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Los zarpazos de Morrison, sí, pero Chris Robinson, ¡buah txabal!

Tom Petty, muy presente este año en el ARF. Un momento de la actuación de Van Morrison, este viernes.

Aitor Guenaga

Uno llega este año a la explanada donde se celebra el Azkena Rock Festival (ARF), en Vitoria Gasteiz, y las buenas vibraciones te asaltan por doquier. Y eso que llegamos tarde este viernes porque también había que contar la indignación del pueblo por la puesta en libertad de los miembros de 'la manada', cinco “depredadores sexuales” que ya andan sueltos de nuevo al módico precio de 6.000 euros por barba. Sin comentarios.

Decía que las buenas vibraciones se te plantan desde que aterrizas en el ARF porque la imagen del malogrado Tom Petty está por todas partes. Nunca tocó en España, y eso que la gente de Last Tour persiguió al rockero sureño por tierra, mar y aire. No pudo ser. Algunos tuvimos la suerte de verlo junto a sus inseparables Heartbreakers hace ahora justo un año en el concierto de Hyde Park, en Londres. Pero esa es otra crónica que algún día escribiré...

Fue entrar en el recinto de Mendizabala y la música de los Allnighters ya nos estaba rodeando. Como decía Igu, el cantante y líder de la banda vitoriana, el público estaba dividido entre el tendido de sol, bailando como posesos endemoniados (es un decir), y el de sombra, más apalancado, casi de corte intelectual (tal vez esté exagerando). Todos disfrutamos del R´n´Blues, los metales, el soul, la armónica -uno de los instrumentos estrella de la noche- del 'frontman' Igu. Bueno, qué les voy a contar, son ya un clásico de la escena musical vasca, y siguen en la brecha. Arrancando así esta edición del ARF, la primera jornada solo podía acabar bien.

Me quedé con el sonido de la armónica. El instrumento por excelencia del Azkena Rock Festival es la guitarra. No hay debate sobre esto. Pero lo mismo que se coló la indignación por lo ocurrido con 'la manada' -luego se lo cuento, cuando lleguemos a Dead Cross-, la armónica ha tenido un lugar preeminente en el Olimpo del festival.

La armónica se convirtió en uno de los instrumentos de esta primera jornada, con Igu, de The Allnighters, Van the Man y el propio Chris Robinson, cada uno con un estilo muy diferente. El León de Belfast -que inició su bolo con cinco minutos de retraso sobre el horario oficial (20:20), pero nos deleitó con sus 90 minutos de siempre- no toca la armónica, la seduce.

Van The Man entró por el lado izquierdo del escenario, ataviado con su impecable traje, sombrero, gafas eternas, pañuelo de seda de colorines. Todo en un tono morado-lila, casi como queriendo sumarse con ese color a la indignación que recorre las calles y plazas de España ante la excarcelación de 'la manada'. Tosió mucho durante la primera parte de su actuación, que arrancó con el Hold it Rigght There, de su último trabajo (You´re Driving Me Crazy), a pachas con Joey Defrancesco. No estaba acatarrado. Y si lo estaba, no nos enteramos, porque su voz sonó aterciopelada, potente cuando se echaba hacia atrás -como si quisiera ganar algunos centímetros del suelo- o deliciosamente encadenada con la voz de la cantante que le hizo mucho más que los coros (gozada de voz de mujer). Al tercer tema, el León de Belfast -donde acabaría durmiendo ayer, como siempre que puede hace- se enfundó la armónica. Sonaba el Baby please Don´t Go y apareció el bendito instrumento como por arte de magia.

Morrison impuso ritmo a su banda de lujo desde los primeros compases: un gesto de su mano es mucho más que una orden en el escenario. Y todo el mundo que alguna vez se ha subido a él junto a Van The Man, lo sabe. Sonaron sus éxitos, claro, normal en un artista que tiene una producción musical bestial -hasta dos o tres discos en un mismo año-, inabarcable, eterna. Me encantó escuchar de nuevo un Wild Night completamente revisitado. Un tema que me trasportó a la película 'Thelma y Louise' y a una puesta de sol en el Grand Cannyon del Colorado National Park. El sol se iba apagando también en Mendizabala, lentamente, sin pedir permiso a nadie. Libre. Y escuchamos otros clásicos del repertorio 'morrisoniano' como Days Like This, Precious Time (adornada con la steel pedal guitar), Broken Record, Brown Eyed Girl. Mientras hacía guiños en algunos de sus temas a Sam Cooke (You Send Me) o dejaba que se colara el Be Bop a Lula de invitado al final de otra canción.

Cerró con Gloria, al filo de las 21:48. Y ya no volvió. A las 21:50 exactas la banda echó la cortina de la actuación. Hubo zarpazos del León de Belfast, pero su propuesta musical se ha quedado suspendida en el Olimpo de los grandes mitos. ¿Eso es malo? Hombre, estar suspendido en el cielo no puede ser algo nocivo (o sí), pero desde luego ya no sorprende. Es lo que es. Tampoco engaña. Toca el micrófono y se convierte en oro hasta el pie de micro (no es broma, así lucía esta noche en el ARF). Es un Midas de la música moderna, sin duda. Pero me lo pasé mucho mejor el pasado año en el BBK Music Legends. Allí Morrison se hizo humano, y compartió escenario con Georgie Fame, con Imelda May... en fin. Otra cosa. Pero 90 minutos de Van The Man, es como decir, 38 minutos de Camarón (¿recuerdan aquel titular de periódico?).

Chris Robinson, el que fuera vocalista de The Black Crowes (a los que tuvimos la suerte de ver en directo en el ARF en 2009), no toca la armónica, hace el amor con ella. Y su 'buenrollismo' fraternal te atrapa desde antes de que suene el ramillete de temas que hacen mover el pelo a un lado y a otro como si aún estuviéramos atrapados en Haight Ashbury y contonear las caderas por derecho propio. Llámenme 'jipi'. Pero Chris Robinson Brotherhood son una delicia californiana sureña abierta al mundo. Nunca sería la banda sonora de Donald Trump. Neal Casal, el guitarra que ha tocado en solitario, con Ryan Adams y con tanta gente, ha sonado esta noche genial en el Azkena. Delicado como si de un Jerry Garcia se tratara (así ha sonado, como un miembro más de los Grateful Dead), indomable hasta el paroxismo. Y Adam MacDougal, a los teclados Rhodes, Clavinet, Moog y Hammond, como si de otro reverendo sureño se tratara, con esas gafitas redondas, pelo rubio larguísimo y unos dedos enormes.

La marihuana de la cuadrilla del al lado me mantuvo en el Olimpo de los dioses de Morrison. Solo los trallazos de Dead Cross -también californianos- me zarandearon hasta dejarme KO. Allí no se escuchó armónica alguna. A lo sumo, a un cantante preguntando insistentemente por 'la manada' y llamando “cabrones” a los vitorianos y a todo el que estuviera dispuesto a escuchar a los de Mike Patton, ya saben el exvocalista de Faith No More. Pude a duras penas reconocer al final de su actuación el I Want You (she is so heavy) de The Beatles (Abbey Road). Lennon se habría sentido orgulloso.

Abandoné como pude Mendizabala. No sin antes llevarme una noticia: Wilko, el grupo de Jeff Tweedy, primera confirmación para el ARF de 2019, según nos revelaron los chicos y chicas de Last Tour International, organizador del festival. Este sábado, el plato fuerte JOAN JETT AND THE BLACKHEARTS (y mucho más)

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