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Cuando se acaba el dinero del paro

Eduardo Azumendi

Aunque la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) se dio un respiro en el mes de agosto, en la actualidad llega a 65.362 familias. Y entre los nuevos perceptores empieza a sobresalir un perfil con fuerza: el de los varones autóctonos de entre 35 y 54 años con hijos a su cargo que han agotado la prestación por desempleo. Se trata de un fenómeno que empezó a vislumbrarse a finales del año: entre 2012 y 2013 han incrementado casi un 40% su presencia entre las personas que cobran la Renta de Garantía, aunque aún no son el colectivo mayoritario. Es un dato que contribuye a combatir las ideas preconcebidas sobre este tipo de ayudas sociales.

La Renta de Garantía de Ingresos (RGI) y la Prestación Complementaria de Vivienda (PCV) exigen el desembolso de casi 40 millones de euros al mes, una cifra que va al alza. En los últimos meses se ha instalado el debate sobre la necesidad de revisar el sistema y evitar cualquier tipo de fraude. Los dirigentes del PP en Álava han aventado las sospechas de que algo no funciona en el sistema cuando los inmigrantes, que apenas llegan al 8% de la población en general, suponen el 40% a la hora de recibir las ayudas. Pero, ¿quién es quién en la RGI?

Los datos de agosto reflejan que de las 65.362 prestaciones que se pagaban el mes pasado, 17.164 correspondían a pensionistas. Las mujeres (37.927) superaban a los hombres (27.435). En cuanto a los ciudadanos extranjeros, en Bizkaia representan la tercera parte de los beneficiarios, mientras que en Gipuzkoa y Álava son cerca de la mitad. Como dato añadido, hay 2.500 universitarios entre los que perciben la ayuda, mientras que la inmensa mayoría solo cuenta la formación obligatoria.

Por lo tanto, el perfil mayoritario de perceptores de las ayudas sociales es el de una mujer soltera con hijos o un extranjero solo. Al fin y al cabo, se trata de los colectivos más afectados por la crisis económica. A estos grupos hay que añadir los jubilados con pensiones bajas. Y ahora se han sumado los varones autóctonos que tienen familiares a su cargo y han agotado el paro. La profundidad de la crisis ha propiciado la aparición de este colectivo. Raúl G. (nombre figurado) es uno de esos varones autóctonos que acaba de acceder al grupo de beneficiarios de la RGI. “Me la han concedido. Ya he tramitado todos los papeles y cumplo con los requisitos, pero conozco algún amigo en misma situación y no se la han concedido. Y todo porque tiene una lonja a la que ya no le puede dar ningún uso y que antes usaba de taller. ¿Sabes cuánto tiempo lleva intentando venderla? Más de dos años”.

Estigmatización

La explicación para la aparición de varones autóctonos reside en el agotamiento de las prestaciones laborales y de los subsidios por parte de los parados de larga duración. Cuando eso ocurre, “no queda más remedio que solicitar ayudas sociales como la RGI”, indica Raúl G, quien a sus 48 años ve en esta prestación su tabla de salvación. “Ahora mismo, la única alternativa a la RGI es la pobreza. Con esta ayuda mi familia puede seguir delante de una manera digna”. Una ayuda que oscila entre 616 y 939 euros mensuales, según los casos, y sin la que la situación de Raúl G. sería todavía más precaria.

Desde el Servicio Vasco de Empleo-Lanbide, los responsables de la gestión de la RGI se esfuerzan en subrayar que los que cobran la prestación son los que la tienen que cobrar. Y no dejan lugar a más debates. Aseguran que se trata de un sistema fiable y que declaraciones como la del alcalde de Vitoria, Javier Maroto (PP), acusando al colectivo magrebí de vivir de las ayudas sociales, siembran la duda y estigmatizan a los perceptores de ayudas. “Pero a todos, sean inmigrantes o autóctonos”, denuncian desde SOS Racismo.

A pesar de todas las críticas, entre el colectivo inmigrante los magrebíes no representan la mayoría de perceptores de la prestación. Los procedentes de América del Sur se sitúan a la cabeza, con 9.129 expedientes de la RGI activos frente a los 6.287 de magrebíes.

Raúl G. procura no pensar en la estigmatización, aunque admite que le cuesta hacerse a la idea de ser un perceptor de las ayudas sociales. “Me imagino que me ocurrirá lo mismo que cuando cobraba el paro, que terminas por aceptar la situación”. ¿Y dejar de buscar trabajo? “No, para nada. Prefiero 800 euros trabajando mañana y tarde a que me los dé el Gobierno. Ya sé que es un dinero de todos y que, en su momento, yo contribuí pagando mis impuestos, pero…..”.

Una de las variedades de la RGI es que funciona como complemento a los minijobs, es decir, que hay perceptores que perciben de manera parcial la prestación social para completar salarios bajísimos. En este punto, los sindicatos alertan sobre la tentación de ofrecer salarios a la baja para que se puedan complementar con la RGI. Otro tanto ocurre con las pensiones más bajas, que se pueden beneficiar de la ayuda social para complementar los ingresos.

Además de acusar a los magrebíes de vivir de las ayudas sociales, sobre el sistema se ha hecho planear la insuficiencia de controles para evitar posibles fraudes. Respecto a los cobros indebidos o irregulares de esta prestación, el Departamento de Empleo y Políticas Sociales señala que en 2012 y 2013 la cifra se sitúa en torno a los 53 millones de euros. En muchos casos aún se está pendiente de iniciar la reclamación de lo percibido. En 2012 se realizaron 12.700 suspensiones, extinciones o no renovaciones de la RGI y en 2013 la cifra supera las 14.000 actuaciones.

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