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Iñigo Urkullu, un lehendakari que se levanta a la seis de la mañana

Urkullu estrecha la mano al Papa Francisco, en 2019 en el Vaticano

Iker Rioja Andueza

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“El lehendakari se levanta todos los días a las seis de la mañana. Nunca olvidaré mi primer día. ¡Me despertó con un 'whastapp' de los suyos, tremendamente largo, a las seis y media. '¿Pero qué narices hace despierto a estas horas?', pensé”. Esta anécdota de Iñigo Urkullu Rentería (nacido en 1961 en Alonsotegi, cuando aún era Barakaldo, y residente en Durango), candidato del PNV a la reelección para un tercer mandato, la cuenta uno de los 13 consejeros de su partido que le han acompañado desde 2012 -los otros cuatro son del PSE-EE-. El Urkullu de 2020 sigue siendo trabajador, meticuloso y con “nulo sentido del humor”, aunque hay una gran diferencia con su yo de 2012 ó 2016 más allá de las canas: se ha convertido en abuelo. En la pandemia ha nacido Peru, su primer nieto y del que apenas ha disfrutado por el estado de alarma.

“Como le ha pasado a todo el mundo, durante la pandemia no pudo ver a su madre [es hijo único y su padre ya falleció]. Ni apenas a su primer nieto, que justo nació durante el confinamiento”, explican sus colaboradores. “Por precaución” y por trabajo. Si habitualmente inicia muy temprano su jornada después de activarse con “fruta, café con leche y cereales” mientras repasa la prensa, durante la gestión del coronavirus ha sido habitual que, para las ocho y media, convocara ya la primera reunión con los responsables de Osakidetza para evaluar la evolución de la pandemia. “Durante estos meses nos hemos reunido y hablado no solamente todos los días, sino varias veces al día. Yo me he sentido absolutamente acompañada y arropada por el lehendakari. El lehendakari ha confiado en el equipo de Salud y esa confianza ha redundado en nuestra propia confianza a la hora de afrontar esta pandemia. Desde los primeros momentos durísimos en los que tuvimos que adaptarnos contra reloj a una situación absolutamente inesperada y gravísima”, resume una de las personas con las que más tiempo ha compartido desde que el 28 de febrero Euskadi se golpeara con el primer positivo en COVID-19, Nekane Murga, consejera de Salud.

Urkulu no sabe de todo y cuentan quienes se han sentado en su gabinete que “suple sus carencias técnicas con el trabajo y apoyándose en personas en las que confía mucho, como Arantxa, Josu o Estefanía”, en referencia a tres de sus consejeros desde el inicio de su mando, Tapia, Erkoreka y Beltrán de Heredia. Quienes se han reunido con él o han visto algún debate parlamentario saben que Urkullu toma notas. Muchas notas. Con nombres, con fechas y con todo lujo de detalles. “Tiene infinidad de cuadernos pequeñitos escritos con letra pequeñita, bastantes de ellos hechos a lápiz”, revelan en su equipo. También archivadores temáticos. Uno de ellos se hizo muy conocido: su carpeta con una 'senyera' en el lomo -que no una 'estelada'- en el que recopiló su trabajo de intermediación para evitar la declaración de independencia en Cataluña y el 155.

Carles Puigdemont -del que cuidadosamente se ha distanciado en estos años, como también del perfil más soberanista de Juan José Ibarretxe- osó cuestionar su declaración en el juicio del 'procés'. Urkullu le replicó esgrimiendo sus notas. “Es capaz de recordarte con fechas y palabras exactas algo que dijiste hace mucho tiempo”, apunta un veterano del PNV. El candidato es muy nacionalista -es recordada su fotografía con la bandera de Rusia cuando la selección de ese país jugaba un partido contra España en 2008- y cierra sus mítines con un 'Gora Euskadi askatuta!'-. Pero tiene muy interiorizado el respeto a la pluralidad vasca.

Esto dijo al respecto en 2018: “Si configuramos una mayoría más amplia, tendremos mayor legitimidad para exigir que se nos respete allí donde somos minoría. Y también en clave interna de cohesión y convivencia. Hablo de acuerdo y pacto. Acuerdo entre vascos y pacto entre Euskadi y España. Pero partamos del acuerdo entre vascos… Diré como lehendakari nacionalista que un proyecto votado sólo por la ciudadanía nacionalista significaría para muchos de nosotros un fracaso estrepitoso. Nuestra sociedad es plural y diversa como cualquier otra sociedad abierta. El pueblo vasco que ha llegado hasta hoy es así… Nuestro desafío, especialmente de los nacionalistas, a quienes se les presupone un compromiso añadido con su patria, es defender el pluralismo y no soportarlo como una patología a eliminar en un proceso de homogeneización. El acuerdo debe ser necesariamente plural y que reúna a diferentes”.

Urkullu llegó a EGI (las juventudes 'jeltzales') en 1977, el año en el que el partido salió de la clandestinidad con una asamblea nacional en Pamplona. En solamente tres años, sin llegar a la veintena, ya era dirigente de la organización. Otros tres años después, en el Alderdi Eguna de 1983, en Aixerrota, un joven Urkullu pronunció su primer mitin. La organización cifró la asistencia en 150.000 personas. Teloneó al lehendakari, a Carlos Garaikoetxea, y al presidente del Euzkadi Buru Batzar, Xabier Arzalluz. Habían pasado pocos días de las grandes inundaciones de agosto de ese año y el lema que se ve detrás del entonces dirigente de EGI era “Saldremos”. En esta campaña repite eslogan. “Saldremos”.

En aquellos años y, sobre todo, tras el golpe de la escisión de Garaikoetxea y la fundación de EA, una generación de jóvenes empezaban a pujar fuerte. Eran Aitor Esteban -ahora portavoz en el Congreso-, José Luis Bilbao -exdiputado general de Bizkaia y presidente del Tribunal de Cuentas-, Koldo Mediavilla y Joseba Aurrekoetxea -altos dirigentes del partido-, Jon Sánchez - exdirector de Emergencias que tuvo que dimitir en la pandemia por saltarse el confinamiento-, Xabier Ormaetxea -vocal de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia- o el propio Andoni Ortuzar, con una personalidad opuesta a la del lehendakari y que llamó al clan 'jobubis', los jóvenes 'burukides' de Bizkaia. Muchos de ellos, incluidos Urkullu y Ortuzar, se criaron en la Margen Izquierda, una zona más obrerista y socialista que nacionalista. Estaban apadrinados por el histórico dirigente Javier Atutxa, padre de la actual presidenta vizcaína, Itxaso Atutxa, y suegro de Esteban frente a otro sector bajo el ala de Xabier Arzalluz y que todavía hoy representa la otra alma del PNV, la de Joseba Egibar.

“Urkullu no es una persona que enaltece a las masas. Ése es Andoni. El lehendakari habla de las cosas del comer. Es una persona en la que puedes confiar y más en un momento como éste. Es alguien a quien le dejarías la cartera. Te lo dice hasta gente no ligada al partido”, explica José Antonio Suso, presidente del PNV de Álava. Y añade: “Creo que la serenidad que transmite es un rasgo de su personalidad”. Urkullu no bebe alcohol y es frugal en sus comidas -“casi nunca come dos platos”-, aunque paradójicamente es experto en “gestión de centros de ocio” por la Universidad de Deusto. El catolicismo marca muchas de sus costumbres personales y políticas -mantuvo el año pasado un brevísimo encuentro con el Papa Francisco y lo difundió ampliamente- y se autodefine como humanista o socialcristiano.

Estudió Magisterio en la escuela universitaria del seminario de Derio y se especializó en lengua vasca. Y eso que empezó filología hispánica en Deusto. “Con los que saben euskera, habla siempre en euskera. También manda en euskera esos largos mensajes”, cuentan quienes se han despertado con sus reflexiones como primer mensaje del día en el móvil. Apenas ha ejercido la docencia, aunque en su currículum oficial se cita la ikastola Asti-Leku de Portugalete y el colegio público Félix Serrano de Bilbao. Objetor de conciencia, en 1987, a los 26 años, ya ocupó su primer cargo de designación política: director de Juventud de la Diputación de Bizkaia. Hasta hoy.

De joven fue futbolista en el Larramendi. Era defensa central. Pero su historial no tiene nada que ver con el de su suegro. El padre de su mujer, Lucía, era Eneko Arieta-Araunabeña, delantero del Athletic y que marcó 136 goles en Primera División y dos en tres partidos con España. Es tremendamente familiar, hasta el punto de no residir de manera habitual en el palacio de Ajuria Enea de Vitoria para pasar más tiempo en casa. Urkullu tiene dos hijos y una hija, ahora edil del PNV en Durango. “Ningún lehendakari en su sano juicio querría vivir allí”, apunta un expolítico vasco sobre el palacete de Vitoria, que precisa de profundas reformas para convertirse en una cómoda residencia presidencial.

Fue en 1994 cuando Urkullu llegó a Vitoria, al Parlamento Vasco. Ejerció de presidente de la comisión de Derechos Humanos durante tres legislaturas y siempre hace referencia a ello como el momento en el que forjó su discurso sobre ETA, sobre las víctimas y sobre la convivencia en Euskadi. Coincidió en ella con el representante de Herri Batasuna, Josu Urrutikoetxea, 'Ternera', luego uno de los máximos dirigentes de la organización terrorista y ahora de nuevo de actualidad. “Es una persona muy cercana a las víctimas, al menos en el caso de las de la Ertzaintza”, asegura Roberto Seijo, secretario general del principal sindicato de la Policía vasca, Erne.

Entretanto, continuó escalando en el equipo. En 1984 ya fue elegido como 'burukide' en Bizkaia, puesto que mantuvo hasta 1987. Inició una segunda etapa en 1996 y en 2000 asumió la presidencia del Bizkai Buru Batzar. Desde entonces hasta ahora le acompañan una secretaria, Miren, y un jefe de prensa, Iñaki. En 2007 le cedió el puesto a Ortuzar y saltó a controlar el Euzkadi Buru Batzar, todavía tensionado por las pugnas entre Josu Jon Imaz y los herederos de Arzalluz. En aquella época se produjo el final del camino para Juan José Ibarretxe y el paso del PNV a la oposición en la etapa de Patxi López. Apareció entonces el Urkullu más político y más hostil. “Euskadi está en riesgo de quiebra inminente”, clamó en 2012 sobre la gestión de los socialistas. Le tocó lidiar como presidente del PNV con el estallido del 'caso De Miguel' de corrupción entre dirigentes de Álava del sector contrario del partido. Diez años después, con una dura sentencia contra sus excompañeros, tuvo que pedir perdón como lehendakari. También trabó una relación de confianza con el entonces presidente del Gobierno, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

En 2012, en un gesto que no había hecho ningún líder del EBB en décadas porque el PNV es un partido claramente bicéfalo, decidió postularse como candidato a lehendakari. De nuevo, Ortuzar se quedó al cuidado de su silla. Lo logró. Ganó las elecciones. Pero no logró aprobar unos presupuestos en 2013. Casi cae el Gobierno. Pero pactó con Patxi López -el de la quiebra- y logró estabilidad para terminar la legislatura. Llegó 2016 y el acuerdo se amplió a coalición en minoría. En 2020 anhela repetirla ya con mayoría absoluta.

Pitbull, Springsteen, Elementary

Gorka Maneiro, en su día líder de UPyD, fue uno de los parlamentarios más beligerantes con su gestión. “Le sacaba totalmente de sus casillas. Pero es un buen hombre, un tipo educado, serio y responsable. Le tengo en buena estima”, explica ahora Maneiro, que recuerda que fue “muy cariñoso” con sus padres en una visita que hicieron a una sesión plenaria. En efecto, el Urkullu lehendakari, aunque siempre le rodea un cierto aura de institucionalidad, es una persona cercana y educada. No es extraño que se acerque a un periodista a preguntarle qué tal le va en su empresa.

Pero, al mismo, tiempo tiene sus “prontos”. Sí, el Urkullu correcto y moderado se ha encarado en estos años con sindicalistas -sobre todo con sindicalistas- y ha llegado a parar un discurso para bajar al público y retirarle en primera persona un cartel de protesta a un asistente. Es también capaz de pasar meses y meses sin ofrecer una rueda de prensa o conceder una entrevista. “Hay cosas que le ponen de muy mal humor”, coinciden varias fuentes.

Ése es el Urkullu lehendakari. Mas, ¿y el Urkullu candidato? “Es muy disciplinado y riguroso. También en la campaña. Tenemos dos actos públicos al día y luego las entrevistas en medios y otro tipo de actos, más la responsabilidad de seguir gestionando los flecos de la pandemia. Cada acto, cada palabra de cada discurso, cada uno de los dos debates a los que vamos o cada entrevista las prepara de forma concienzuda”, explican en su equipo. En los actos públicos se ayuda de 'telepromter'. El candidato, cuando sigue un discurso preparado, ofrece frases sencillas y repite hasta la saciedad ideas-fuerza. Le gusta acompañar sus promesas con un cuasireligioso “palabra de PNV”. Eso sí, cuando no tiene guion, las subordinadas, los gerundios y hasta el futuro compuesto de subjuntivo asaltan su castellano.

El Urkullu que madruga se acuesta también temprano, no más allá de las once. A veces cierra el día revisitando alguna serie clásica, como 'Elementary' o CSI. Uno de sus hijos le ha recomendado 'Unorthodox'. Escucha desde Bruce Springsteen hasta Benito Lertxundi. Tiene un 'pitbull' que llegó a ser disparado ocho veces por uno de sus escoltas. Sabe tocar el txistu y usa 'smartwatch'. No se conoce mucho más de él. “Es muy celoso de su vida privada. Y eso en campaña dificulta algo las cosas ya que siempre hay una petición constante -y lógica- de los medios de comunicación para intentar desvelar la faceta humana y personal del candidato. Pero es lo que hay”.

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