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Los problemas de sonido no arruinan la impecable actuación de Steve Winwood

Steve Winwood, coge la guitarra,tras percatarse de los problemas de sonido con el órgano y su micro.

Aitor Guenaga

El BBK Music Legends Festival ya está aquí: con sus tormentas de agua y de sonido eléctrico -ambas forman parte del ADN de la casa-, sus casi octogenarias subiéndose al escenario de la Ola, en Sondika (Bizkaia) -como el caso de Mavis Staples, que el próximo 10 de julio cumplirá 79 años- o auténticos supervivientes del rock como el bueno de Wilko Johnson, que debería estar bajo tierra según sus propias palabras: en enero de 2013 anunció que padecía un cáncer de páncreas incurable y... ya ven. Ahí sigue 'ametrallando' al público con su guitarra y poniendo a la gente a bailar rock and roll del bueno. O la propia Staples, una diva del soul que sigue paseando su buena música por el mundo.

Pero, por primera vez en la historia del Music Legends, se presentó sin avisar un invitado no habitual: el mal sonido. Esto último no había pasado nunca. Y la actuación estelar de la jornada inaugural, con Steve Winwood como cabeza de cartel, a punto estuvo de acabar como aquellos conciertos en los que la gente, harta por el pésimo sonido, tomaba el escenario cabreada y con ganas de arramplar y destrozar con todo lo que encontrara a su paso. Que se lo pregunten a Lou Reed, que un día de junio de 1998 se acabó mosqueando porque algún desalmado lanzó una botella -algunos cuentan que fue una moneda- y dejó el escenario, después de haberse subido a él con casi una hora de retraso. But Euskadi is not Spain, dice un lema independentista vasco. Y la cosa aquí no fue a mayores en el concierto de Winwood, que acabó metiéndose al respetable en el bolsillo con su cara de niño aplicado con gafitas que no ha roto una cuerda de guitarra en su vida.

Sí, han leído bien, de guitarra, la que se calzó cuando el órgano Hammond B y el micrófono simplemente se declararon en huelga de brazos caídos, antes de suspender momentáneamente su actuación ante la protesta de un sector del público que, desde las primeras filas, hacía gestos con los brazos de que aquello no se escuchaba y así no se podía seguir ni un segundo más. Eran las 23:10 cuando Winwood se percató de lo que ocurría y optó por parar el bolo tras unos minutos de confusión. La sangre no llegó al río. La buena música, en cambio, acabó por hacerse fuerte en el escenario con una banda de lujo, en la. Abajo, el respetable empezó a mover las caderas y la inconfundible voz de Steve tomó las riendas del bolo.

Hasta ese momento, la cosa iba bien tranquila. Demasiado. Tras los éxitos y las maneras made in Galicia de Siniestro Total, la cosa se ralentizó del todo. Gari, exlíder de Hertzainak y desde hace décadas en solitario, facturó una actuación lenta. Extremadamente pausada. Sin un guiño al pasado y aquellos conciertos 'Martxa eta borroka' de los años 80.

Después se subió al escenario Mavis Staples. Esta mujer negra sí que es una leyenda. Lo recordó ella misma echando la vista atrás y hablando del doctor King [Martin Luther] y de las cosas que pasaban a principios de los 60 en los Estados sureños de Alabama, Tennessee o Misisipi. Sonó I Take You There, obviamente. O el Respect Yourself, ambos temas de su famoso trabajo 'Be Altitude Respect Yourself', un fino album de principios de los 70 facturado en la Stax Records, la casa por excelencia de la música soul.

Mavis labró su fama de la mano de The Staples Singers. Y la que tuvo, retuvo. Ya sin la voz de entonces, es cierto, moviéndose más bien poco por el escenario y, de vez en cuando, marcando el ritmo con las manos. Repito, Mavis es casi una octogenaria y tiene mucho mérito seguir girando con un grupo que le sirve de báculo cuando la pobre ya sin resuello tiene que sentarse para tomar aire.

La formación clásica del rock la puso otro superviviente: Wilko Johnson. Bajo henchido de dixidrinas, guitarra-ametralladora con el color anarco rojinegro y batería. Y su repertorio imperecedero, con los Dr. Feelgood -Goin' Back Home, Roxette o en solitario Everybody´s Carrying A Gun. El boogie se dio la mano con el rock clásico y anárquico, que era como a veces sonó en escena el bueno de Johnson. “Hola, me llamo Wilko Johnson y sigo vivo”, podía haberle espetado al público, pero finalmente no dejó de dar las gracias en un castellano sin acento de ningún tipo.

Steve Winwood se parapetó tras el órgano a las 22:57. Y hasta las 23:24 la cosa funcionó fatal. Uno de los rodaies reconoció a través de 'Whatsapp' a este cronista que había “fallado el canal de la voz. La cosa es que dentro sí sonaba”. ¡Pues sería dentro!. En fin. Cuando la voz de Winwood sonó como tenía que haber sonado desde el comienzo y el órgano como si acariciara la voz del 'preacherman' que Winwood parece que lleva dentro, la peña se soltó un poco y comenzó a disfrutar, a bailar, mover las caderas, cantar los temas clásicos de Traffic, Blind Faith y de la The Spencer Davis Group. Hasta llegar a un final apoteósico con Steve a la guitarra y un punteo de ensueño tras calzarse de nuevo la guitarra pasadas las doce de la noche y diciendo casi agur con el Give some Loving de la Spencer. Amén.

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