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“La dimensión del problema de Centroamérica no se corresponde con la poca cobertura que se le da”

Los familiares de una transexual asesinada en Tegucigalpa lloran frente a la morgue de la ciudad. FOTO: Edu Ponces / RUIDO Photo

Paloma Bravo Pérez

El resultado de sus fotografías y de otros dos compañeros está expuesta hasta el 30 de agosto en las calles vitorianas. Esto corresponde al trabajo que han realizado entre 2009 y 2015 los fotógrafos Edu Ponces, Pau Coll y Toni Arnau –de Ruido Photo en colaboración con el periódico de El Salvador El Faro- en un intento de mostrar la crudeza y consecuencias de la violencia vivida en El Salvador, Honduras y Guatemala. En estos países -tres de los cinco más violentos del mundo- encontrarse cadáveres en las calles se ha convertido en escena cotidiana, las amenazas y persecuciones de los pandilleros se han tornado rutinarias y existe una masiva peregrinación de cientos de miles de personas a Estados Unidos en busca de un futuro mejor.

En el marco de las jornadas de ‘Periodismo a pie de calle’, Edu Ponces explica la realidad vivida en esos cinco años de instantáneas, una crisis humanitaria oculta en uno de los puntos más negros del mapamundi actual donde las mujeres cuentan, de entrada, con un alto índice de probabilidad de ser secuestradas o violadas.

El periodismo de profundidad acerca realidades desconocidas a la población de occidente. El periodista, por tanto, realiza una importante labor. ¿Valora ese trabajo la sociedad?

En España, el periodismo de los grandes medios de comunicación está el crisis desde hace muchos años. Aquí, cualquier periodismo que se salga de la cobertura diaria, de la agenda mas básica, no se valora. Este tipo de periodismo no tiene espacio en los medios. Intenta explicar un fenómeno en profundidad, requiere su tiempo para intentar entender lo que sucede en el lugar.

Quizás la razón de que no tenga espacio es que los ciudadanos, que vivimos en una burbuja, no damos demasiada importancia a lo que ocurre a miles de kilómetros de nosotros. ¿Puede ser esa una de las razones?

Sí, totalmente. La dimensión del problema de Centroamérica no se corresponde con la poca cobertura que se le da. Estos tres países, entre los cinco más violentos del mundo, están en guerra constante. Los niveles de crueldad y abuso son extremos, no se respetan los derechos humanos. ¿Pero por qué esa realidad no se muestra al resto del mundo? Quizás porque no existen presiones de organizaciones internacionales por no ser una región con intereses económicos o petrolíferos. No son países estratégicos por lo que queda en el olvido sin que nadie se queje demasiado.

La labor del periodista en estos países tan violentos no siempre es fácil. ¿Cómo lleva las noticias de secuestros de profesionales de la información?

Es un riesgo que viene con el oficio. Nadie nos obliga a dedicarnos a esto, lo adquirimos los periodistas en la medida que queremos. Nosotros no deberíamos ser noticia nunca, no es bueno. A mí lo que más me importa es que se valore el resultado de los trabajos que hacemos y los problemas que sufre la población local. Cualquier salvadoreño de clase media o baja sufre a diario más riesgos de los que yo he sufrido.

La única salvación para muchos de ellos es apostar por 'el sueño americano'. Viajar en busca de mejores oportunidades se convierte en la única salida. ¿Qué prejuicios y mitos del mundo occidental tienen en esas regiones?

Una de las bases del fenómeno migratorio es la mitificación del destino y en esa construcción participamos todos: los medios de comunicación, los familiares...

¿Los propios familiares?

Sí. Los que han conseguido llegar a Estados Unidos, muchos, no cuentan todo lo terrible del viaje porque se avergüenzan de lo que se vive. Solo cuentan la parte positiva. Eso no quiere decir que no valga la pena, si yo hubiera sido centroamericano también habría migrado. La situación en Centroamérica es para gran parte de la población un bloqueo. Es un país muy desigual, es complicado desarrollarse. Tener tu propia casa o negocio se tornan en misión imposible porque llega una pandilla y te pide dinero. Además, gran parte de la población está amenazada y si se quedan en el lugar van a morir. Por eso creo que existen muchos mitos, pero también hay muchas razones para migrar.

Esa realidad que describe, ¿podría calificarse de crisis humanitaria?

El problema es más de fondo: la violencia de estos tres países es diaria, se ha convertido en rutina. En San Salvador existe un goteo de muertos, asesinatos, violaciones y amenazas continuas por parte de las pandillas. Esta realidad está totalmente asumida e integrada. Por tanto, podría hablarse de crisis humanitaria, pero está normalizada.

Cuando viajan en busca de oportunidades, son muchos los que se quedan por el camino o pierden extremidades del cuerpo. ¿A qué peligros se deben enfrentar?

El peligro físico es real ya que viajan en trenes de mercancías que no está hecho para transportar personas. Van agarrados como pueden en las partes superiores de los trenes o entre los vagones en viajes de entre 3.000 y 5.000 kilómetros. Muchas veces, se suben con el tren en marcha. Algunos se caen pero ese terrible riesgo es el menor, las autoridades abusan sistemáticamente de estos migrantes y les roban o secuestran para pedir a sus familiares dinero a cambio. Si no se produce ese pago, los secuestrados mueren en el instante.

En las instantáneas capturadas, la mayoría de hombres que viajan son hombres. ¿Cuál es el papel de las mujeres en esa búsqueda de oportunidades?

Sí, el 90% de los migrantes son hombres. Se asume de entrada que si eres mujer, en un viaje como estos, el 60% de ellas son violadas. Hay muchas que terminan secuestradas y metidas en redes de trata o en prostíbulos fronterizos con Guatemala.

Un nivel cultural que, de partida, ofrece menos oportunidades para ellas. ¿Supone un nivel extra de vulnerabilidad en situaciones de riesgo?

En Centroamérica sí. La situación de la mujer es extrema. La que decide emigrar tiene un extra de valentía. Muchas dejan atrás sus niños, pero otras los llevan consigo, con todo lo que ello puede conllevar.

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