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¿Se puede ser el mejor equipo en el campo y bajar en los despachos?

Aficionados del Eibar durante un encuentro en el campo de Ipurua. /Foto: S.D. Eibar.

Eduardo Azumendi

Eibar —

¿Se puede bajar a Segunda B en los despachos después de hacer conseguido subir a Primera en el campo de fútbol? Sí. ¿Se puede obligar a descender por motivos económicos a un club que cerró el pasado ejercicio con 500.000 euros de superávit y que dispone de casi otro millón en fondos propios en el banco? De nuevo la respuesta es que sí, a pesar de lo contradictorio que pueda parecer. Y es que esta es la paradoja a la que se enfrenta la Sociedad Deportiva Eibar, un club modesto, pero modélico en su gestión deportiva y, sobre todo, económica. Un club del pueblo (cuenta con 3.000 socios, el 10% de los eibarreses) y para el pueblo (cuenta con 1.300 accionistas, todos eibarreses y con el capital repartido de manera casi equitativa entre todos).

El Consejo Superior de Deportes (CSD) comunicó hace unas semanas al Eibar que debe disponer de un capital social de 2,1 millones de euros para poder seguir compitiendo en el fútbol profesional. Es lo que marca la ley de sociedades anónimas deportivas. En la actualidad, el Eibar posee un capital social de 422.253 euros, es decir, que necesita ampliarlo en 1,7 millones. Y el plazo finaliza el próximo 6 de agosto.

“El Eibar ha demostrado en los últimos 30 años su impecable gestión económica”, explica Patxi Motiloa, quien fuera primer gerente del Éibar cuando se convirtió en sociedad anónima, en 1992. “Cuando se pide una ampliación de capital es por dos motivos: o para tapar agujeros y seguir adelante, o porque se van a acometer nuevois proyectos y hace falta inversión. En el caso del Eibar no ocurre ni una cosa ni otra. Tiene una economía saneadísima y no prevé ninguna inversión”. En este caso, es la ley “que a veces es la que entiende menos de justicia”. Una ley que ya le apretó las tuercas la temporada pasada al Mirandés (hasta el último minuto no pudo completar la ampliación) y que hizo bajar de categoría al Guadalajara, que, sin comerlo ni beberlo, se encontró con que necesitaba tres millones de euros para seguir en Segunda.

La intranquilidad y el desasosiego desde que se conoció la exigencia de la ampliación son palpables en el pueblo, aunque la excelente marcha del equipo esta temporada (líder de Segunda y uno de los favoritos al ascenso) los hace más llevaderos. Motiloa insiste en que “esa ley de ampliación de capital se impuso a los clubes para capitalizarse porque había que poner unos mínimos, pero no tiene ni pies ni cabeza para el Eibar”. Ahora, las opciones que se abren es que los accionistas actuales afronten por su cuenta y riesgo la ampliación. “Pero aún y todo no se podrá llegar hasta los 1,7 millones de euros que hacen falta. Habrá que echar manos de soluciones imaginativas”.

Interiorizados los valores del club

Para Joseba Combarro, presidente de la peña 'Eskozia la Brava', la indignación por la exigencia de ampliación de capital supera a la intranquilidad. “El Eibar es de los socios y así seguirá. No vamos a permitir que ningún jeque ni ningún Piterman de turno (en alusión al que fuera presidente del Alavés) se hagan con el club. El equipo siempre ha mantenido la misma línea y filosofía: no se gasta más de lo que se tiene. No se endeuda. Y todos los gestores que han pasado por la directiva han sido fieles a esa política. Los resultados están ahí, más de 18 años seguidos en Segunda y este año líderes”.

Por eso, aunque el “momento económico resulta muy complicado”, está seguro de que los accionistas se volcarán. “Tenemos que dejar esto resuelto antes de que finalice la temporada. Aún me acuerdo de lo que le ocurrió el año pasado al Mirandés, a punto de dar las 12 de la noche del último día de plazo y sin la ampliación completada”. Tanto Motiloa como Combarro esperan que lo que con tanto esfuerzo cuesta ganar en el campo no se pierda en los despachos, máxime teniendo en cuenta que no hay ningún club ni en Primera ni en Segunda con unas cuentas tan saneadas, donde todo es superávit y se está al corriente de todos los pagos con Hacienda, con la Seguridad Social y, por supuesto, con todos sus empleados.

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