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Las encuestas electorales... las carga el Diablo

Candidatos de Podemos, en el acto electoral de arranque de campaña.

Aitor Guenaga

La encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) es ya un clásico de todas las campañas electorales. Y el Sociómetro vasco no le va a la zaga. Y pueden resultar sorprendentes los resultados tan dispares de una misma capital -pongamos Vitoria- en relación a la previsión de resultados para el próximo 24 de mayo. Y no es para menos, aunque visto lo sucedido la víspera en Gran Bretaña, lo inimaginable puede convertirse también en realidad.

Todo el mundo se puede imaginar la cara del ya exlíder de los laboristas británicos, Ed Miliband, cuando iba avanzando el recuento de los resultados en el Reino Unido. En menos de 24 horas se había pasado de un empate técnico -el que avanzaban las últimas encuestas electorales- entre 'tories' y laboristas a una mayoría absoluta en toda regla del Partido Conservador y de su candidato a la reelección a inquilino del 10 de Downing Street, David Cameron. Los analistas británicos han cargado contra las encuestas y sus errores que, a posteriori, se han demostrado de bulto.

De hecho, la propia inexactitud en los sondeos ha motivado que el British Polling Council, la asociación que agrupa a las empresas demoscópicas en el país, haya abierto una investigación sobre los métodos que se utilizan para determinar la intención de voto. “El hecho de que las encuestas hayan subestimado el liderazgo de los conservadores sobre los laboristas sugiere que los métodos que se utilizaron deben ser revisados con detenimiento en una investigación independiente”, señalaba la asociación en un comunicado tras conocerse unos resultados que en nada se asemejaban a esa pugna tan reñida que predecían las encuestas. Solo la decisión en sí, al igual que las dimisiones de los líderes de los partidos arrumbados por la ola conservadora, evidencia lo asentado de una democracia como la británica.

Y, visto lo ocurrido en el Reino Unido, la pregunta que se puede formular en el caso del País Vasco es: ¿puede suceder una cosa similar también aquí?

Para empezar, la ciudadanía de Euskadi -y la del resto de España- lleva más de un año sometida al escrutinio de la lupa sociológica. Y lo que se ha constatado en todos estos meses es la volatibilidad del voto. El País Vasco acabó el año con unos datos que revolucionaron la política vasca: el Euskobarómetro revelaba en diciembre que el tsunami Podemos -que para entonces era ya primera fuerza en intención de voto directo en España- también llegaba a Euskadi. Este periódico titulo entonces aquella crónica de esta manera: Podemos, a un paso de desplazar al PNV del liderazgo electoral.

La formación, que entonces era solo la de Pablo Iglesias -en Euskadi ni siquiera habían elegido a sus líderes municipales, ni se conocía el nombre de Roberto Uriarte, actual líder de partido en el País Vasco- había terminado por agrietar la sólida mayoría peneuvista y se colocaba a un par de escaños (21/22) del partido de Andoni Ortuzar (22/23). O eso parecía.

En el último Sociómetro vasco, difundido el primer día de campaña, Podemos entraba en todas las Juntas Generales, pero en un modesto cuarto puesto en todas ellas. El PNV seguía reinando en Bizkaia y ningún partido le soplaba la nuca, mientras que la situación en Álava era de empate entre los peneuvistas, EH Bildu y el PP. Por otra parte, algo que históricamente siempre ha sido así: esa provincia se ha decidido en un puñado de votos que a veces no ha superado las 200 papeletas. Luego, de revolución nada. Como ha dicho algún candidato, al valorar la encuesta del CIS “parece que el suflé de algunos partidos” está bajando, en clara alusión a la formación de Iglesias.

Y si se compara el último CIS -que únicamente ha elegido la capital alavesa para escutrar la intención de voto- con el Sociómetro difundido el pasado viernes, los resultados no pueden ser más diferentes. Es cierto que ambas dan la victoria a Javier Maroto. Pero la encuesta fabricada por el Gobierno vasco otorga seis ediles tanto al PP, como al PNV y EH Bildu (aunque en la estimación de voto los populares obtienen el 20,5%, el PNV un 20% y EH Bildu un 19,5%). En cambio, el CIS concede una victoria mucho más holgada al PP en la capital alavesa. La encuesta del CIS del mes de abril muestra la victoria en la capital alavesa con ocho concejales y una intención de voto del 25,9%, muy por delante de los dos partidos que le siguen empatados en ediles: PNV y EH Bildu logran cuatro ediles cada uno con un empate técnico en intención de voto de 17,8% (la coalición soberanista) y un 17,7% (el PNV).

¿Han fallado las encuestas? Todo parece indicar que más bien lo que está ocurriendo es que el espectro sociológico chequeado por el CIS, el Sociómetro o el Euskobarómetro está cambiando a paso agigantados. Y las encuestas, no hay que olvidarlo, muestran más bien tendencias. Y puede ocurrir que lo que un estudio sociológico no ve en un mes, aflora dos meses más tarde y se hace mucho más real cuando se abre las urnas -como ha ocurrido por ejemplo en los comicios en Andalucía con el caso de Ciudadanos-. O, justo lo contrario, que lo que parecía una revolución electoral, termina por adoptar una forma más real unos pocos meses después.

La respuesta final, ya saben, el 24-M a partir de las 23 horas.

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