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62 familias participan en el proyecto Izeba para la integración de menores tutelados

Leyre González Grande

San Sebastián —

Ya han pasado cuatro años desde su creación y tras este periodo, desde la fundación Baketik se enorgullecen de uno de sus programas más exitosos, el proyecto Izeba. La idea, surge en 2009 con el fin de crear “tíos acogedores o familias de apoyo para menores extranjeros no acompañados” explica Kristina Soares, responsable del proyecto.

Aunque desde entonces la idea ha evolucionado, el programa se creó con la intención de tratar de “extender la red de relaciones de estos menores” a fin de promover un proceso de transformación personal, o convivencial en este caso, con un sentido ético. De 2009 a 2012 se crearon 30 vínculos que permanecen en la actualidad, y a partir de 2012 (fecha en la que el programa se extendió también a menores autóctonos), la cifra se duplicó, sumando en la actualidad hasta 62 familias de acogida para estos chavales.

En algunos casos, las relaciones no han funcionado o se han perdido por el camino, pero como dice la responsable, “la mayoría de los que empiezan le ponen voluntad. Al fin y al cabo nadie les obliga, los propios chavales también tienen la opción de participar voluntariamente o no, con lo que generalmente las relaciones terminan siendo muy exitosas y muy cercanas”.

Una visita a la semana

Se realiza mínimo una visita a la semana, pero en muchos casos, “incluso los voluntarios han viajado con el joven a Marruecos para conocer a la verdadera familia del chaval”. “Lo acogen en casa como uno más”, dice Soares, y aunque es cierto que los jóvenes no pasan todo el tiempo con su familia de acogida, “cuando están en casa, las propias familias te dicen que lo tratan como a cualquier otro integrante, dándole el mismo cariño o pegándole una bronca o poniéndole límites cuando lo creen conveniente”.

Desde la fundación procuran, especialmente en el caso de los menores extranjeros, “eliminar los prejuicios que en muchas ocasiones se generan entorno a estos jóvenes, que muchas veces se envían de manera estereotipada desde los propios medios de comunicación”, aseguran. “A menudo ocurre que con este tipo de informaciones creemos saberlo casi todo sobre ellos y nos sentimos en disposición de enjuiciarlos y etiquetarlos colectivamente”, critica.

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