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“Me siento avergonzado de pertenecer al primer mundo cuando veo la desidia hacia los refugiados”

Jon García Andonegi, junto con las personas rescatadas

Eduardo Azumendi

“Aquel día avistamos tres embarcaciones, dos de madera y una de goma, que prácticamente se estaba desinflando, atestadas de personas. Si no los encontramos se hubiera producido una desgracia en cuestión de horas. El que habla es el vasco Jon García Andonegi, quien ha participado con sus compañeros Iñigo Mijangos e Iñigo Gutierrez en una misión de rescate marítimo en el mar Mediterráneo con Maydayterraneo proyecto AitaMari. Esta iniciativa es la suma de tres ONGs: Proem-Aid (Sevilla), Lifeline (Alemania) y Ongi Etorri Errefuxiatuak, a la que pertenece Jon. Los tres voluntarios trabajan en Salvamento Marítimo de Gipuzkoa.

Juntos han navegado por el Mediterráneo Central frente a la costa libia y en su primera misión han rescatado a más de 300 personas. El 26 de septiembre vivieron momentos de mucha tensión cuando fueron abordados por una patrullera de guardacostas libios que, con disparos al aire, les exigieron que entregaran a las personas rescatadas, a lo que se negaron. “Hemos pasado en la mar alrededor de diez días y uno de ellos localizamos tres embarcaciones. El resto lo hemos pasado peinando la costa de Libia intentando avistar más balsas. Había mucha inquietud dentro de la embarcación de plástico porque se estaba desinflando”.

El caso es que no pudieron proceder de inmediato al rescate porque primero tienen que recibir la orden del centro de control, que está instalado en Roma. Prefieren esperar y que llegue la patrullera libia y devuelva las embarcaciones a lo costa. Eso es lo que quieren hoy en día los gobiernos europeos. Incluso se está criminalizando la labor de las ONG por hacer una labor que les corresponde a ellos“.

“La cifra de personas que mueren en el Mediterráneo huyendo de la miseria es incalculable. Solo se conoce el número de los cadáveres que se hallan, pero nadie sabe el número de barcas que salen y no llegan a ningún lado. Nadie contabiliza esas desapariciones. Es imposible hacerse a la idea del infierno por el que pasan estas personas que deciden emprender una travesía en una barca de mala muerte. Cuando vi la embarcación llena de personas, gente que no ha visto el mar nunca, que no saben a lo que se enfrentan, que no saben nadar, que no tienen chalecos salvavidas, con un motor muy malo….me siento avergonzado de pertenecer al primer mundo. Avergonzado de ver la desidia con la que actúan nuestros gobiernos ante el drama que viven los refugiados”.

Una vez que consiguieron poner a salvo a los refugiados en un barco italiano, algunos se dieron cuenta de que el buque también llevaba la bandera libia. Se trata de un gesto de cortesía hacia el país ya que navegaba en aguas libias. “Cuando la vieron se asustaron y tuvimos que convencerles de que no les íbamos a devolver a Libia. Uno incluso se tiró al agua y no quería subir ni a la lancha ni al barco. Prefieren morir”.

Efecto llamada

“Estamos realizando una labor que tendría que hacerla la administración. Ahora algunos dicen que son las ONG de ayuda las que provocan una especie de efecto llamada, pero los que provocan ese efecto son los gobiernos del primer mundo con su expolio de los países más pobres. Estamos arruinándoles. Un atentado en Europa son días y días de información, pero los refugiados no son nadie, no interesan. Libia es un país fallido, vive en el desgobierno. La tortura, las violaciones y el sometimiento a la esclavitud forman parte de los horrores que cada día soportan las personas atrapadas en ese país tras huir de la guerra o el hambre”.

Según la plataforma ciudadana Ongi Etorri Errefuxiatuak (Bienvenidos los refugiados), “los gobiernos europeos y su política de externalización de fronteras con terceros países, están ayudando, con su financiación a detener la salida de embarcaciones desde Libia, entrenando y armando a los guardacostas libios, auténticos piratas, mientras que cada vez deslegitiman y ponen más obstáculos a la labor de las ONGs” .

“No es creíble”, añade, Ongi Etorri Errefuxiatuak que no haya dispositivos para localizar las embarcaciones, impedir los naufragios y salvar sus vidas. Nos preocupa lo que les pasa a otras personas, estén más cerca o más lejos, que se desplazan por unas causas forzosas u otras, que hoy son ellos y mañana nosotras. Se trata de una ética humanitaria que ha de fundirse con un principio de solidaridad político de denuncia, de lucha contra un enemigo común. Porque para nosotras no son ‘pobrecitos refugiados’, son sujetos políticos y de derechos como nosotras“.

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