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Los grupos de soberanía alimentaria plantan cara a la agroindustria

Tomates procedentes de una explotación de agricultura ecológica.

Natalia González de Uriarte

Solo en el primer trimestre del 2015, según los datos el Instituto vasco de Estadística-Eustat, Euskadi ha importado productos alimenticios por valor de cerca de 90.500 euros. Los flujos comerciales en este ámbito tienen saldo negativo. Se importa más productos relacionados con la industria de la alimentación que los que se exporta. Frente a esta alta dependencia de la industria alimentaria ajena, afianzan posiciones los pequeños grupos de autoconsumo y soberanía alimentaria. Han conquistado terreno en las tres provincias vascas con su apuesta por modelos productivos sostenibles, ecológicos, y con circuitos cortos de comercialización frente a la fórmula invasiva de las grandes multinacionales de producción intensiva. Aún confían en la capacidad productiva del sector primario vasco- muy maltratado por los procesos de industrialización y por la crisis- pero en esa lucha de David contra Golliat, se encuentran con escaso apoyo de las administraciones, que, según la percepción de estos movimientos, vuelcan la mayoría de sus esfuerzos hacia el sector industrial.

En esta incansable lucha de David contra Golliat, estas incipientes agrupaciones solicitan políticas públicas favorables a su actividad. Eneko Viñuela, de la organización VSF Justicia Alimentaria Global, recuerda que con el mero hecho de que las distintas administraciones públicas realizaran sus compras de alimentos en el mercado local, se podría crear, fortalecer y extender una red de mercados locales viables con unas consecuencias importantes a nivel económico, social y cultural. Sería el elemento de cambio para potenciar un sector que consideran estratégico y generador de empleo. “Se trata de limitar lo grande y potenciar lo pequeño y cercano. Llevar alimentos locales a comedores escolares, hospitales, residencias. Si tuvieran la valentía de apostar por una compra pública, cercana, directa y local estaríamos hablando de miles de puestos de empleo generados. Estas experiencias se están dando ya a nivel europeo en Francia o Italia, donde las administración públicas se abastecen de productos cercanos y ecológicos, ejemplos que demuestran que estas fórmulas son viables”, sostiene Viñuela.

El portavoz en Euskadi de Justicia Alimentaria Global reclama al Gobierno vasco políticas públicas para favorecer e incentivar la vuelta al campo de personas interesadas. “A los baserritarras se les utiliza como un reclamo de postal. El Gobierno vasco habla con la rederas de Ondarroa y monta una feria de bonito y les dice que se pongan a tejer redes para que la gente pase y se saquen fotos con ellas. Y este ejemplo es extrapolable a otras actividades del sector. Las administraciones públicas y el propio mercado potencia las materias primas baratas y que unas empresas agroalimentarias multinacionales se hagan con todo el mercado. No se pone en valor la creación de alimentos. El trabajo del campesino no es apreciado ni valorado ni a nivel mundial ni a nivel local. Si existiera otras políticas públicas y otro modelo de apuesta por el sector primaria, mucha gente dejaría las urbes para marcharse al campo, pero el acceso a la tierra y las dificultades que se encuentran a la hora de transformar, vender o trabajar con animales muchas - pegas administrativas y barreras legales- frenan este movimiento. A una quesería pequeña le piden los mismos requisitos que a una gigantesca, lo mismo si haces 20 quesos al día que si haces 2.000 y por eso la gente recela de dar este paso”.

Desde estas agrupaciones son conscientes de sus limitaciones productivas. Consideran que Euskadi, por el clima y peculiar orografía, no alcanzará el autoabastecimiento, pero el avance de estos mecanismos locales, que ganan terreno, es un paso firme en el camino hacia un modelo alimentario, local, justo y sano. “Estamos demostrando que existen y son posibles otros modelos de consumo y que realmente es viable un sistema alimentario local, construido con modelos productivos sostenibles, ecológicos, y con circuitos cortos de comercialización”. En ese recorrido echan en falta de nuevo el respaldo de las administraciones. “El incremento de este número de cooperativas crece en la misma medida en que se incrementan las grandes superficies, un modelo de consumo insostenible. El sistema alimentario tiene que ir transformándose poco a poco. Ha de empoderarse al sector primario, darle más capacidad productiva, más tierras y más políticas que integren a los jóvenes y a las mujeres y limitar de forma paralela, el avance de las grandes superficies. Dicen que sí lo hacen pero se está viendo en la práctica como Mercadona ha entrado en Euskadi y le han puesto una alfombra roja. Lo mismo con Lidl, Carrefour...”.

Estos productores sostienen que su mayor problema es el acceso a la tierra. “Muchas están en manos privadas, muchas en manos públicas y están en desuso y no se destinan a la producción de alimentos porque el modelo de desarrollo que manejan las instituciones públicas no está orientado hacia la producción de alimentos sino a las grandes infraestructuras, las grandes logísticas, ven el sector primario como algo residual. Además el sector primario no es una política prioritaria para las administraciones públicas. Se apuesta por el sector industrial como eje vertebrador del desarrollo y el sector primario queda de lado”.

Piden también una regulación publicitaria rigurosa. “La gente tiende a sopesar cada vez más al hacer la compra si el alimento es sano y cercano. Las grandes industrias se han dado cuenta de eso y utilizan reclamos publicitarios relacionados con lo artesanal para captar a esos potenciales clientes. Se saltan todas las normativas legales y se adueñan de terminología impropia de sus productos. Artesanal, natural, bio, eco... Toda la utilización de esos términos está sin regular. McDonals, por ejemplo, ha convertido su logo en verde. La agroindustria disfraza alimentos perjudiciales de productos sanos y esto es denunciable. Hemos demandado a Bimbo por introducir la palabra saludable para presentar galletas con muchísimo azúcar. La población está más concienciada, pero está engañada por la publicidad de las grandes industrias agroalimentarias y creemos que toda esta situación es posible por un acuerdo encubierto entre los legisladores y el poderosos lobby alimentación. La gente compra engañada”.

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