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“¿Y si no vuelvo a trabajar?”

Parodia de entierro del empleo frente a un oficina de Lanbide en Bilbao

Eduardo Azumendi

Diez y media de la mañana del lunes. La oficina que el Servicio Público Vasco de Empleo-Lanbide tiene en el barrio de San Martín, en Vitoria, se encuentra atestada de ciudadanos. A pesar de la multitud, apenas hay ruido. Se vive el silencio. Aunque es un silencio deprimente. Raúl López de Foronda lleva casi una hora esperando su turno para que le atiendan. Sólo necesita un certificado y una consulta sobre su prestación de desempleo. “Los lunes por la mañana son especialmente complicados en esta oficina. Hay mucha gente y mucha angustia. Y lo peor es que me voy como vengo, con la sensación de que mi situación no va a cambiar”. Raúl, 43 años, electricista de formación lleva el último año en el paro. Una situación que, asegura, le va minando lenta, pero de manera inexorable.

“Aunque intentas evadirte, siempre hay algún momento a lo largo del día en el que te asalta el pensamiento: ´¿Y si no vuelvo a trabajar nunca más?´. Hasta ahora, esa idea no ha conseguido paralizarme y sigo adelante, pero mi vida familiar se está resintiendo porque estoy muy preocupado”.

Una turbación que resulta contagiosa a los 179.341 parados registrados en Euskadi durante el mes de marzo, 1.335 más que el mes anterior. Y un 10,76% más que hace un año. La mitad de los casi 180.000 desempleados lleva al menos más de un año en el paro. Sólo cuatro de cada diez de ellos perciben en estos momentos algún tipo de prestación o subsidio por desempleo. Esta es la actual radiografía del mercado laboral vasco, con un 2012 que ha resultado el peor año para el empleo desde que comenzó la crisis, allá por 2007.

Y 2013 también lleva un mal camino. Durante los primeros años de la crisis, el ritmo de pérdida de empleos fue muy inferior al que se está registrando ahora: en 2008 se perdieron 12.300 y en 2009, 26.600. Muy lejos de los 42.900 empleos destruidos en 2012.

Javier Ramos, ex director general del Servicio Vasco de Empleo-Lanbide y actualmente jefe del gabinete técnico de estudios de este organismo, no atisba, por el momento, luz al final del túnel. “¿Recuperación de la economía en 2014? Llevamos con esa música desde 2008, desde los famosos brotes verdes. Y dada la volatilidad de los acontecimientos es muy difícil hablar en el día a día de una posible recuperación”.

Así como en otras crisis había escenarios temporales esperados de salida, en la actual no hay nada. “Y ha sido tan importante la destrucción de empleo que para que una persona se pueda sentir esperanzada es preciso crear unos niveles de empleo altísimos. Para eso es necesario un crecimiento de la economía que no se va a producir en 2014”, lamenta Ramos.

Europa se encuentra lastrada por el déficit, las burbujas financiera e inmobiliarias, y todo ello hace que en un ámbito tan global como el actual todo dependa, según Ramos, de “lo bien que les vaya a otros y de lo bien que corrijas tus problemas estructurales. Estamos ante una crisis estructural”.

Mayor cualificación

“Lanbide ni crea ni destruye empleo, eso depende de la economía”, es una de las máximas de Ramos, que aún no han terminado de interiorizar los parados, quienes pisan las oficinas de empleo en busca de respuestas, consejo y algún tipo de solución. “Lanbide lo que hace es cualificar a las personas para que estén en las mejores condiciones de acceder a un puesto de trabajo cuando el mercado lo facilite. Ni más ni menos”. Los orientadores laborales de Lanbide transmiten ese mensaje a los desempleados cuando acuden a ellos desconcertados y angustiados por loo que están viviendo.

Yolanda Fernández es una de esas orientadoras. Desde hace medio año ha empezado a observar un fenómeno que cada vez va a más. “Empieza a venir gente muy cualificada. Tienen todo: idiomas, master, experiencia. Pero no hay hueco. El paro está aumentando más rápidamente entre las personas con mayor nivel de cualificación”. ¿Qué se puede hacer entonces? “Hay que buscar otro tipo de formación para ellos, abrir otra puerta. Hay que proporcionarles una orientación muy personalizada”.

Pero, sobre todo, Yolanda Fernández actúa más como psicóloga en una primera instancia. “Cada vez vienen peor psicológicamente porque se dan cuenta de que es más complicado volver al mercado de trabajo. Por eso, lo primero es recuperarles y darles mucho apoyo. La gente se encuentra muy vulnerable. Muchos se plantean que no van a volver a trabajar nunca más. Necesitan hacer algo, trabajar como voluntarios…Lo que sea. Si el estado anímico no es bueno, es muy difícil encontrar nada”.

Además, la orientadora mentaliza a los desempleados para que se conciencien de que ya nadie va a durar toda la vida en un puesto de trabajo e incluso es posible que ni siquiera vuelvan a trabajar en el mismo sector. Sin embargo, eso no supone un problema. “No hay miedo a la adaptación. El miedo real es a no encontrar nada. No se sabe por dónde va a tirar el mercado. Había nichos de empleo que parecían opciones reales y se han cerrado”.

Los jóvenes, principales afectados

Si hay algún colectivo especialmente sensible al ciclo económico es el de los jóvenes. Por eso están siendo los principales afectados por la crisis. Desde 2006, la tasa de paro entre los jóvenes de 16 a 24 años ha crecido en Euskadi del 6,6% al 39,3% actual. La gravedad de este elevado paro juvenil no sólo va a tener consecuencias para los individuos implicados, sino para el conjunto de la sociedad.

“El riesgo real para España es que los mejores cerebros se vayan fuera”, advierte Javier Ramos. “Se están marchando titulados técnicos, arquitectos, sanitarios, expertos en administración de empresas, ingenieros. Es una descapitalización fundamental”. La idea de salir fuera de Euskadi le empieza a rondar con fuerza a Ainara Galarreta, una joven ingeniera de 32 años, que desde que terminó la carrera hace un seis años apenas ha podido trabajar dos en lo que se ha formado. Ha ido dando tumbos en trabajos eventuales sin relación alguna con la ingeniería. “He trabajado en la hostelería, como repartidora y para el Ayuntamiento de Vitoria. Pero esa puerta se ha cerrado por ahora con los recortes en las sustituciones. Creo que voy a probar suerte en Madrid porque aún no he mirado las opciones que hay en Europa. Me da mucho vértigo pensar en eso ahora”.

Ainara es consciente de que la imposibilidad de acceder a un puesto de ingeniera por ahora puede dejarla descolgada a medio plazo, cuando se reactive la contratación y tenga que competir con cohortes de jóvenes recién salidos de sistema educativo, que será la opción preferente para las empresas.

Paro desanimado

Si a los 15.000 jóvenes menores de 25 años actualmente en desempleo se añaden los 17.000 inactivos que ni están cursando estudios reglados ni buscan empleo, la cifra de desempleo juvenil alcanzaría a más de 32.000 personas, casi el 56% de los jóvenes entre 16 y 24 años disponibles para trabajar. Es decir, existe un paro desanimado, un colectivo donde cunde el desaliento y lleva a algunos jóvenes a abandonar por completo la búsqueda de un trabajo.

Los jóvenes afectados no forman un grupo homogéneo. Entre ellos se encuentran áquellos que han renunciado a buscar trabajo por las escasas posibilidades de encontrarlo durante la recesión y también los que consideran que los trabajos disponibles son de baja calidad y no están a la altura de sus aspiraciones. Pero también hay jóvenes que han abandonado los estudios o que pertenecen a familias disfuncionales.

Ahí surge la opción de las empresas de inserción. Txema Ruiz de Apodaca, director comercial de la empresa de inserción Berezi 99, resalta que este tipo de sociedades es “un eslabón entre la gente que se encuentra en riesgo de exclusión social y el mercado normalizado. Hay gente que se introduce en una espiral y no puede salir porque no tiene formación. No sabe cómo llegar al mercado, no sabe cómo hacer un currículum. La empresa de inserción es el camino donde se le da un trabajo de un año (estabilidad) y mucha formación, que es la vía para un trabajo digno”.

Ruiz de Apodaca abunda en que para este tipo de personas, muchas de ellas al borde de la exclusión social, “el trabajo es el mejor medio de protección social, por encima de cualquier tipo de ayuda. Vamos acumulando trabajo y lanzamos una oferta de trabajo a Lanbide, que nos manda una serie de candidatos y elegimos. No hace falta que sepan de lo nuestro. Ya nos encargamos de formarles y que tengan aptitud ante el trabajo”

Apuesta por el autoempleo

La agilidad y flexibilidad con la que funciona Cáritas le han convertido en un referente para muchas personas que buscan desesperadamente una oportunidad. A lo largo del año pasado gestionó alrededor de 300 contratos de trabajo. Ramón Ibeas, responsable de Cáritas de la Diócesis de Vitoria, apunta que el perfil danterior a la crisis de trabajador por cuenta ajena “va a desaparecer para una buena temporada y por eso hay que apostar por el autoempleo”.

“Hasta 2005 y 2006 nos resultó muy fácil la gestión del empleo, pero en 2007 se empieza a complicar todo. Hay diferentes colectivos y cada uno requiere una atención diferente. El núcleo duro del paro son los mayores de 45 años que siempre han trabajado en lo mismo. En el lado contrario, tenemos a los emprendedores, que no responden a un patrón de edad, sino de posibilidad y capacidad de iniciativa”.

“Lo que nos queda a los que trabajamos en el tercer sector es dejar de mirar a la administración, entrar en gestiones mucho más dinámicas y tratar de favorecer el autoempleo”. Hay problemas, pero también hay soluciones, es el mensaje final de Ramón Ibeas.

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