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“El crecimiento económico no garantiza el bienestar de los ciudadanos”

Leyre González Grande

San Sebastián —

El Capitalismo, es un sistema “injusto, excluyente y explotador” que históricamente “ha mostrado una gran capacidad de adaptación ante los retos más dispares”, dice Carlos Taibo, profesor de Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid y experto en la teoría del decrecimiento y antiglobalización. Taibo ha participado en los cursos de verano de la Universidad del País Vasco (UPV) para defender que el decrecimiento y la antiglobalización pueden ser estrategias de éxito.

Según Taibo, se habla a diario de la crisis económico-financiera, “limitando la palabra crisis a este único ámbito”, pero, “existen otras crisis, en plural, como el trato histórico recibido por la mujer, los países del sur, o la crisis ecológica, que se encuentran en la trastienda”.

En lo que a la crisis ecológica se refiere, “todos los estudios relativos a la huella ecológica nos dejan claro que estamos chupando riquezas que no podrán disfrutar las generaciones venideras”, pero la especie humana “se cruza de brazos ante la crisis ecológica” mientras “nuestros políticos tienen como mucho una previsión a dos años vista”. “Si vivimos en un planeta de recursos limitados”, añade, “no parece tener mucho sentido que sigamos empeñados en crecer ilimitadamente. Nos hemos situado al borde del precipicio con políticas de actuación tan incomprensibles como la eliminación de ciertas leyes que dan como resultado ni más ni menos que lo esperado”.

Si viajamos a enero de 2011, el entonces vicepresidente del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba “anunciaba que la velocidad en autopistas se reduciría de los 120 a los 110km/h” recuerda Taibo, pero “tan sólo tres meses después y declarando que la medida había producido los resultados medioambientales apetecidos y que de paso, se habían reducido los accidentes en carretera, Rubalcaba decidió retirarla”.

Es posible organizar un Estado que no asocie el bienestar al crecimiento de su Producto Interior Bruto, pero según Taibo, para ello, “hay que romper con la idea que nos hace asociar el bienestar al consumo”. En 2009, justo antes del inicio de la crisis, hasta un 49% de la población estadounidense declaraba sentirse cada vez más infeliz, “el crecimiento económico, parece por lo tanto no garantizar la felicidad de sus ciudadanos”, concluye.

Taibo saca de la carpeta la manoseada frase de que “el dinero no da a felicidad”. En sus primeros estadios, apunta, “la felicidad sí puede verse afectada por el grosor de nuestra cartera, es decir, si uno no tiene qué comer y al día siguiente consigue dinero para poder hacerlo, obviamente, nuestra calidad de vida aumentará”. Pero, “pasada esta primera fase, el consumo al que a menudo nos entregamos las sociedades opulentas, no está necesariamente ligado al bienestar”.

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