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“El entrenamiento que tenemos aquí para no decir 'España' es prodigioso”

El historiador, Manu Montero.

Aitor Guenaga

Bilbao —

El catedrático de Historia Contemporánea y exrector de la UPV, Manuel Montero (Ea, Bizkaia, 1955), presenta estos días su último libro 'Voces vascas', donde ha recogido hasta 365 expresiones que se usan en Euskadi y que dicen mucho más de lo que la propia palabra significa o, por el contrario, esconden o difuminan la realidad que se ha vivido en el País Vasco en relación al nacionalismo, el terrorismo de ETA o la política. “El gran formador del lenguaje durante años ha sido la izquierda abertzale”, sostiene Montero, quien recuerda que en los años de plomo por el terrorismo de ETA “el lenguaje era de una brutalidad extrema”. “Carcelero”, o el “algo habrá hecho” para justificar un asesinato o “cipayo los días que te quedan son una cuenta atrás” para referirse a los ertzainas forman parte de las voces de esa etapa tan dura. Con la llegada de la etapa soberanista del entonces lehendakari Juan José Ibarretxe, el lenguaje “comienza a suavizarse” y aparecen otras voces como “derecho a decidir”. En la etapa postsoberanista, os términos, sostiene el exrector, se van estirando hasta llegar a la “fase resolutiva” o aparecen los “mediadores” y “facilitadores”.

Montero, con todo, denuncia “cierta impostura” cuando la izquierda abertzale habla por ejemplo del “apartheid vasco” o de “cárceles de exterminio” y llama la atención de la importancia del lenguaje ahora que hay que construir un relato de lo que ha pasado en Euskadi. “No sé si vamos a ser capaces de ponernos de acuerdo en el relato cuando algunos tienen dudas sobre el significado de ”asesinato“ o ”extorsión“, apunta. ”Mientras no quede claro que hay vencedores y vencidos, que ha ganado la democracia y que ha sido derrotada la barbarie, si lo que se pretende es usar un relato para ocultar eso, pues apaga y vámonos“, denuncia.

Pregunta. Iba a empezar con un ¡hola Manu!, aunque después de leer su libro ‘Voces vascas’, mejor algo más típico: ¡Aúpa Manu!

Respuesta. (risas) Denota plena inserción social. Me pasó al llegar a la autopista: me saludaron con un aúpa y pensé: “ya estoy aquí”.

Cada palabra del libro es un mundo, pero aquí en nuestro ‘paisito’ parece aún más.

Son universos conceptuales muy cerrados, con ideas que no cambian. Establecen un lenguaje muy obsesivo. Durante muchos años no ha sido un debate, sino una confluencia de monólogos contrapuestos muy intensos y reiterativos. Y no con ideas complejas, sino con la repetición de ideas muy sencillas.

He usado la palabra aquí y no Euskadi, Euskal Herria. El lenguaje no es inocente.

El lenguaje nunca es neutral y aquí no hay un lenguaje neutral. Si una persona dice Euskadi o Euskal Herria está comunicando una posición ante el mundo. Se creó una lucha conceptual entre el nacionalismo tradicional y la izquierda abertzale con ambos términos. Y no es una lucha sobre palabras, sino sobre la construcción de un mundo mítico de autor.

Es como si lleváramos una mochila cada vez que hablamos.

Pero los vascos estamos entrenados. No hay una palabra clara para referirse a esta comunidad.

¿El lenguaje vasco ha hecho de la polisemia una seña de identidad?

¿Qué quiere decir la palabra paz? U otras dos que me parecen las más difíciles de definir: “diálogo” y “negociación”. Todos entendemos que hay dos personas hablando. Pero es más complejo porque no son dos personas que hablan y acuerdan. Aquí hay una persona que habla y otra escucha y toma notas. Es tan ambiguo que cada uno puede entenderlo como quiera.

¿Por qué pesa tanto lo políticamente correcto?

Este país es políticamente correcto, el gran formador del lenguaje durante años ha sido la izquierda abertzale. Si estás con un crío en la playa y te dice “papá” sabes que todos te van a mirar. Y el entrenamiento que tenemos para no decir España es prodigioso. Si se nombra algo, se le concede existencia y legitimidad, mientras que si desaparece del lenguaje es como si no existiese. Es lo que pasa con España. Si se dice terrorista, no se habla de lucha armada. Y la palabra terrorista en el lenguaje público vasco prácticamente no se dice.

Entre todos hemos consolidado términos que pueden parecer neutros pero no lo son: por ejemplo “impuesto revolucionario”.

Es extorsión y un asesinato es un asesinato, no una muerte como “consecuencia del conflicto”. Hay muchos tabúes en el lenguaje, cosas que no se dicen, como “vascuence”, porque suena a franquista.

Ha recogido 365 términos y dice que han brotado a partir de la Transición, ¿es por el triunfo de alguna ideología?

Es el último mito de la eclosión del nacionalismo. Ahí empieza todo. Es un intento de construcción de un mundo nuevo, con un nuevo lenguaje con el que se quiere crear una nación. Y pone el lenguaje al servicio de esa causa. Y se convierten en “alegres y combativos” o hablan de “normalización”. ¿Hay que pactar ser normales? En cualquier país se es normal. Aquí no, aquí hay que pactarlo. O el término “conflicto”, en singular, con mayúsculas y que debe además resolverse de forma excepcional, cuando los conflictos son lo normal en democracia. Los términos se van estirando hasta llegar a la “fase resolutiva” o aparecen los “mediadores” y “facilitadores”. Mediador es alguien que está en medio, no existen mediadores de parte. Y hay una cierta impostura cuando se habla por ejemplo del “apartheid vasco” o de “cárceles de exterminio”.

¿Con esa neolengua nos acercamos más a Humpty Dumpty, el personaje de ‘Alicia en el país de la maravillas’, o a ‘1984’ de George Orwell?

En el fondo es lo mismo porque Humpty Dumpty decía que lo importante es saber quién manda, no tanto que las palabras pudieran significar cosas tan diferentes. Y en el libro de Orwell, esa recreación constante del lenguaje con la que se va cambiando el pasado forma parte de lo mismo. Estamos ante una especie de reconstrucción constante. ¿Qué quieren decir cuando hablan de las “viejas recetas del pasado” o de “mover ficha”? como si esto fuera un juego. Y siempre es el contrario el que tiene que moverse.

¿Existen etapas diferenciadas en todo este proceso?

A finales de los 80, el lenguaje era de una brutalidad extrema: “carcelero”, o el “algo habrá hecho” para justificar un asesinato o “cipayo los días que te quedan son una cuenta atrás”. Son los años de plomo. A finales de los 90 comienza a suavizarse, aunque no cambian los conceptos: se pasa a hablar del “derecho a decidir”. Y ahora, en el postsoberanismo, estamos en el “nuevo escenario”.

¿Nos hemos convertido en una especie de parque temático, con nuestro lenguaje, costumbres, incluso con una película de éxito en España: ‘Ocho apellidos vascos’?

En los 90 se hablaba de 'Parque jurásico'. En todo caso, parece que ahora es algo más entretenido que hace cuatro años porque ha desaparecido el terrorismo. Pero no hay un lenguaje término porque la nación sigue en proceso de construcción. Y he dicho “proceso”, si desapareciese la palabra proceso del diccionario, del lenguaje, los partidos vascos no sabrían de qué hablar.

Ahora toca construir el relato de lo que ha pasado en Euskadi y el lenguaje va a ser crucial.

No sé si vamos a ser capaces de ponernos de acuerdo en el relato cuando algunos tienen dudas sobre el significado de “asesinato” o “extorsión”. Mientras no quede claro que hay vencedores y vencidos, que ha ganado la democracia y que ha sido derrotada la barbarie, si lo que se pretende es usar un relato para ocultar eso, pues apaga y vámonos.

No se puede blanquear lo sucedido.

Aquí ha pasado lo que ha pasado: 860 asesinatos, gente que se tuvo que marchar… todo eso ha existido. Y no se puede cambiar con palabras. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y no vale hablar del “proceso” y de la “reconciliación”. Vamos mal si tenemos que consensuar términos como asesinato o víctima. Y nada de eso ha sido producto de un conflicto abstracto. Aquí ha habido gente que ha tomado decisiones y otra que las ha padecido, en concreto, toda la sociedad vasca. Eso es un relato democrático que debe servir para clarificar todo lo sucedido. Si hacemos un relato etéreo, dentro de diez años tendremos otras 365 palabras. Ya están apareciendo algunas.

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