que “las cosas ya no van a ser igual tras esta crisis económica, porque no vamos a volver a lo de antes, para los grandes partidos está pasando lo mismo. Y la irrupción de Podemos les está mandando un mensaje muy claro para avanzar por el camino de la apertura, la transparencia, la consulta a la militancia, la renovación… ”.

¿Serán suficientes los congresos extraordinarios de julio y septiembre para la ansiada renovación y la pulsión por el cambio que se deja ver fácilmente en las bases del partido?

Iván Ruiz de Eguilaz, rostro del sector crítico alavés, cree que su formación no ha aprendido nada. “A la primera de cambio y sin consultar nada, la primera gran decisión en relación al modelo de Estado en este país tras la abdicación del rey se toma por unos pocos. Es muy simbólico”. La discusión sobre la necesidad de un referéndum en relación al futuro de la monarquía ha llegado al PSOE -partido de corazón republicano, pero enemigo de experimentos en esta materia- en el peor momento.

El Comité nacional en el que se ha dado luz verde al Congreso de septiembre y a la elección directa por toda la militancia de los futuros líderes del partido en Euskadi y en las tres provincias el próximo 16 de septiembre no ha servido para clarificar el grado de renovación que se vislumbra. Aunque algún destacado dirigente sí critica lo que considera una desbandada de líderes. “De repente parece que todos abandonan el barco”, apunta un miembro de la actual Ejecutiva vasca.

Jesús Eguiguren, presidente del PSE-EE, no tomó la palabra en la reunión. Pero tiene varias ideas sobre por dónde debería transitar el partido. “Nos hace falta un proyecto autónomo de Madrid. Deberíamos buscar la mejor fórmula en nuestra relación con el PSOE. Y luego reivindicar nuestras ideas para ser el gran referente de la izquierda en este país y lo que hemos hecho para lograr la paz. Parece increíble que hayamos podido dilapidar todo este capital en menos de tres años”, señala a este periódico. Eguiguren cree además que hay que empezar ya a ver las posibilidades de colaboración con la izquierda soberanista representada por EH Bildu. Y confrontar con el PNV.

En su despedida ante el Comité nacional, Patxi López defendió que “las nuevas respuestas, para tener credibilidad tienen que tener también nuevas personas. Nuevos equipos que reorganicen el partido, que elaboren una alternativa ciudadana y busquen esas nuevas personas para que lo defiendan en la sociedad vasca”.

Son muchos los que reivindican “caras nuevas” en la dirección, pero advierten también de que esos nuevos liderazgos “no te aseguran conectar de nuevo con la ciudadanía”. Esta idea fue expresada por varios de los asistentes que iban abandonando la reunión con una sensación compartida de que la tarea es titánica. Y las dificultades por conectar con el electorado perdido, enormes.

Pero una idea compartían los que estaban reunidos en la 'casa del pueblo' de Ortuella con muchos de los asistentes al Comité nacional y con buena parte de los alcaldes socialistas que tomaron la palabra: la importancia de ser creíbles ante la sociedad y de saber escuchar sus mensajes. “Tenemos que cargarnos de credibilidad”, apunta Dani Arranz. “Y hacer un gran debate en el Congreso de septiembre y, previamente, en todas las agrupaciones. Si esto va solo de caras nuevas cerraremos en falso el Congreso”, advierte Oscar Salicio, mientras entorna la puerta de la sala de reunión de la agrupación en Ortuella.

Dentro queda la mirada triste y algo perdida del retrato del siglo pasado de Pablo Iglesias.

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