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“Se repetirán pandemias como la actual”

Anton Erkoreka.

Eduardo Azumendi

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La peste, el cólera o la tuberculosis son nombres que retrotraen a siglos pasados, cuando estas pandemias masivas y brutales diezmaron a la población. Pero desde finales del siglo XIX han ocupado su lugar las pandemias víricas, que han marcado los últimos 130 años. Anton Erkoreka, especialista en historia de las enfermedades y director del Museo Vasco de Historia de la Medicina de la Universidad del País Vasco, lo tiene claro: “La emergencia que vivimos no es la primera ni será la última”. Las epidemias y pandemias parece que han venido para quedarse. “Todos los que hemos investigado sobre las gripes pandémicas, hemos repetido que episodios de este tipo de gripe han ido apareciendo, desde el 1500, dos o tres veces por siglo”, indica. Erkoreka cree que el perfil que va tomando la pandemia, este mes de marzo de 2020, se parece cada vez más a la primera onda de la pandemia de gripe española, en la primavera de 1918, “Esa pandemia de gripe fue la más grave e importante de la Edad Moderna y alargó sus tentáculos hasta 1920”.

Entre otras preocupaciones, lo que le inquieta y le sorprende a este estudioso de las enfermedades es “la falta absoluta de previsión” que ha habido. “No puedo entender que España no sea capaz de fabricar pruebas diagnósticas del Covid-19. Hay laboratorios e importantes industrias farmacéuticas en varias ciudades de España”.

¿Qué enseñanzas se pueden aplicar a la situación actual de anteriores pandemias?

Todas, las pandemias repiten una serie de pautas que siempre tenemos que tener en cuenta. Hasta finales del siglo XIX, Europa sufrió múltiples y gravísimas pandemias: peste negra, viruela, tifus exantemático, cólera y una última gravísima enfermedad endémica que fue la tuberculosis. 

A finales del siglo XIX se inician una serie de pandemias víricas que continúan hasta nuestros días: en 1889 vino desde China a Rusia y desde allí a toda Europa y al mundo, una gran pandemia de gripe que se denominó 'gripe rusa' y que causó una tasa de mortalidad de 2,1 personas por cada 1.000 habitantes; luego vino la 'gripe española' de 1918 que causó la muerte al 2,5 % de toda la población mundial; la 'gripe asiática' de 1957 que mató 1,1 millones de personas y la mal llamada gripe A (H1N1), que cursó con menos muertos que las gripes estacionales.

En los últimos 20 años hemos tenido múltiples avisos de pequeñas, pero significativas epidemias que empezaron en 1997 con un brote de gripe aviar (H5N1) en Hong Kong que se transmitió a personas y luego entre ellas, dando una tasa de mortalidad muy alta entre los afectados. Muriendo más de la mitad de ellos; Después vino el SARS, hermano gemelo del actual coronavirus, que produjo una gran alarma, mató casi el 10 % de los afectados, pero desapareció, se volatilizó, cuando llegó el varano de 2003. El MERS, primo lejano del actual coronavirus apareció en los desiertos de Oriente Medio dando una mortalidad más alta entre los afectados pero también desapareció. No voy a entrar en los episodios de ébola porque, desde Europa, algunos creen que están en la 'lejana' África y no le dan importancia, pero que debemos tenerlo muy en cuenta, como la pandemia de zika, que parecía que iba a afectar los Juegos Olímpicos de Brasil, y también desapareció por esas fechas. 

Usted es un investigador de la conocida como gripe española, ¿hay  algunas similitudes?

La alarma de 1997 por el brote de Hong Kong disparó las investigaciones sobre el virus de la gripe, identificando y caracterizando el agente responsable de la pandemia de 1918, el H1N1, en cadáveres conservados en el permafrost en Alaska. Desde entonces se han multiplicado los estudios históricos sobre las gripes pandémicas que ya las conocemos muy bien, y sobre las que hemos hecho múltiples publicaciones en los últimos años.

En marzo y abril de 1918 tenemos documentado que miles de soldados de todos los países contendientes en la Primera Guerra Mundial padecieron una epidemia de gripe muy leve que también pasó a la población civil del continente. Los meses de mayo y junio, la epidemia que ocurrió en Madrid fue muy  importante y significativa desde el punto de vista epidemiológico. La ciudad tenía 600.000 habitantes y, en un período de unos 25 días enfermaron, al menos 300.000, falleciendo 1,7 por cada 1.000 habitantes de la ciudad. Esta es una cifra significativa y muy próxima a la que, globalmente, produjo la anterior pandemia de gripe rusa de 1889-1890. Precisamente la gravedad de ese episodio fue lo que llevó a un periodista británico a denominarla 'spanish influenza' que ha quedado en la literatura científica mundial hasta nuestros días.

En verano, aquel virus de la gripe dejo de circular en Europa, pero mutó, se hizo extraordinariamente virulento y, a partir del mes de septiembre, apareció brusca y simultáneamente en casi todo el mundo. Para mi esa simultaneidad es uno de los grandes misterios de pandemia gripal de 1918 ya que los barcos tardaban semanas en atravesar el Atlántico o el Pacífico. Entre septiembre y noviembre ocasionó unos 40 millones de muertos. Si le añadimos el resto de fallecidos en las otras ondas u oleadas, podemos afirmar que falleció el 2,5 % de toda la población mundial. La segunda onda actuó sobre todo en el hemisferio norte; en el hemisferio sur fue más grave la tercera onda de 1919 y sus tasas de mortalidad variaron mucho de unos países y regiones a otros: en Europa solo mató el 1 % de su población mientras que en Africa parece que mató el 3 % de la población.

En mi opinión, en este momento, parece que el coronavirus, SARS-CoV-2, está actuando como aquel virus influenza (H1N1) en su primera onda. Aquel episodio de mayo-junio de 1918 de Madrid podría ser comparable al de marzo-abril de 2020. Si nos facilitaran los datos brutos del número de fallecidos, por todas las causas, que se están inscribiendo cada día en el Registro Civil, en ciudades como Madrid o Vitoria-Gasteiz, entre enero y ahora, podríamos comparar esas curvas e identificar la sobremortalidad atribuible a esta pandemia.   

Sobre el caso de Madrid, cuando llegó la virulenta oleada de otoño, sólo murieron 3,4 por cada 1.000 habitantes, mientras que en las provincias del norte de la Meseta que apenas habían padecido la primera onda, como Burgos, Palencia o Zamora murieron 16 por cada 1.000 habitantes. Sus habitantes no estaban inmunizados y el virus causó una verdadera hecatombe en esas provincias.

¿El mejor método para preservar a la población de las pandemias es el confinamiento?

Las cuarentenas se han usado desde el siglo XIV, a raíz de las grandes pandemias de peste, consistiendo en recluir los barcos sospechosos, las personas y las mercancías durante 40 días. Hoy en día y para esta enfermedad sólo confinamos en domicilio durante 14 días porque se supone que, pasados esos días ya se han tenido que presentar los síntomas y dejan de ser contagiosos.   

Permítame una anotación de carácter simbólico, porque la palabra 'cuarentena' es un término bíblico y arquetípico. El diluvio destruyó todas las formas de vida como castigo contra los humanos por volverse contra la tierra y contra Dios.  Pasado el diluvio, Noé permaneció 40 días en el Arca varada en el monte Ararat, esperando a que la vida volviera a renacer en la tierra. Cuando una paloma le trajo una hoja de olivo, los humanos y los animales supervivientes salieron del Arca a repoblar nuevamente el planeta. Una bonita historia bíblica que además es un arquetipo con aplicaciones actuales, porque estamos destruyendo el planeta, con la superpoblación, la contaminación, estamos llenando todos nuestros terrenos fértiles y nuestros montes de cemento, asfalto, basuras, pistas, fumigaciones inútiles… Tenemos que tomar en serio el respeto a nuestro planeta, al medio ambiente y tomar medidas radicales e inmediatas contra el cambio climático porque esto que está pasando, no es una casualidad…

¿Habría que endurecer el confinamiento actual? ¿Restringir aún más la movilidad?

Dentro de la cuarentena hay niveles y modalidades que se tienen que ir implementado: los cordones sanitarios, los lazaretos, los confinamientos a domicilio, los aislamientos comunitarios, etc… E ir acomodándolos a los resultados obtenidos. Cada país los ha ido aplicando a su aire, empezando por China que lo ha hecho a lo bestia con un resultado, aparentemente, bueno y que, también, aparentemente, le está permitiendo volver a la normalidad en un lapso de tiempo aceptable.

El confinamiento tiene un elevado impacto económico y social. ¿Es soportable en una sociedad como la actual?

Sin lugar a dudas, sí es soportable en una sociedad moderna y desarrollada como la nuestra. Estos días, hablando con un economista e historiador, me defendía con ardor que todo el aparato productivo mundial está intacto. Que esto no es la Segunda Guerra Mundial en que media Europa fue bombardeada y destruida y tuvieron que empezar de cero, reconstruyendo infraestructuras, industria, comercio, etc… Solo es un paréntesis, hemos congelado la actividad laboral pero, en cuanto termine el problema sanitario –y terminará como ha ocurrido con todas las pandemias-, hay que ponerse manos a la obra.

Lo que me preocupa es la falta absoluta de previsión que ha habido en este tema. No puedo entender que España no sea capaz de fabricar pruebas diagnósticas del Covid-19. Hay laboratorios potentes, como Uriach en Catalunya, Faes en el País Vasco y otras importantes industrias farmacéuticas en Madrid, Andalucía, Galicia y otros lugares. ¿Cómo no tiene desarrollada y comercializada esta prueba? ¿Cómo no hay producción nacional de mascarillas y material de aislamiento o desinfección? ¿Cómo hemos llegado a la situación de que España se dirija a empresas chinas pagando 450 millones para recibir la mercancía en abril y sin garantías?

Nuestras universidades, nuestros centros de investigación y nuestras empresas están llenos de profesionales competentes, investigadores, investigadoras y estudiantes con ganas de trabajar. Hay que contar con ellos y ellas, disponer de bases de datos en las que consten los temas de investigación y conocimiento de personas e instituciones. Y, por supuesto, apoyar decididamente desde nuestros gobiernos, una sanidad y una universidad pública y de calidad. Sin que ello suponga un menosprecio de las universidades y de la sanidad privada que son un complemento imprescindible y de alta calidad en muchas áreas.

¿Debe acostumbrarse el mundo a sufrir periódicamente episodios de este tipo?

Si en los últimos veinte años hemos tenido varios episodios preocupantes que anunciaban este y otros episodios similares, como así ha sido, seguro que se seguirán repitiendo. 

Todos los que hemos investigado sobre las gripes pandémicas, hemos repetido que episodios de este tipo de gripe han ido apareciendo, desde el 1500, dos o tres veces por siglo. Y que hay que distinguirlos bien de las gripes estacionales que aparece todos los años en otoño-invierno y duran unos pocos meses. En enero de 2019, la propia Organización Mundial de la Salud publicó un informe alertando de '10 amenazas para la salud global', y después de la contaminación y las enfermedades no transmisibles citaba una “pandemia global de influenza”. El día 24 de ese mes y año, publicaba un informe titulado 'Influenza: are we ready?'. Y efectivamente no estábamos preparados porque un virus similar, el coronavirus, ha cogido por sorpresa a nuestros gobiernos que han tenido que ir a remolque de lo que estaba pasando. 

Hay otro personaje muy interesante y, todo hay que decirlo, admirable, Bill Gates, que estos últimos años ha destacado por una verdadera labor filantrópica en el Tercer Mundo, en la lucha contra las enfermedades y en el desarrollo de vacunas, por ejm contra la malaria. Hace tres años, en un Congreso, anunció que se esperaba una gran pandemia que mataría a más de 20 millones de personas en todo el mundo. Obtuvo muchas críticas y el calificativo de alarmista, pero su aviso quedó en el aire.  

Modelo chino, modelo coreano, modelo anglosajón (contagio comunitario)… Ni los científicos aciertan a ponerse de acuerdo con la mejor fórmula para combatir el virus. ¿Qué opina?

Aquí se está siguiendo una especie de modelo chino suave que ya veremos qué resultado nos da. Ahora toca seguir las instrucciones de las autoridades sanitarias y cooperar, manteniéndonos estrictamente en casa, no divulgando bulos y chistes estúpidos en las redes y ayudando, cada uno de nosotros, en lo que está en nuestras manos. Nuestros profesionales sanitarios y de todo tipo de servicios imprescindibles, a todos los niveles, están actuando con un valor y una destreza increíbles, a pesar de los pocos medios con que cuentan. Muchos de ellos están, literalmente, jugándose la vida y eso es algo que todos se lo debemos agradecer. Gracias a todos los que mantienen este país y, si hubiera que criticar retrasos en la aplicación de medidas o fallos, ya se hará cuando pase la pandemia y podamos recapacitar sobre la misma y, sobre todo, prepararnos para la siguiente gran pandemia.

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