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Cuando el alumno es el empresario

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

“¿Cómo convencer a los chavales que estudian Formación Profesional de que no se vayan fuera de Euskadi cuando terminan los ciclos formativos?”, se pregunta Jorge Arévalo, viceconsejero de Formación Profesional. “Pues ofreciéndoles algo consistente. Si generamos en el ámbito de la FP empresas, generamos un futuro para los chicos. Se trata de una posibilidad de empleo seguro porque arrancan con su propia empresa”, se responde a si mismo. Uno de los proyectos más importantes de los centros de FP en Euskadi es el programa Urratsbat, dedicado a tutelar e impulsar la creación de empresas con los alumnos de los ciclos formativos. Desde el año 2004, los centros de Formación Profesional han creado cerca de 400 pequeñas empresas, de las que el 80% sigue funcionando. El objetivo del Departamento de Educación es reforzar este programa. “Es fundamental crear puestos de trabajo destinados a los jóvenes en estos momentos”.

Cada año se ponen en marcha cerca de 40 empresas. “Lo importante es que de todas las que hemos puesto en marcha, casi el 80% se mantienen”. El programa se centra en que las empresas creadas por estos estudiantes tengan un recorrido de futuro “razonable”. “No se deja hacer cualquier cosa. El 60% de las empresas son del sector servicios y el resto corresponde al área industrial. Pero necesitamos más sector industrial. Eso requiere financiación”.

Sergio González es uno de esos jóvenes que ha pasado por el programa en busca de ayuda para montar su empresa. “He desarrollado un proyecto por mi cuenta, una consultoría de biomimética. Es decir, me inspiro en la naturaleza para desarrollar aplicaciones tecnológicas. Cuando empiezas te sientes solo ante el mundo. El que te faciliten relaciones y te abran algunas puertas es fundamental”.

El centro de Formación Profesional de Mendizabala, en Vitoria, es uno de los institutos que cuenta con el programa Urratsbat. Pedro Ibáñez, director del centro, que cuenta con más de 750 alumnos de grado medio y superior, explica que el sistema va por fases. “En un primer momento se trata de sensibilizar. A los alumnos que tienen interés se les da un curso de 16 horas para ir puliendo su proyecto. Y en la tercera fase se les asesora sobre el tipo de ayudas a las que pueden acogerse. El alumno que termina no suele montar empresas, la mayoría busca trabajo por cuenta ajena. Pero esta es una posibilidad que cada vez concita más atención”.

Tejido productivo

Tejido productivoAdemás, al crear este tipo de empresas, se crea tejido productivo y se genera actividad, enfatiza Arévalo. “Montamos empresas donde creemos que hay huecos. Los alumnos están durante un año haciendo su empresa y produciendo, trabajando. Y en todo momento cuentan con el apoyo del centro a nivel de teléfono, instalaciones, profesores de apoyo, incluso maquinaria si es preciso. Una vez que transcurre el año, ellos siguen con su empresa”.

Maite Martínez de Lagos, es la coordinadora del proyecto Urratsbat en el centro Mendizabala. Asegura que la razón por la que la mayoría se decanta por crear una empresa de servicios es porque es mucha más barata, ya que no precisa de inversiones en maquinaria. “La mayoría de las empresas son pequeñas, con poco capital de inicio. Pero aquí hemos tenido algunas que se han convertido en pymes con facturación superior a los 10 millones de euros en un año. Han conseguido un punto de internacionalización”.

Según la coordinadora, mientras son alumnos “les cuesta pensar en montar una empresa, pero hay una cultura emprendedora en el centro que les anima. Cuando se deciden, toda la red de contactos del centro se pone en marcha para ayudar. Por ejemplo, el año pasado dos alumnos querían gestionar las piscinas de verano de su pueblo en verano. Recurrieron a Urretsbat para preparar un pliego de condiciones. Les ayudamos, pero si no llegamos, también podemos recurrir a otros especialistas con los que tenemos acuerdos como Ajebask (jóvenes empresarios vascos)”.

Junior cooperativas

Junior cooperativas Un modelo parecido al de Urratsbat viene aplicándose desde hace algunos en Mondragón Unibertsitatea. Alrededor de cien estudiantes han montado ocho junior cooperativas. Los estudiantes forman equipos de trabajo autogestionados que se emplean en cooperativas con clientes y proyectos reales. El proyecto cuenta con el apoyo del Gobierno vasco, que está interesado en trasladarlo también a la Universidad del País Vasco (UPV). Cuando los alumnos obtengan su licenciatura, las cooperativas perderán el apellido de junior y pasarán a funcionar como una cooperativa más.

El Gobierno vasco considera que mediante esta fórmula (que cuenta con ayudas de hasta 2.100 euros por persona trabajadora), los estudiantes adquieren y desarrollan las competencias básicas y necesarias propias de cualquier emprendedor mediante prácticas reales con proyectos empresariales. Una iniciativa encaminada a fomentar el autoempleo, “más necesario e interesante que nunca en un momento de crisis como el actual”, apuntan desde el Ejecutivo.

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