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7 días de julio

Trabajadores de la Naval de Sestao

Aitor Guenaga

Bilbao —

Ahora que la conflictividad laboral se ha hecho más que un sitio en la opinión publicada y en las calles del País Vasco no está de más recordar aquella novela del estadounidense John Reed sobre la revolución de Octubre y los bolcheviques dirigidos por Lenin. 'Diez días que estremecieron al mundo' es la visión de un extranjero de los primeros días de la revolución rusa, una narración vigorosa e intensa a través de los ojos de un americano que desconoce el idioma autóctono y al que las costumbres de un país anclado entonces en una etapa preindustrial le son un tanto ajenas.

¿Cuántos días necesita Euskadi para estremecerse un poco ante los cambios que se avecinan en materia laboral? ¿La espada de Damocles que pende sobre un sector estratégico como el Naval servirá para ahuyentar la resignación ciudadana ante las decisiones que llegan de Europa? ¿Debería llegar al País Vasco algún John Reed para explicar con ojos renovados lo que sucede aquí?

Los últimos 7 días de julio en Euskadi han condensado en un pequeño tarro de esencias los retos y las incertidumbres que en material laboral e industrial ya venía dejando semana tras semana en forma de sirimiri la pasada primavera lluviosa y fría. Un caleidoscopio de conflictividad, de huelgas, de movilizaciones, de negociaciones fallidas y de expectativas ante las decisiones que pudieran llegar de la Unión Europea. Sin olvidar, la aplicación a regañadientes del copago farmaceútico, un año más tarde que en el resto de España, en cumplimiento de las órdenes que emanan de las resoluciones del Tribunal Constitucional.

Es verdad que no todo han sido malas noticias. De hecho, hasta el próximo 17 de julio nada está cerrado en lo que al futuro del sector Naval y su industria auxiliar se refiere (87.000 empleos en España). Y los movimientos realizados por las tres autoridades autonómicas concernidas -País Vasco, Asturias y Galicia-, junto al ministro de Industria, José Manuel Soria, para intentar convencer al comisario europeo de la Competencia, Joaquín Almunia, de que en efecto existen nuevos argumentos para dar la vuelta al expediente sancionador comunitario que obliga a devolver la ayudas fiscales a la construcción de barcos (sistema 'tax lease'), pueden finalmente dar su frutos.

Inicialmente, el Gobierno vasco no tuvo reflejos cuando trascendió la noticia de la posible obligación de devolver los 3.000 millones de euros por el 'tax lease'. El portavoz del Ejecutivo, Josu Erkoreka, en un tono que mezclaba impotencia y resignación, encajó el anuncio con un lacónico: “el Gobierno poco puede hacer para evitar esto”. Esa misma tarde, el presidente gallego, Alberto Nuñez Feijoó, fue el primero que habló de forjar un frente autonómico para parar lo que a todas luces era y es una “sentencia de muerte” para el sector. A partir de ahí, el lehendakari toma las riendas y se siente concernido, llegando incluso a mantener esta misma semana una conversación con Almunia en la que el comisario, vasco y socialista, le viene a decir que si hay nuevos argumentos, el colegio de comisarios puede modificar el 17 de julio la decisión y la consiguiente sanción.

En materia de reforma laboral, por contra, el Ejecutivo se movió desde el primer día. Es verdad que ha preferido en las últimas semanas actuar con sordina, entre bambalinas, a través de su consejero de Empleo, Juan María Aburto, para propiciar desde fuera un acercamiento entre patronales y sindicatos. Pero según se acercaba el 7 de julio, fecha en la que decaen los convenios que afectan a unas 320.000 trabajadores en Euskadi, y ante la posibilidad de que la conflictividad se dispare, el lehendakari forzó con su reunión con la organizaciones empresariales un encuentro del viernes in extremis entre sindicatos (salvo ELA) y patronal en el Consejo de Relaciones Laborales. La iniciativa del lehendakari fue aplaudida por los sindicatos que se sientan en el CRL. ELA, desde el principio, está a otra cosa. Y en esos últimos movimientos solo ve cortinas de humo para dar carta de naturaleza y cobertura a una aplicación masiva de la reforma laboral por la patronal. La reunión fracasó y los sindicatos no dudaron en endosar la responsabilida al “inmovilismo” de los empresarios. La conflictividad está servida, sobre todo si la patronal opta por hacer borrón y cuenta nueva en el modelo de relaciones laborales del que se ha disfrutado en el País.

Es evidente que Euskadi no es la Rusia del 17. Pero nuestro John Reed a la vasca tal vez venga a partir del día 8 de julio. O a partir del 17 de este mes. Para contarnos y explicar si este país ha entrado en una fase sin retorno hacia la desregulación en material laboral, como algunos analistas prevén, o si los únicos barcos que se van a construir serán de papel, como señalaban en estos días de julio dos trabajadores gallegos de La Naval de Sestao. La suerte no está del todo echada.

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