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La doble baraja de la izquierda abertzale

Sortu emplaza al PNV a estar "juntos y en marcha" en el "proceso de paz"

Aitor Guenaga

Bilbao —

Los nombres propios, los liderazgos muy pocas veces han sido del agrado de los que históricamente han pilotado de verdad la izquierda abertzale que nunca ha condenado a ETA. Solo cuando un rostro ha servido para el objetivo político definido por el núcleo duro del mundo soberanista ha sido espoleado, paseado por los medios de comunicación y se han colocado los focos sobre su figura.

Bien lo sabe el abogado Txema Montero, caído en desgracia entre otras cosas por hablar claro tras el “múltiple asesinato” de Hipercor, en 1987, a manos de ETA. Precisamente el candidato que mejores resultados había logrado para la coalición Herri Batasuna en unos comicios, en concreto los europeos de 1987: 360.000 votos, 160.000 de esas papeletas procedieron de fuera de Euskadi. Cuando Montero fue laminado por los ortodoxos de la época -con el impulso de la vanguardia que todo lo decidía- dijo que pasaba de la primera línea a la sala de máquinas en un viaje que le llevó poco a poco a alejarse de la disciplina de la coalición hasta abandonarla definitivamente.

El caso de Laura Mintegi no tiene nada que ver con el de Txema Montero, salvo en que logró para la coalición EH Bildu el mejor resultado de la izquierda abertzale en las urnas después de un periodo de ilegalización que dejó completamente tocado al mundo abertzale que se resistía a romper amarras con la organización terrorista. Esta navarra afincada en Bizkaia y profesora de la UPV fue el 'rostro amable' que necesitaba el soberanismo para su rehabilitación en las urnas. Y sobre todo para intentar un sorpasso que no logró en las autonómicas de 2012 pero que aun busca denodadamente. Guante de seda, pero con puño de hierro cuando ha sido necesario no salirse de la ortodoxia. De nuevo nada que ver con Montero, cuya evolución política hacía imposible su continuación en un mundo encadenado a la negociación con ETA y a una vanguardia armada que todo lo decidía.

Hubo un momento incluso que Laura Mintegi pareció querer volar sola. Fue en los inicios, cuando se puso en valor a sí misma como candidata a lehendakari al ser preguntada por Arnaldo Otegi, ya entonces en prisión. “Quizá no hubiera sido el mejor lehendakari”, se atrevió a decir. “Otegi es el líder de una formación política, un excelente líder, pero el lehendakari tiene que tener una visión de país y no de partido”, señaló. Fue en el verano de 2012. Era la declaración perfecta de la candidata con aureola de independiente, la cabeza de cartel que pretendía pescar en todos los caladeros para enviar al PNV a la oposición.

Pero en estos casi dos años, la luz de Mintegi se ha ido apagando. La portavoz parlamentaria y jefa del primer partido de la oposición con 21 escaños que tendría que haber brillado sesión tras sesión fue perdiendo pegada. En materia de pacificación y final de ETA, el coportavoz Julen Arzuaga, que cuenta con el apoyo del sector que aun guarda las esencias de la antigua izquierda abertzale, ha sido quien ha llevado la batuta. Mientras el también parlamentario Hasier Arraiz, tras su nombramiento como presidente de Sortu, ganaba peso específico en los debates de altura en la Cámara. Y EH Bildu en su conjunto elevaba la crítica sectorial contra la acción del Gobierno de Urkullu. ¿Y el papel de Mintegi en la Cámara? Se iba diluyendo por momentos como el azucarillo que tanto citaba Ibarretxe cuando era lehendakari.

A Laura Mintegi no le han cortado la cabeza, simplemente le han ido arrinconando hasta dejarla en una esquina del cuadrilátero. Y antes que caer a la lona, mejor volver a tu puesto en la universidad, habrá pensado ella.

La coalición soberanista aprovechó su reunión con el PNV el pasado jueves para difundir la noticia, que luego fue acompañada por la propia Mintegi en una carta enviada a naiz.info. bajo el título “No es un adiós” donde explicaba sus razones para dejar la política. Era el momento perfecto para poner sordina a la decisión: verano y encima con una reunión al más alto nivel entre peneuvistas y Sortu, tras los últimos rifirrafes dialécticos entre ambos partidos.

Pero es necesario resaltar la estrategia de Sortu para que no quede difuminada por cuestiones colaterales como el abandono de Mintegi. Los dirigentes de la izquierda abertzale se van a empeñar en atar en corto al PNV en los dos temas básicos de la alta política vasca para los soberanistas: el nuevo estatus y el final de ETA y la política penitenciaria. En ambos asuntos llevan ya dos muescas en su cinturón soberanista: la manifestación conjunta por los presos en enero y lograr que al final el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, participara en la cadena humana Gure Eusku Dago. En Sortu no quieren ver a los jeltzales escorados hacia el PSE en la búsqueda de una mayoría que permita un acuerdo más transversal para sacar adelante su propuesta de nuevo estatus. Pero esa estrategia se combinará, las veces que sea necesario, con el látigo de EH Bildu en la Cámara ante la acción gubernamental del lehendakari Urkullu. Una doble baraja que tendrá su primera parada técnica tras las elecciones municipales y forales de 2015, cuando la política de pactos se ponga de nuevo a prueba en Euskadi.

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