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Un gran acuerdo para Euskadi

Koldo Mediavilla

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Los acuerdos políticos, los firmen quienes sean, siempre son positivos. Acostumbrados como estamos a la disputa o la descalificación, cualquier consenso debe ser resaltado como un valor positivo. Y este acuerdo, rubricado por el PNV y el PSE (mantenemos la puerta abierta a que se puedan sumar otras formaciones políticas), lo es aún más por cuanto pretende servir para sumar fuerzas que posibiliten luchar contra la crisis económica a través de la reactivación económica y el empleo.

Desde que, tras las elecciones, el PNV iniciara contactos con todas las formaciones políticas para la conformación del Gobierno, hemos recalcado la necesidad de alcanzar grandes acuerdos que dotaran de estabilidad al país y posibilitaran la salida de la crisis. Entonces, quizá por la cercanía de los comicios y por la situación de cada partido tras el resultado de las urnas, el acuerdo no fue posible.

Ya en su discurso de investidura, el propio Lehendakari propuso ámbitos de concertación y acuerdo que también fueron rechazados. Se armó un bloqueo por parte de los partidos de la oposición que finalizó con la retirada del proyecto presupuestario para el ejercicio 2013.

Sin embargo, ni el PNV ni el Lehendakari arrojamos la toalla. En mayo, el lehendakari convocaba una cumbre de partidos que la mayoría de la opinión publicada consideraba que estaba abocada al fracaso. No obstante, de aquel encuentro se fraguó una especie de deshielo. En aquella cita, el PNV volvió a poner encima de la mesa la necesidad de pactar, en su globalidad, una reforma tributaria para el conjunto de la Comunidad Autónoma. El Partido Socialista aceptó entrar a evaluar la posibilidad de llegar a grandes acuerdos de país, y a partir de ambas voluntades iniciamos un camino de encuentros, de diálogo y de negociación que nos ha conducido hasta el acuerdo que el próximo lunes, afortunadamente, rubricaremos.

En trazos gruesos, diremos que el consenso alcanzado es bueno para el país, porque suma esfuerzos y recursos para el objetivo y la ambición principal del Gobierno vasco en este momento: la salida de la crisis. Esa es la prioridad número uno en la actualidad: la reactivación económica y la creación de empleo.

También es un buen acuerdo porque abarca una perspectiva muy amplia, pues compendia una multiplicidad de programas, fondos, instrumentos y políticas públicas.

El consenso alcanzado es un acelerador en la salida de la crisis. No depende del juego de mayorías o minorías, ni tiene su origen en la debilidad de ninguna formación política: nace de la necesidad que tiene este país de estabilidad y de acuerdos, y aunque, lamentablemente, aún hay gente que está atravesando (y que seguirá atravesando) una situación difícil, o precisamente por ello, este acuerdo garantiza el mantenimiento de los servicios públicos en materia de educación, sanidad y prestaciones sociales, algo que no está ocurriendo en muchos otros puntos del Estado español.

En lo que se refiere al ámbito tributario, el pacto alcanzado es la plasmación de una vieja reivindicación del PNV, como era una reforma fiscal global y no los parches que, al albur de los factores económicos, sociales o políticos de cada momento, han ido proponiendo otras formaciones en los últimos tiempos.

La reforma tributaria no se traduce en una subida de impuestos para la ciudadanía, sino que configura una presión fiscal justa y equitativa, de modo que pagará más quien más tiene, y no quien peor lo está pasando ni quien llega a duras penas a fin de mes. Asimismo, este pacto posibilita la actualización y adecuación de la fiscalidad a la situación económica actual, distinta a la de hace unos años.

Finalmente, el compromiso alcanzado dibuja un escenario de certidumbre fiscal que, sin lugar a dudas aporta al tejido industrial vasco la confianza necesaria para el desarrollo y la expansión de su actividad.

De forma resumida, el acuerdo aporta estabilidad, certidumbre y compromiso para la reactivación económica y el empleo y para el sostenimiento de los servicios públicos básicos. Unos valores que la propia sociedad vasca nos exigía consensuar para que, entre todos, o al menos entre una mayoría, posibilitemos a la ciudadanía tener la esperanza de recuperar el bienestar perdido en estos años de crisis.

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