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¿Qué vida espera a los niños cuando regresen al Sáhara?

Paloma Bravo Pérez

Ahmed Hamdi mira continuamente el calendario. Señala el 23 de agosto y no quiere que llegue. La fecha de vuelta al Sáhara se acerca y el pequeño de 11 años no quiere regresar. Volverá a limpiarse las manos con arena, a dormir en el suelo, a tener que sobrevivir con lo puesto y a aguantar los reglazos en la escuela. Es uno de los 4.000 niños de entre 9 y 12 años que vienen a España para pasar las vacaciones de verano, de los que 345 acuden a Euskadi: 61 a Álava, 124 a Gipuzkoa y 160 a Bizkaia, “para aprovechar y hacerles revisiones médicas”, dice Blanca Regúlez, presidenta de la asociación de familias de acogida de niños saharauis (AFANIS).

El año que viene Ahmed cumple 12 años, así que será el último año que le permitan pasar las vacaciones aquí. Ya no podrá venir más. La 'madre adoptiva' que le acoge está segura de que cuando el pequeño se haga mayor, él hará todo lo posible para irse de allí y vivir mejor. Este es el segundo año que el niño saharaui puede disfrutar de unas vacaciones en Vitoria, pero el primero “fue muy difícil ya que hubo que enseñarle cómo comportarse en un sitio público o que no tenía que escupir en casa. Además, teníamos el inconveniente del idioma, que nos impedía comunicarnos con facilidad”, comenta 'la madre adoptiva' de Ahmed Hamdi.

En cambio, ahora es uno más de la familia. Ha viajado a Torrevieja este verano, donde también se ha reunido unos días con uno de sus hermanos biológicos, que está acogido en una familia murciana. Tiene tres hermanas más en el Sáhara que aún no tienen edad para venir. Cuando él sea mayor ya no podrá regresar, pero sus hermanas sí. De todas maneras, de los 61 niños que han venido a Vitoria este verano, solo hay seis niñas. La madre que acoge a Ahmed cree que es porque “allí sólo dejan libertad a los hombres, la cultura es muy machista”.

Otros 4.000 niños se han quedado sin venir

El año pasado fueron 8.000 niños saharauis los que pudieron disfrutar de las vacaciones de verano en España, pero este año la cifra se ha reducido hasta la mitad. Blanca Regúlez, la presidenta de la asociación, afirma que es motivo de la “fuerte crisis económica que las familias están pasando y no pueden hacer frente a los gastos que los niños suponen”. El viaje, que cuesta 700 euros, lo pagan las instituciones, pero todos los gastos de alimentación, ropa y mantenimiento deben hacerse cargo las familias de acogida, aunque en algunas comunidades autónomas están teniendo que poner parte del coste del viaje. Pero no es el caso de Euskadi.

Para que este programa pueda llevarse a cabo, los progenitores adoptivos organizan actividades durante el año para sacar dinero y así poder costear los gastos que supone acoger a un niño saharaui. La 'madre adoptiva' asegura que “vienen solo con lo puesto y una mochilita, pero al irse, llevan una maleta de casi 30 kilos con ropa y productos básicos de los que carecen como ‘betadine’ o cremas”.

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