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El amianto se cobra la décima vida de un trabajador en lo que va de año

Miembros de la Asociación de Víctimas del Amianto de Euskadi.

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

Diez. Esa es la cifra de personas fallecidas en lo que va de año como consecuencia de su exposición al amianto durante su vida laboral. El pasado día 4 de julio fallecía Cirilo Silicio, de 61 años, en Irún a consecuencia de un mesotelioma o cáncer de pleura. Trabajó en tareas de calorifugado entre 1969 y 1977 en contacto con amianto. Sin ningún tipo de medida preventiva. Con Cirilo, la Asociación de Víctimas del Amianto-ASVIAMIE contabiliza la decena durante 2014, pero lo peor esto es solo la punta del iceberg. Jesús Uzkudun, uno de los impulsores de la asociación, advierte de que al final de año el registro podría ser el doble. “La asociación solo puede contabilizar a las personas que acuden a ella y hacer su seguimiento. Pero, ¿cuántas mueren sin saber que su cáncer se debe al amianto que respiraron mientras trabajaban?”.

Los riesgos del amianto han permanecido ocultos a los ojos de los trabajadores que tenían el contacto con esta materia tanto en las empresas como en la construcción. Por sus propiedades físicas y químicas, y su bajo coste de producción, el amiento fue utilizado de manera abundante en el sector industrial y en la construcción desde mediados del siglo pasado hasta 2001, fecha en que se prohibió su uso en España. “El incumplimiento de la responsabilidad de proteger la salud de los trabajadores condenó a miles de trabajadores de la industria naval, siderúrgica, química, construcción… a graves enfermedades respiratorias y la muerte prematura”.

Y esa condena es la que está viviendo desde hace unos y seguirá durante décadas, asegura Alfonso Ríos, responsable del área de Salud laboral de Comisiones Obreras. “Si se registrase a todos los trabajadores que décadas atrás trabajaron o estuvieron expuestos a la fibra cancerígena en el trabajo y Osakidetza cumpliera con la obligación de comunicar sospecha del origen laboral de las enfermedades, estas cifras de enfermedad y muerte se multiplicarían por 10, con un crecimiento exponencial de la epidemia de cáncer por esta causa. Hasta 2040 se prolongará el goteo de muertes”.

Tras visitar a Cirilo Silicio en el hospital donde esta ingresado por enfermedad común, Comisiones Obreras inició en abril el expediente para que Osalan investigase la exposición al amianto y posibilitar así el reconocimiento de la contingencia profesional y la incapacidad permanente absoluta por enfermedad profesional. Pero la evolución fulminante de la enfermedad, no le ha permitido conocer el reconocimiento del origen de su enfermedad.

Fondo de compensación

A la crueldad de la enfermedad hay que sumar el vía crucis jurídico al que se enfrentan las víctimas para conseguir el reconocimiento de enfermedad profesional y así obtener algún tipo de indemnización. “El lunes 7 se celebró un juicio en Bilbao para que el reconocimiento de un mesotelioma; el viernes hay otro en San Sebastián y el próximo lunes otro más en Bilbao porque una mutua ha recurrido el reconocimiento de la enfermedad. Es una cruzada”, se lamenta Uzkudun.

En esta línea, Alfonso Ríos mira hacia Osakidetza. “Los responsables sanitarios vascos prefieren continuar cerrando los ojos ante los estudios científicos que señalan el incremento de muertes por esta causa en la próxima década, mientras asumen enormes costes sanitarios que corresponden a las mutuas de accidente y enfermedades profesionales”.

Patxi Cortázar también sufre las consecuencias de la exposición al amianto. En 2007 le reconocieron la enfermedad profesional, pero el proceso judicial con la mutua aún no ha concluido. “Nos obligan a la vía judicial. Tratan de camuflar los efectos del amianto con los del tabaco en el caso de algunos compañeros que fuman. Pero científicamente está demostrado que el amianto provoca cáncer de pleura”.

La gran reivindicación de la asociación es la creación de un fondo de compensación para las víctimas, a imagen de lo que ocurre en Francia. “Con eso fondo se podría ayudar a todos aquellos que ya no pueden reclamar a empresas que, en muchos casos, han desaparecido”, recalca Alfonso Ríos.

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