Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El año que cambió la política (también en Euskadi)

Pablo Iglesias, en una intervención ante sus seguidores de Podemos.

Aitor Guenaga

“Hemos avanzado mucho y hemos sorprendido a la casta, pero la tarea que se presenta ante nosotros a partir de mañana es enorme. Por eso quiero pedir a toda la gente comprometida con la defensa de la democracia que mantenga la guardia alta (...) Quiero dar las gracias al mejor equipo de campaña que, casi sin recursos -pero con inteligencia, brillantez y mucho esfuerzo- ha hecho un trabajo que será estudiado en las facultades de Ciencia Política. La media de edad del equipo no llega a los 30 años y os aseguro que los jóvenes responsables de esta campaña representan una nueva generación llamada a asumir por preparación y por derecho propio una enorme responsabilidad histórica en nuestro país”. Madrid, Plaza de Reína Sofía, 25 de mayo de 2014. Discurso de Pablo Iglesias ante sus seguidores de Podemos, un partido que ese día había colocado a cinco representantes en el Parlamento europeo gracias a una cosecha de 1,2 millones de votos y al partido como la cuarta fuerza en toda España.

Fue la noche de la mayor sorpresa política que ha sucedido en este país probablemente desde que Felipe González y Alfonso Guerra salieron a la ventana del hotel Palace y a sus pies había diez millones de votos con el anagrama del puño y la rosa. Era evidente que España no se había acostado socialista aquel 28 de octubre de 1982, pero este país inició entonces un camino inédito que bien podría culminarse con aquella frase atribuida a Guerra de que “este país no lo conoce ni la madre que lo parió”.

Muchos son los analistas que han querido ver paralelismos entre aquella formación que aprovechó su momento histórico para dar un certero golpe en el tablero político español de la época y Podemos, el partido que ahora lidera Pablo Iglesias y que surgiendo prácticamente de la nada ha trastocado en apenas seis meses un bipartidismo que ya había dado serias muestras de agotamiento. Habrá también quien vea esa comparación como algo muy forzado -incluso como un espejismo político que antes o después desaparecerá como, pero los dirigentes de Podemos están convencidos -como diría el presidente Barack Obama- de que “the best is yet to come” (lo mejor está por llegar). Y la ola también ha llegado a Euskadi, donde Podemos logró esa noche 52.386 votos.

Dos son las encuestas que han seguido engordando lo que algunos políticos tildan de “souflé que no sabemos cómo va a acabar cuajando”, en palabras de la líder del PSE-EE, Idoia Mendia. El Sociómetro vasco de principios de diciembre, con 2.198 entrevistas domiciliarias realizadas entre el 6 y el 13 de octubre, situaba a Podemos (3,8 puntos) como la segunda fuerza mejor valorada por delante de EH Bildu (3,3 puntos) y a cuatro décimas del PNV, que tenía 4,2. El Euskobarómetro, con 600 entrevistas domiciliarias realizadas entre el 27 de octubre y el 14 de noviembre pasado, sitúa ya a Podemos a un paso de desplazar al PNV del liderazgo electoral -21/22 escaños por 22/23 los peneuvistas- y, según los pactos, incluso de mandar al partido que lidera Andoni Ortuzar a la oposición.

Votos de todos los caladeros

¿De dónde le vienen los votos al partido de Pablo Iglesias en el País Vasco? Dos son las fuentes principales: precisamente la izquierda clásica de Ezker Anitza-IU, que cede un 60%, y los nuevos votantes y los jóvenes, con otro 60%. Pero la red pelágica de Podemos 'esquilma' en casi todos los caladeros, proyectando una imagen de formación transversal que cultivan de manera aplicada los de Iglesias. De EH Bildu y PSE-EE obtiene de ambos un 20%; del PNV, un 12%; y logra también rascar algo en el electoral de UPyD. Hasta aquí los últimos datos de un tsunami político que confirman, en parte, las encuestas que algunos partidos vascos tienen también en sus respectivos cuarteles generales.

Una de las personas que ha trabajado en la cocina del Euskobarómetro pone el foco en dos datos: el 19,3% de intención directa de Podemos (a solo cinco décimas del PNV, y gracias a que los de Ortuzar aguantan en su feudo tradicional: Bizkaia) y que en Álava y Gipuzkoa, Podemos gana. “De hecho, en intención más simpatía Podemos gana al PNV también en el total de Euskadi”, explica. ¿Será posible que esa intención de voto se transforme en voto real a la hora de la verdad? Nadie tiene la respuesta en estos momentos.

Pero aunque la estación de llegada no esté clara, ni cuánta gente de la que ahora dice estar en el tren de Podemos se mantendrá en el vagón hasta el final el trayecto, lo únicamente irrebatible es que la mera posibilidad de que las encuestas puedan convertirse en realidad han forzado a todos los partidos en Euskadi a resituarse. Algunos desde el nerviosismo, como la coalición soberanista, que en su fuero interno no termina de creerse -como muchos- que el partido de Pablo Iglesias pueda haber colocado sobre sus cabezas un techo de cristal que hasta hace unos meses no se vislumbraba. Otros desde la mirada esquiva y de reojo, como el PNV, que no oculta cierta preocupación por el hecho de que el bocado en el trasero de los socialistas vascos pueda ser tan grande que termine por hacer imposible la suma entre ambos partidos para gobernar los principales ayuntamientos y las diputaciones vascas.

Pese a que a los seguidores de Podemos y a los que aspiran a dirigir la formación en Euskadi no les haga ninguna gracia, no es exagerado hablar en el País Vasco del partido de Pablo Iglesias o de Juan Carlos Monedero o de Íñigo Rejón o de Carolina Bescansa o de Guillermo Echenique, porque en esta comunidad autónoma sobran dedos de una mano para hablar de líderes reconocibles de una formación que no terminará de constituir sus estructuras internas hasta mediados de febrero y veremos cuándo presenta su primer programa político.

Podemos ha llegado para asaltar también el cielo vasco. Obtenga la presencia institucional que logre, parece que el fenómeno político de las últimas décadas también recalará con fuerza en el País Vasco. La incognita es cómo recorrerán el trayecto desde el ágora y la pancarta hasta las instituciones y cómo se verán afectados los partidos tradicionales.

Etiquetas
stats