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La cuadrilla encuentra su casa en las lonjas

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

Las lonjas y locales juveniles han venido para quedarse. Se trata de un fenómeno muy extendido en Euskadi: el 20% de la juventud tiene actualmente una lonja, lo que se traduce en 62.000 jóvenes de entre 15 y 29 años. Y otro 25% la ha tenido en el pasado. La lonja, como espacio de socialización y disfrute del tiempo libre de la cuadrilla de amistades, es, según los expertos, “una forma de ocio en expansión”. Los ayuntamientos se afanan en la búsqueda de soluciones imaginativas que les ayuden a regular este fenómeno y contente a jóvenes, propietarios de los locales, padres y vecinos.

Las lonjas se han convertido, en muchos casos, en el punto de encuentro y lugar de referencia de la cuadrilla. “Se acude a la lonja sobre todo por el deseo de tener un lugar propio, fuera del control de las personas adultas, a salvo de las inclemencias del tiempo y en el que el ocio no resulta tan caro como en los bares. Un lugar en el que estar con los amigos y las amigas al que van sin quedar previamente y sabiendo que siempre encontrarán a alguien”, resalta el Observatorio Vasco de la Juventud, dependiente del Gobierno vasco. Así, la cuadrilla ha encontrado su casa en las lonjas juveniles.

El Ayuntamiento de Portugalete fue el pionero en Euskadi en la regulación de las lonjas juveniles. Todo surgió hace siete años a raíz de la carta que una joven mando al Consistorio quejándose de su situación. Marta Azkarretazabal, técnica del área de Drogodependencias del Ayuntamiento, recuerda bien aquel momento. “Una chavala a la que la policía le había cerrado una lonja por ruidos le mandó un correo al entonces alcalde Mikel Cabieces. Le decía que no les dejaban consumir en la calle, que no podían entrar en los bares porque eran muy caros y que ahora, encima, les cerraban la lonja. El alcalde le invitó al Ayuntamiento y junto a los técnicos de drogodependencias vimos cómo se podía hacer un proyecto bueno para todos”.

Ese proyecto dio sus frutos a los seis meses y ahora es el propio Ayuntamiento de Portugalete el que promociona el uso de lonjas juveniles bajo control municipal. El Consistorio establece los requisitos mínimos que deben poseer las lonjas, comprueba el nivel de responsabilidad del grupo de jóvenes, media entre las partes implicadas cuando hay problemas y realiza un seguimiento de los compromisos adquiridos. “Se trata de trabajar con los chavales y no contra ellos”, apunta la técnico del Área de Drogodependencias.

La gran mayoría de lonjas están controladas por el Ayuntamiento. “Hay chavales que pueden tener lonja y chavales que no podrán tenerla nunca”, puntualiza y deja muy claro que el Ayuntamiento en ningún caso es responsable de los menores. “Los padres son los únicos responsables de lo que hacen sus hijos. Cuando son menores se exige a los padres una serie de requisitos para responsabilizarles de lo ocurra en las lonjas”.

“No se bebe más”

Sobre la posibilidad de que disponer de una lonja conlleve poder beber con más libertad o abusar de las drogas, Azkarretazabal es contundente: “No se bebe ni se consume más droga. El problema radica en el desconocimiento de los adultos y que en lugar de pensar que juegan a la consola están fumando hachís. A raíz del programa de lonjas, los chavales ahora están presentes en el Ayuntamiento. Antes no aparecían para nada, pensaban que ni se les escuchaba y ahora circulan con normalidad”.

En mayor o menor medida, cada consistorio intenta tener reguladas sus lonjas. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Amurrio (Álava) ha ideado un sistema de licencias similar al carné de conducir por puntos. Cada licencia de apertura de lonja juvenil que concede comporta 15 puntos, que en base a infracciones que se registren se irán restando. El local que se quede sin ellos perderá la licencia y se cerrará.

El perfil de la persona joven que cuenta con lonja en Euskadi se corresponde con un chico, de 21 años, que accedió a su primer local con 17 años y medio, estudiante y que vive en casa de sus progenitores. Las lonjas, más frecuentes en los pueblos que en las capitales, son en su mayoría mixtas, aunque llama la atención que casi un cuarto sean únicamente de chicos. La movilidad es alta y es frecuente el cambio de local. El número de miembros también es alto, y un porcentaje importante son lonjas compartidas entre dos o más cuadrillas, lo que lleva a pensar en motivos económicos y la necesidad de abaratar gastos.

Problemas con los vecinos

El alquiler está en la mayoría de los casos a nombre de las personas jóvenes que utilizan la lonja, aunque en un pequeño porcentaje de ellas son los padres o madres quienes firman el contrato. El pago también corre a cargo de los y las usuarias aunque a menor edad mayor es la ayuda de la familia. Es precisamente la carestía de los alquileres la razón de que algo más de una cuarta parte de la población joven no puede tener una. Pese a no tener local propio no les son desconocidas ya que es frecuente que se produzcan visitas a las de otras personas amigas o conocidas. Las lonjas tienen un carácter abierto y aceptan la entrada de personas que no pertenecen a ellas.

Los espacios autogestionados, apunta el Observatorio Vasco de la Juventud, a pesar de las dificultades de convivencia que conllevan, “plantean a la juventud un reto de organización al que responden dotándose de normas de funcionamiento adoptadas por consenso. Los miembros de las lonjas no niegan la existencia de algunos conflictos, principalmente con el vecindario”.

Estos problemas, generados fundamentalmente por el ruido, son la razón por la que muchos ayuntamientos se han visto obligados a intervenir. “La juventud vasca acepta esta intervención y apoya mayoritariamente que el ayuntamiento haga una labor de mediación cuando surgen conflictos”. Incluso el Ararteko ha iniciado una actuación de oficio después de recibir varias quejas de vecinos debido al ruido para conocer la realidad de las lonjas.

Los jóvenes no comparten la imagen negativa que en ocasiones identifica estos locales con lugares en los que la juventud se reúne únicamente a beber y, por el contrario, resaltan “las consideraciones positivas que identifican tener una lonja con disfrutar de un espacio propio en el que divertirse y en el que pueden asumir responsabilidades y aprender a organizarse con otras personas”, reiteran los expertos del Observatorio Vasco de la Juventud.

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