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Silencio tras 20 años de ruidos y emisiones de una fábrica

La empresa Inama ha sido la primera a la que el Gobierno vasco denegó los permisos medioambientales. / EDN.

Alberto Uriona

Bilbao —

El próximo 15 de octubre se cumplen dos años en los que la vida ha cambiado para dos centenares de vecinos de Muxika, un pequeño pueblo vizcaíno al lado de Gernika. Ese día dejó de funcionar Inama, la fábrica que les ha desesperado en los 20 últimos años por sus emisiones de ruido y humo. “Mi primera sensación cuando volví a mi casa fue el silencio, como un funeral”. José Alberto Barandiarán es uno de los vecinos que dejó su chalet, hastiado por las molestias, y que volvió ahora hace justo un año tras sufrir él y su familia un sinfín de dolencias. Este es el caso nada frecuente de que la lucha por su salud de un puñado de vecinos acaba con la actividad de una multinacional.

Finsa Inama es propiedad de la multinacional gallega Finsa y tiene el triste mérito de ser la primera empresa en Euskadi a la que el Gobierno vasco le ha anulado el permiso ambiental para funcionar, la llamada Autorización Ambiental Integrada exigida por la Unión Europea para las empresas más contaminantes. Fue en 2010 pero su historia se remonta a principios de los 90, cuando lo que había sido una serrería fue ampliándose hasta convertirse en una empresa de aglomerados de madera. Las primeras quejas vecinales empezaron en 1995 pero en 2004 tomaron cuerpo organizativo al crearse la plataforma SOS Muxika contra la actividad de la planta. Entonces se difundieron las múltiples irregularidades; superaba el límite legal de ruidos, había focos de emisiones sin legalizar, vertidos de aguas residuales sin permiso y su licencia de actividad databa de la época franquista cuando era una serrería. El Ararteko calificó la empresa de “clandestina” y el Gobierno vasco le impuso dos multas por deteriorar el medio ambiente y las ilegalidades en sus focos de emisión.

Dos gerentes de Inama tuvieron que sentarse en 2010 en un juicio oral, en lo que fue la primera vista medioambiental en Euskadi importante en toda la década, y en el que los testimonios de los vecinos mostraron los efectos de la actividad de Inama: el ruido impedía dormir por las noches (se midieron 67,2 decibelios en el exterior de las viviendas cuando a partir de 55 la Organización Mundial de la Salud considera que se imposibilita un descanso suficiente), las vibraciones en las casas eran constantes, sufrían episodios de caídas de partículas de serrín procedentes de la fábrica y el humo era habitual. Hasta más de 20 vecinos sufrieron afecciones respiratorias y presentaron denuncias en el juzgado. Los dos gerentes quedaron absueltos por falta de pruebas, según argumentó la juez. Pero Infama quedó tocada en esa vista.

“Ahora te das cuenta de que hay pájaros”

Un año después, la presión social, la falta del permiso del Gobierno, la crisis económica y la negativa de la dirección a abonar una deuda de 7 millones euros a la Hacienda de Bizkaia por el caso de las vacaciones fiscales llevaron al cierre. “Me acuerdo perfectamente. Fue el 15 de octubre cuando pararon la producción y el 26 de noviembre, la planta de cogeneración, que es la que causaba el ruido de baja frecuencia que te mataba”, relata Iñaki Markuerkiaga, portavoz de SOS Muxika.

Hasta cuatro familias habían abandonado años atrás sus viviendas en las cercanías de la fábrica. Tres de ellas han vuelto con el cierre. “La otra ha cogido tanta fobia a lo que pasó que ni han regresado”, afirma Markuerkiaga. “Mi mujer era reacia a volver por el riesgo a pasar por el mismo calvario”, comenta José Alberto. “Te queda la mala leche de lo que has pasado. La salud ahora está bien. Ahora te das cuenta de que hay pájaros; cuando funcionaba la fábrica andaban de paso y no oías a ninguno”, dice el portavoz de la plataforma.

La factoría lleva casi dos años parada pero mantiene a una docena de trabajadores en labores de vigilancia y comerciales. Desde el cierre se han sucedido anuncios sobre la posibilidad de retomar la actividad o incluso reorientarla hacia otra actividad relacionada con la madera: la fabricación de pellets, un combustible cada vez más utilizado para generar energía. “Tuvimos una reunión hace un año pedida por la plataforma con el alcalde de Muxika pero nos dijo que no sabía nada del futuro de Inama. La actividad de entonces no es factible”, aseguran los miembros de SOS Muxika. Finsa también ha abonado la deuda pendiente con la Hacienda. “Nosotros lo que queremos es que se desmantele y esas 6 hectáreas sean para un espacio para la convivencia”, señalan los vecinos.

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