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Cuando Vitoria recogía la basura con un camión eléctrico como los de París (allá por el milenio pasado)

Imagen del recolector eléctrico de basura que se probó en Vitoria en 1998

Rubén Pereda

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Vitoria probó al filo del cambio de milenio, en 1998, un recolector de basura totalmente eléctrico que reducía tanto las emisiones como la contaminación acústica. Siguiendo el ejemplo de los camiones que recorrían las 'rues' y las grandes avenidas de París, vaciándolas silenciosamente de todo tipo de residuos, en la capital alavesa se llevaron a cabo diez pruebas que arrojaron ilusionantes conclusiones sobre la posibilidad de avanzar en la sostenibilidad de estas tareas.

Por aquel entonces, la ciudad destacaba por su limpieza, como amerita el Premio Barrendero Ecológico a la ciudad más limpia de España que recibió en dos ediciones consecutivas, las de 1997 y 1998. El sistema de recogida de basura domiciliaria era entonces diferente al actual. Los vecinos debían depositar la basura entre las diez y las once de la noche en los diferentes puntos dispuestos para ello, separados entre ellos por unos cincuenta metros. Por razones logísticas y con el fin de no entorpecer el tráfico, la recogida arrancaba a las once y no terminaba hasta prácticamente las seis de la mañana, lo que acarreaba problemas de ruido en las principales horas de sueño.

Con esos problemas en mente, entre el 19 de junio y el 28 de julio de 1998 se probó en Vitoria un camión compactador eléctrico. Un Ponticelli con chasis Renault —como los que vaciaban los contenedores en los aledaños del parisino Arco del Triunfo— recorrió en diez ocasiones todos los barrios de la ciudad, a excepción de su centro histórico, la almendra, por cuyas angostas calles no cabía. Además, dada la disposición de los montones de basura, el vehículo eléctrico debía ser —a diferencia de ahora— de carga trasera: contaba con un 'tailgate', un portón por el que los operarios depositaban las bolsas de basura.

Pese a sus 19 toneladas en vacío —un cuarto del peso correspondía a los acumuladores eléctricos—, el vehículo era muy maniobrable, con una cabina y un puesto de conducción muy prácticos, puesto que se podían reunir en él tanto el conductor como los operarios. Tenía, además, una autonomía que iba desde las 10 a las 12 horas y podía cargar unas 11 toneladas de basura.

Vitoria no es París: problemas con los que se topó el camión

Sin embargo, Vitoria no es París, ni sus calles las amplias avenidas de la capital francesa. La orografía era precisamente uno de los elementos que no acompañaba. Camino del vertedero, el vehículo se daba de bruces con una pendiente aproximada del 10 %. Los equipos se sobrecalentaban y dejaban de traccionar. Quienes lo condujeron recuerdan cómo, en una de estas ocasiones en las que el camión se 'asfixiaba', unos paseantes bromearon, gritándoles que le echaran gasolina.

De igual manera, el vehículo, que no superaba los 40 kilómetros por hora, no era especialmente indicado para una ciudad como Vitoria, dado que, al tener que acudir al vertedero, recorría una media de 33 kilómetros. Los contenedores no llegarían hasta un par de años más tarde y los montones, más dispersos que en la ciudad gala, tampoco ayudaban a reducir el kilometraje. En la ciudad, que en 1998 contaba con cerca de 218.000 habitantes, se generaban 155 toneladas de basura al día. A partir de las pruebas, se estimó que serían necesarios 14 de estos Ponticelli —además de otro de dimensiones ajustadas para recorrer el estrecho centro— para llevar a cabo la recogida diaria, frente a los 10 convencionales que podían realizar el mismo servicio.

Los papeles con las conclusiones de las pruebas —de las que se podían hacer lecturas tanto positivas como constructivas— se guardaron en un cajón que se cerró con llave y el sigiloso Ponticelli no volvió a patrullar las calles vitorianas en busca de cualquier resquicio de basura. El camión, con sus características ondas de color azul y amarillo y su diseño modernista, dejó, aun así, su impronta en la ciudad y en los vecinos. Y, pese a que las peculiaridades de Vitoria no eran las que más le favorecían, despejó el camino a una concepción de la recogida de basuras más moderna y más comprometida con el bienestar ciudadano y el medioambiente.

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