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“Las consecuencias devastadoras del tifón se podían haber atenuado”

Devastación en Filipinas tras el tifón Haiyan

Patricia Burgo Muñoz

Una media de 20 tifones atiza cada año al archipiélago filipino, pero en lo que llevamos de 2013 ya han sido 24, cuatro solo en las últimas tres semanas. Y a este dramático recuento hay que unir un terremoto que ha afectado también a las comunicaciones y ha interrumpido las tareas humanitarias y la ayuda sanitaria.

“Filipinas es uno de los países más amenazados por el cambio climático”, aseguran desde Manos Unidas. La ONG, también desde su delegación de Bilbao, trabaja desde hace 25 años en el país asiático en la gestión de recursos naturales y en labores medioambientales para paliar los efectos de los constantes azotes naturales que recibe. La inacción mundial ante el cambio climático, como ha denunciado el delegado filipino en la Cumbre del Clima que tiene lugar en Varsovia (Polonia), queda inevitablemente vinculado a la catástrofe humanitaria en que ha devenido el paso de Haiyan.

“Son las consecuencias de no hacer nada”, advierte Patricia Garrido, portavoz de Manos Unidas. “No se puede evitar que estas catástrofes vengan, pero si podemos hacer un trabajo previo y contínuo para fortalecer la población”, explica Garrido. Porque la situación de vulnerabilidad que se vive en Filipinas multiplica el poder devastador de las catástrofes naturales. “El paso del tifón puede incluso superar a la tragedia que supuso el terremoto de Haiti, nada que ver con lo que ocurrió el huracán Sandy” que en octubre de 2012 causó 110 muertos en la Costa Este estadounidense, recuerda Garrido.

Rehabilitar las barreras coralinas

Por eso Manos Unidas lucha por mejorar las condiciones tanto naturales como económicas del archipiélago. Por un lado rehabilitan las barreras coralinas y los manglares para conseguir una barrera natural que frene la acción del mar en estas situaciones. Por otro lado procuran mejorar las condiciones económicas de la población para que, ante una catástrofe de esta magnitud “su vida no quede cercenada durante un año”, explica Garrido. Esto se consigue diversificando sus fuentes de ingreso, “muchos han perdido su modo de subsistencia”, el mar se ha tragado las barcas con las que muchos ciudadanos pescaban, se lamenta la portavoz de la ONG. Por eso les enseñan a tratar materiales como la fibra, el coco, el bambú o la madera para poder subsistir a partir de ahora.

“El nivel de destrucción es abismal”, alerta Garrido. Las ayudas que reciben se trasladan al socio local que trabaja en la zona más afectada por el tifón, “estamos llegando a donde no llega nadie”, dice Garrido, “hay gente que lleva tres días sin comer, y lo más urgente ahora es conseguir comida, agua y refugio”. Una vez conseguido este primer objetivo se dará el paso a las labores de reconstrucción. “Trabajaremos a demanda”, dice Garrido, “construyendo escuelas, casas, o levantando centrales eléctricas”.

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