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Cultura de pacto y moderación, enseñas de Iñigo Urkullu para ser reelegido lehendakari por tercera vez consecutiva

Urkullu repetirá como candidato a Lehendakari del PNV en las elecciones de 2020 y encararía su tercer mandato si ganara

Maialen Ferreira

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  • A pesar de que los dos mandatos de Iñigo Urkullu hayan estado marcados por la crisis económica y que haya estallado el mayor caso de corrupción en Euskadi salpicando a cargos de su partido, no parece que estas cuestiones vayan a afectar al electorado peneuvista

El talante, la tranquilidad y la moderación que hace ocho años parecían cualidades poco carismáticas para hacer de Iñigo Urkullu un gran candidato a lehendakari, ocho años después parecen ser un valor seguro para el PNV, que lo ha reelegido por tercera vez consecutiva. Tras la reunión semanal mantenida este lunes, Urkullu ha dado su visto bueno al Euzkadi Buru Batzar del PNV (la ejecutiva nacionalista) para que le proponga como candidato a la Lehendakaritza. De esta manera, repetirá como cabeza de cartel y, al igual que en 2016, concurrirá en las elecciones autonómicas de 2020 - se celebrarán antes del otoño, pero aún no hay fecha concreta- encabezando la lista de Álava. 

El próximo miércoles los nacionalistas iniciarán formalmente el proceso de confección de las candidaturas a lehendakari, a la Presidencia del Parlamento vasco y al resto de las listas de los comicios a la Cámara. Las propuestas serán remitidas a las organizaciones municipales de la formación, pero hasta el 7 de marzo no se aprobarán definitivamente estas candidaturas.

Para el PNV, el 2020 se presenta como un año histórico, puesto que además de la tranquilidad que supone de cara a las elecciones autonómicas el haber sido líder en todas las convocatorias electorales del último año, el partido conmemorará el 125 aniversario de su fundación. 

Ni la crisis ni la corrupción pueden con Urkullu 

A pesar de que los dos mandatos de Iñigo Urkullu hayan estado marcados por la crisis económica que en el territorio vasco ha calado negativamente sobre todo en la industria, con el cierre de astilleros o la precarización en sectores como el del metal, y que haya estallado el caso De Miguel, el mayor caso de corrupción en Euskadi cuya sentencia se ha conocido este año y ha salpicado directamente a cargos de su propio partido, no parece que estas cuestiones vayan a afectar -al menos, por ahora- al electorado peneuvista. El PNV ha ido captando durante estos años votantes incluso de partidos contrarios como PP, partido que en los últimos meses ha sufrido vaivenes y conflictos incluso dentro de sus propias filas en Euskadi. 

Urkullu, como el conjunto del  PNV, está imbuido de una cultura de pacto desarrollada en Euskadi desde hace tres décadas y que tanto se echa de menos en otros lugares. Esa cultura es consecuencia de la fragmentación política y de la crisis vivida por la comunidad vasca a causa del terrorismo. La convicción de pactar quedó reforzada en el ideario peneuvista tras la profunda confrontación entre nacionalistas y no nacionalistas en la etapa del lehendakari Juan José Ibarretxe y que se saldó con un PNV desalojado de la Lehendakaritza por un acuerdo PSE-PP. 

Resultado de esa cultura de pactos ha sido esta legislatura, en la que el primer y segundo año de legislatura Urkullu pactó con el PP los presupuestos, lo intentó pero no lo consiguió con EH Bildu el tercer año, y, finalmente, ha firmado los Presupuestos de 2020 con Podemos y Equo en el último ejercicio de la legislatura.  Estas cuentas presentan la cara más social del partido, que ha accedido a programas contra la ludopatía, a medidas educativas y a un índice de referencia de alquiler.

Y frente a lo que ocurre en Catalunya y con los antiguos socios catalanes del PNV, Urkullu representa la centralidad, que tanto gusta en Madrid, a pesar de no ocultar que bajo su mandato quiere que Euskadi tenga un nuevo Estatuto de autonomía. Estatuto que seguirá negociándose a puerta cerrada como viene ocurriendo desde hace más de dos años, ya que PNV, Elkarrekin Podemos y PSE han votado en contra de que la ponencia de Autogobierno comience a trabajar a puerta abierta, como habían solicitado EH Bildu y PP. 

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