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La legislatura se le escapa de las manos, lehendakari

Urkullu no descarta el 26 de junio para elecciones vascas si hay generales

Aitor Guenaga

La ciudadanía vasca (y por ende la española) debe estar perpleja por el desenlace que está a punto de tener lugar respecto a la gobernabilidad en este país. O más bien por la manifiesta incapacidad de las fuerzas emergentes y de los partidos tradicionales de pactar una investidura exitosa en España. Ya no vamos a hablar de un Gobierno solvente y con vocación de acabar una legislatura cuyo arranque se ha puesto tan cuesta arriba que los porteadores políticos han decidido empezar a bajar antes incluso de hacer cumbre.

En la vida (y en la política también) hasta el rabo todo es toro. Y hay que extremar cualquier juicio definitivo sobre el epílogo de esta sucesión de encuentros, planes, ruedas de prensa, propuestas, consultas a la militancia, encuentros, planes, ruedas de prensa... Todo para volver a la casilla de salida.

Lo único claro si se repiten los comicios generales -a lo que parece estamos abocados si no media un giro copernicano en las posiciones actuales de PSOE, Podemos o de Ciudadanos- es que los partidos que obtengan representación volverán a hacer caja del erario público. Algo que se tiende a olvidar. Es decir, que las subvenciones que legalmente obtienen las formaciones que logren representación en el nuevo hemiciclo resultante engrosaran las maltrechas economías de prácticamente todas las siglas (algunas en situación límite desde hace tiempo, como el caso de Izquierda Unida). Puro cumplimiento de la ley electoral.

España no es Francia, país que parece estar viviendo en estos momentos su particular 15-M con el movimiento de los #NuitDebout (noche en pie, en la lengua de Montesquieu), Pero de alguna manera se le parece, como observaba con acierto el director del Euskobarómetro, el catedrático de Ciencia Política de la UPV, Paco Llera, tras presentar esta semana los resultados de la última oleada de esta prestigiosa encuesta que nació hace décadas en la Universidad Pública Vasca (UPV/EHU). El país que acuñó lo de Liberté, Égalité y Fraternité (junto a la guillotina de Robespierre y el Reino del Terror) nos enseña que en estas nuevas situaciones que vivimos en política, lo de las segundas vueltas es una posibilidad aunque no sea algo propio del modelo político español. Novedades que parece han terminado por “contaminar” al País Vasco, al lehendakari y al PNV de Andoni Ortuzar.

Ahora el lehendakari Urkullu asegura que no le hace ascos a que coincidan las elecciones autonómicas, previstas en un calendario electoral normalizado para otoño, con la cada vez más evidente repetición de los comicios en España: el 26 de junio. En una situación normal, ha precisado Urkullu, las elecciones vascas serían en otoño. Pero es que en la política española nada es normal, salvo que parece que se ha 'afrancesado' sin pedir permiso a una ciudadanía hastiada por el “espectáculo” de 110 días (y siguientes si nadie lo remedia). Y en el fondo de esa foto fija se puede ver el humo ascendente de un puro habano del presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, frotándose las manos y haciendo bueno su 'Mariano style', esto es, dejar que las cosas fluyan por si solas hasta que cada pieza vuelva a caer en su posición original: la de la noche electoral del 20-D.

¿Realmente tienen el PNV y el lehendakari sobre la mesa la posibilidad de hacer coincidir ambos comicios? Sería otra novedad en esta ristra de sorpresas políticas en las que llevamos inmersos desde meses. ¿Es que nadie se acuerda de lo complicado que lo tuvo el partido de Andoni Ortuzar para sacar cabeza en la precampaña y campaña de las generales? Y si el lehendakari acaba de celebrar los 1.000 días de su programa -en realidad unos cuantos meses mas- al grito de “no es el final de la legislatura” y “seguimos trabajando” porque queda mucho “trabajo por hacer”, ¿por qué va a arriesgarse a unir su suerte a los resultados de unas elecciones generales que históricamente penaliza a los partidos nacionalistas frente a los constitucionalistas? Sin olvidar otro 'pequeño' detalle: la fuerza que ganó en votos la partida del 20-D en Euskadi no fue el PNV, sino Podemos.

Claro que en esa misma efeméride, Íñigo Urkullu también dijo que el programa estaba cumplido prácticamente al 90%. Algo difícil de sostener cuando, a estas alturas de legislatura, las proposiciones de ley propuestas por los grupos parlamentarios (30) y de Iniciativa Popular Legislativa (6) superan a las registradas por el Ejecutivo (24). O cuando hemos conocido este semana que el Ejecutivo de Urkullu gastó en 2015 un total de 660 millones menos de lo presupuestado vía inejecuciones para hacer frente a la merma en la recaudación tributaria. O todavía no ha llegado a cumplir el plan legislativo de 29 proyectos de ley comprometidos al inicio de su mandato. Y en caso de aprobar los proyectos que quedan será más bien para “arrojarlos a la Cámara” -como aseguran los socialistas vascos- sin posibilidad alguna de ser aprobados. Solo para poder decir algo que Urkullu repite como un mantra en sus últimas comparecencias públicas: “el cumplimiento de la palabra dada”, lo que a todas luces sera una de las consignas del PNV en campaña.

Como dijo Llera el pasado viernes, lo que se va a ventilar en esa segunda vuelta 'afrancesada' no va a ser la confrontación de programas, nadie va a modificarlo si finalmente se repiten los comicios. “La próxima campaña va a girar en torno a qué alianzas y que mayorías apoya el electorado” y los partidos en liza, en palabras del director de Euskobarómetro. Y ahí el PNV poco o nada tiene que decir, como se ha podido comprobar en estos 110 largos días de Gobierno en funciones. Hay una interpretación que algunas personas han lanzado para intentar argumentar que Urkullu esté valorando la posibilidad de convocar los comicios autonómicos el próximo 26 de junio: que el PSE, su socio en casi todas las instituciones vascas, obtendría un mejor resultado que el que le otorgan las últimas encuestas para otoño. Unas encuestas que, por primera vez en mucho tiempo, abren la puerta a desplazar al PNV del poder desde un eje de izquierdas (Podemos, EH Bildu, PSE-EE). Algo que puede parecer muy improbable ahora -¿no lo era también el pacto entre PSOE y el partido de Albert Rivera?-, pero que no es descartable en absoluto.

En el PNV sonríen cuando escuchan esa interpretación porque como todo el mundo sabe unas elecciones se convocan para ganarlas, no para que otros partidos puedan mejorar resultados, apostillan. Y una cosa es cierta: la maquinaria del PNV está engrasada y con el candidato claro, algo que solo comparten los socialistas de Idoia Mendia. Podemos y EH Bildu, las dos fuerzas que disputan la hegemonía al PNV, sobre todo la formación morada, siguen sin candidato (a). Los primeros con un proceso de auditoría de los resultados de las primarias realzadas para elegir a la nueva secretaria general y la coalición soberanista incapaz de taponar la fuga de votos hacia la formación que lidera Nagua Alba. Alba y Hasier Arraiz se reunirán este lunes en Bilbao, será interesante conocer lo que puedan tratar sobre nuevas mayorías en Euskadi para “quitar” al PNV del poder, independientemente de cuándo convoque finalmente el lehendakari las elecciones. En todo caso, la legislatura de Urkullu está vista para sentencia.

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