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“El lehendakari ha quemado las naves al poner todos los huevos en la misma cesta”

Txema Urkijo posa en Llodio minutos antes de la entrevista.

Aitor Guenaga

Llodio —

La entrevista con Txema Urkijo (Llodio, 1961), el asesor de víctimas del lehendakari cesado la semana pasada por Urkullu tras sus desavenencias con Jonan Fernández, tiene lugar el sábado a primera hora en la terraza de un hotel de Llodio, justo al lado del tanatorio en una zona fabril de la localidad alavesa. Y pese al día plomizo, el interlocutor se presenta ante eldiarionorte.es más vivo y activo que nunca. Con las ideas muy claras, las mismas que le trasladó al lehendakari hace dos viernes en la entrevista que mantuvo con él para hablar de la situación insostenible a la hora de “trabajar en equipo” -como deseaba Urkullu- con el secretario general de Paz y Convivencia, Jonan Fernández. La entrevista se interrumpe en numerosas ocasiones por los saludos de sus vecinos.

Pregunta. La fotografía del viernes del lehendakari con su nuevo equipo de Paz y Convivencia Aintzane Ezenarro y Enrique Ullibarriarana pretende ser la foto de que la crisis abierta con su cese se ha terminado.

Respuesta. Sí, esa es la obligación del Gobierno y del lehendakari: intentar proyectar la imagen de que la crisis se ha cerrado con esa imagen, efectivamente.

P. Lo que no está tan claro es que eso sea así, visto de nuevo las reacciones en contra de algunas víctimas y de casi toda la oposición. ¿Se atreve a analizar los nombramientos? uno más político, en el caso de Aintzane, y más técnico en el de Ullibarriarana.

R. Que se haya cerrado o no la crisis va a depender de la actuación que puedan desarrollar a partir de ahora en el equipo. Lo que corresponde ahora es desearles suerte y reconocer que hay un elemento que llama la atención con los nombramientos: el equilibrio político que buscó de manera deliberada el lehendakari en la conformación del equipo inicial que iba a gestionar el área de paz y convivencia ya no existe.

P. ¿Diría que se ha roto con estos nombramientos?

R. Claramente se ha roto. No dudo de que haya una capacidad para desarrollar la labor que corresponde en el área de víctimas del terrorismo, pero el equipo no tiene ese equilibrio político que buscó el lehendakari al comienzo. Ahora, obviamente, es un equipo caracterizado por la docilidad al secretario general de Paz y Convivencia. Sobre las personas concretas no me apetece mucho entrar en detalles. Conozco a los dos: Enrique es una bellísima persona, entregado en el trabajo, con una dedicación increíble y ha sido la persona que ha sostenido la dirección de víctimas durante todos estos años en todo lo que tiene que ver con la tramitación administrativa de las ayudas. Su función ha sido técnica, básicamente. Ha sido el secretario de la dirección con Maixabel Lasa, pero ha desarrollado tareas que trascienden con mucho la parte de secretario.

P. ¿Pero ha tenido relación con las víctimas? Ese plus de acercamiento digamos que usted ha desarrollado durante más de una década.

R. Era una relación de servicio administrativo. Era el interlocutor para las cuestiones técnicas, para el papeleo. Nunca ha tenido una interlocución política digamos. Y en este momento no la va a tener. Mi impresión es que va a tener las mismas funciones, pero con rango de asesor.

P. ¿Y en el caso de Aintzane Ezenarro?

R. Supongo que entra para reforzar la interlocución política, pero yo ahí no voy a entrar y prefiero no juzgar a priori. Tendrá que demostrar esa capacidad y ahí influye mucho la confianza que puda generar en el mundo de las víctimas. En un puesto como éste, lo que creo que aportaba yo justamente era esa capacidad de interlocución. Uno de los elementos que valoró el lehendakari a la hora de depositar su confianza en mí en origen era mi capacidad de interlocución con ese mundo. Veremos si la tiene Aintzane, de momento es una incógnita.

P. A tenor de las reacciones a estos nombramientos -de rechazo en ciertos sectores políticos y de algunas víctimas- parece que el último capítulo de esta historia, que arranca a finales del verano pasado, no está escrito. Los apoyos que ha recibido en la última semana, del ámbito de víctimas, pero también de profesores universitarios, exrectores, diversos colectivos y de viejos amigos de Gesto por la Paz, tachando de “grave error” la decisión del lehendakari, da a entender que esto no ha terminado. ¿cómo valora esto?

R. Son dos planos distintos: uno el estrictamente personal, es el que me ha desbordado y abrumado desde un punto de vista emocional, porque nunca me había visto en una situación como ésta, y me reconforta. Me ha llegado. La otra tiene otro significado, posiciones de apoyo a la relevancia de lo que yo podía significar políticamente en este Gobierno en relación a las víctimas y que eso haya desaparecido y la preocupación por el tipo de política se va a seguir ahora en ese ámbito. Y en ese sentido es verdad que queda algo pendiente, de no cierre porque está por ver todavía si se tiene esa capacidad de interlocución con el mundo de las víctimas, si hay un elemento de satisfacción por parte de ellas que permita que no se reabra una zanja entre las instituciones vascas, en particular el Gobierno vasco, que es la que existió hace años y en cuyo cierre trabajamos durante mucho tiempo Maixabel Lasa, Jaime Arrese y yo.

P. Hay una pregunta que mucha gente se hace estos días: viendo que desde el minuto cero fue imposible el trabajo conjunto con Jonan Fernández, ¿qué le ha atado al puesto estos 15 meses?

R. Que había cosas pendientes de hacer y que sí he podido hacer. Entre otras cosas porque la incompatibilidad se manifiesta hacia el mes de abril-mayo del año pasado. Ahí nos damos un plazo hasta verano para ver si aquello tenía algún tipo de solución y es en las postrimerías del verano cuando yo ya soy consciente de que no hay nada que hacer. Y es entonces cuando traslado la situación a quien la debe de resolver, el lehendakari, que tiene un problema en su equipo. Y me quedo porque tengo cosas que hacer y aportar en este Gobierno y porque el que depositó su confianza en mí, el lehendakari y no el secretario general de Paz y Convivencia, es quien debe retirármela, una vez que yo le planteo el problema. Que yo no tenía la confianza de Jonan Fernández ya lo sabía. Si la tenía del lehendakari, entonces estaba en condiciones de seguir trabajando en este Gobierno.

P. ¿Diría que el lehendakari ha dejado pudrir el problema con el paso de tanto tiempo?

R. La gestión de los tiempos no me ha correspondido a mí y yo ahí no me voy a meter.

P. Pues parece que el lehendakari no era una cosa que tuviese en su ranking de prioridades, visto que estamos en la primavera del año siguiente.

R. Esa parte la considero menos relevante. Me ha podido influir a mí en la cuestión personal porque ha sido una situación de incertidumbre que no ha resultado agradable y que, además, puede proyectar la imagen de que me he agarrado al puesto de alguna forma. Desde el minuto uno el lehendakari supo que si yo me tenía que ir del Gobierno no iba a tener ningún problema. Y estaba esperando su respuesta. Otra cosa es que se haya demorado más de lo razonable o deseable.

P. ¿Qué ha pasado exactamente con el trabajo desarrollado por la Secretaría en el campo de las víctimas? Cuando se despide en la rueda de prensa menciona con claridad que este Gobierno le debe un gesto a las víctimas del terrorismo. ¿Qué significado tienen sus palabras?

R. No era solo una cuestión circunscrita al trabajo con las víctimas, era en general. Cualquier tipo de aportación mía quedaba reducida a un elemento más de sugerencia. Lo que yo siempre he entendido que eran las labores de un asesor no las podía desarrollar. No participaba en elementos de debate, no había procesos de reflexión, no había contraste de ideas u opiniones, no estaba en la sala de máquinas donde se generaban las iniciativas y los análisis del Gobierno. Es cierto que las decisiones las tomas quien tiene capacidad ejecutiva y eso no me competía. Pero las propuestas y los análisis sí me correspondían. Pero no podía hacerlos poque no había un espacio para ello.

P. Usted empleó el témino “ostracismo” para referirse a su situación interna en la Secretaría.

R. Sí, porque en el momento en el que chocamos Jonan y yo -y le puedo asegurar que chocamos porque hay reuniones donde incluso él pierde los papeles de manera airada- hay un momento en el que él me dice: “O tú o yo sobramos en el Gobierno”. Esto me lo dice en el mes de abril, con lo cual la confianza se rompe por completo. Él no tiene ninguna confianza en mí, yo dejo de ir a las reuniones, no me convocan y dejo de formar parte del equipo a todos los efectos. No hay ningún tipo de comunicación. A partir de ahí me gestiono, en un principio con Mónika Hernando [directora de Víctimas y Derechos Humanos], las cosas que voy haciendo y, al final, ya ni con Mónika, voy haciendo lo que veo que puedo hacer porque no tengo que contar con nadie y se me permite más o menos hacer. Ese es el ostracismo al que me veo condenado.

P. Y, le repito, ¿en el tema concreto de las víctimas del terrorismo?

R. Cuando yo planteo una serie de reflexiones e iniciativas en relación a la política de víctimas que hay que acometer y hay una en la que Jonan no está de acuerdo.

P. ¿De qué se trata?

R. El gesto de relevancia política del que yo hablo hacia las víctimas del terrorismo. Y creo que es conveniente ubicarlo en un tiempo concreto, porque los tiempos también cuentan, y es simplemente una propuesta. Pero no llego a saber la opinión del lehendakari, solo sé la opinión de Jonan y ahí lo corta. Si algo ha caracterizado la actuación de Jonan Fenández es que ha monopolizado la comunicación del equipo con el lehendakari. Ha sido el único que ha tenido contacto con el lehendakari, de tal manera que ha podido administrar la información como él ha querido. Y hacia abajo igual, él nos decía: “es que el lehendakari no se qué”. Y yo, la verdad, cuando no hay confianza, ya no me fío de lo que nos trasladaba. Es una situación francamente difícil. Es verdad que el detonante fue ese hecho concreto de los gestos y propuestas con las víctimas...

P. ¿Gestos en los que debería estar presente el lehendakari, entiendo bien?

R. Era imprescindible que estuviera el lehendakari. Yo hubiera querido explicarle a él directamente los porqués, los argumentos, contrastar y debatir con él de manera viva, intensa y profunda y que luego el lehendakari tomara la decisión que correspondiera. Eso es lo propio del trabajo de un asesor, pero no fue posible. Ese es el momento en el que pongo encima de la mesa del lehendakari que la decisión es suya. En noviembre-diciembre del año pasado.

P. ¿Cree que Jonan Fernández es un problema para lograr que la política de paz y convivencia de este Ejecutivo avance con los consensos necesarios que una materia como esta requieren?

R. Creo que es al mismo tiempo un valor y un problema. Es un valor para muchas cosas porque tiene una indudable capacidad para generar propuestas e ideas e incluso para desarrollarlas, y hay ámbitos donde yo le reconozco un gran valor para este Gobierno, sin lugar a dudas. Pero hay otros en los que constituye un problema y un obstáculo. No es una interlocución aceptada por las víctimas del terrorismo, que manifiestan un gran recelo sobre su persona, incluso ante el propio Gobierno de España, pero él insiste en mantener esa afán de controlarlo todo, lo que le lleva a ser siempre él el que hace, dice, va y le parecía que le queríamos apartar cuando le decíamos -Mónika y yo- que era mejor que no viniera a tal o cual reunión. No lo entendía, se rebotaba y nos llegó a decir incluso: “A mí ya no me escondéis más”. No ver que no es operativo, eficaz que el Gobierno vasco esté respresentado por una persona que genera recelo y rechazo en algunos ámbitos concretos es un problema.

P. Da la sensación, desde fuera, que el lehendakari se ha echado en brazos de Jonan Fernández. Ha subcontratado la política de paz y la convivencia en él y episodios como el viaje a Madrid para dar cobertura a los verificadores internacionales antes de declarar en la Audiencia Nacional evidenciarían esa fe en los planteamientos de Fernández.

R. En sí mismo, no me parece malo. Que un lehendakari tenga confianza en sus asesores no es malo.

P. Perdone, yo no he hablado de confianza, he dicho echarse en brazos y subcontratar 100% esa política vital, una de los tres compromisos genéricos del propio Urkullu para esta legislatura.

R. Yo lo traduzco a una cuestión de confianza. El lehendakari tiene plena confianza en lo que hace Jonan y eso le lleva a aceptar probablemente muchas de las propuestas que él hace y a asumirlas como propias y cuando no a debatirlas. Solo veo un peligro: que desde el punto de vista institucional ha puesto todos los huevos en la misma cesta. Y eso es un riesgo. Es como si el lehendakari hubiera quemado las naves al poner los huevos en la misma cesta. Si sale bien, el éxito será redondo, y ojalá salga bien porque será bueno para todos, pero si no sale, el riesgo lo asume el lehendakari íntegramente y personalmente. Y eso, institucionalmente, puede suponer un peligro, un riesgo. No dramatizaría esa dependencia y probablemente se esté haciendo mucha literatura a cuenta de eso y yo me niego a aceptar la irresponsabilidad del lehendakari. Es él quien opta por una determinada línea política. Entiendo la decisión de mi cese y la entiendo desde el punto de vista político, pero el lehendakari tiene que asumir las consecuencias de la decisión política de mi cese.

P. Es cierto, y así pasó con el plan de Paz y Convivencia, que el lehendakari obliga a rehacer a Fernández tras las críticas recibidas por casi toda la oposición por el escoramiento del documento hacia la izquierda abertzale. Lo pregunto porque ahora ese documento son prácticamente las tablas de la ley en esa materia para la acción del Gobierno.

R. Es una cuestión de método. Jonan Fernández es un enamorado del método. El marca lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo y ni quiere ni es capaz de salirse de esos márgenes. Ni quiere, ni puede. Y todo lo que no este en sus cálculos, dentro de esos renglones, le sobra. Y es uno de los problemas que tuvo conmigo. Y por eso le sobraba yo. Le ocasionaba problemas, porque tenía iniciativa y llevaba ya 11 años con una dinámica de trabajo clara en el Gobierno.

P. Pero no me ha contestado a la pregunta sobre el plan de paz, que liderado completamente por Jonan, va a marcar la política de este gobierno en esa materia. Y quisiera que hiciera una reflexión sobre la virtualidad de los trabajo en las ponencia parlamentaria de Paz y Convivencia. ¿Tiene recorrido ese foro? Sobre todo con la incapacidad de EH Bildu de asumir el denominado 'suelo ético' y el rechazo que aun genera el plan aprobado por el Gobierno en junio.

R. El pronóstico de futuro tiene la misma pinta que el día de hoy (plomizo y amenaza lluvia). Pero esto es política y en política cualquier cosa es posible. Tras las elecciones europeas igual se instala un clima diferente y empiezan a verse cosas que antes eran impensables. Aunque luego vendrán las forales y municipales, que pueden enturbiar las cosas de nuevo. Ahora no parece que estemos en puertas de ningún tipo de acuerdo. La perspectiva es mala y me preocupa como ciudadano de este país y me preocupa mucho.

R. En su despedida le deseó lo mejor al lehendakari.

R. Es cierto que le deseo suerte porque creo en el compromiso personal del lehendakari con las víctimas, nunca lo he dudado. Creo que para el mi cese ha sido un mal trago, porque hemos tenido una relación muy buena y él hubiera querido que hubiera sido posible que hubiese continuado en el Gobierno. Y, finalmente, porque la suerte suya va a ser la suerte de todos. Si acierta va a ser bueno para la ciudadanía. Yo no quiero que le salga mal para decir eso de ahora que no estoy yo, mira como te va. Quiero que les vaya bien. Peo su decisión, que por supuesto que tenía un carácter administrativo, tenía también un calado político importante. Él sabía cuáles eran mis propuestas y mis opciones. Yéndome yo, se van también esas propuestas, salvo que tengan capacidad para retomarlas. Pero tengo claro que se ha cerrado mi etapa en el Gobierno y voy a cortar ese cordón umbilical.

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