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“Poder encontrarnos es el primer paso para poder convivir”

Javier de Isusi, autor de la novela gráfica 'He visto ballenas'.

Patricia Burgo Muñoz

La distancia es una herramienta que da perspectiva. Y es en la lejanía de una cárcel de la Provenza francesa donde Josu, un exmilitante de ETA, coincide con Emmanuel, un exmiembro del GAL. En el 'frío' de la celda, la barbarie de sus hechos les une en cierto modo. El odio que les movió al terror es lo que ahora tienen en común. Y lejos de ellos, a casi mil kilómetros de distancia, Antón, un antiguo amigo de infancia de Josu, aún vive bajo la sombra de la muerte de su padre a manos de ETA.

Josu, Emmanuel y Antón son tres personajes ficticios basados en una historia real y que protagonizan ‘He visto ballenas’ (Ediciones Astiberri), una intensa novela gráfica que revisa cuatro décadas de terror y dolor en el País Vasco. Que remueve los sentimientos y pone en clave humana la reflexión de dos personas que arruinaron su vida y la de muchas otras personas.

El autor de la historia, Javier de Isusi, no ha pretendido hacer una narración histórica de aquellos hechos. “Los personajes que aparecen en el cómic son inventados y aunque para llevarlo a cabo me he documentado bastante, donde más he rebuscado ha sido en mi propio interior: ¿cómo me sentiría yo si estuviera en esa situación? Era la pregunta que me hacía continuamente al intentar ponerme en la piel de unos y otros personajes”. Más bien ha buscado utilizar la capacidad de la cultura para vivir situaciones que en la vida real son más complicadas.

¿Cómo conoció la historia que cuenta en ‘He visto ballenas’ y por qué se animó a relatarla?

Un hermano mío me contó la historia real de un preso de ETA que en la cárcel, en Francia, conoció a un preso del GAL. Ambos se hallaban en ese momento lejos de las posiciones que tenían cuando habían ingresado en prisión y se produjo entre ellos lo que podríamos llamar un encuentro. No surgió de él una amistad pero sí algo parecido a un entendimiento mutuo. La historia, con su desenlace, me emocionó tanto que me puso los pelos de punta y pensé que era el tipo de historias que necesitamos oír ahora mismo, historias que sirvan para acercarnos al otro. Como yo me dedico a eso, a contar historias… pues asumí que me tocaba contarla. Al ser vasco tengo además la suficiente cercanía con el tema como para considerarlo un tema propio, pero a la vez no he sufrido en carne propia ni en la de mis allegados cercanos los efectos del conflicto, por ninguna de las partes, por lo cual creo que también tengo la suficiente distancia como para poder abordarlo sin que se me revuelvan las tripas.

¿Cómo se aborda un tema tan sensible como es el del terrorismo, el GAL y la convivencia en Euskadi?

Con humildad, con escucha y con mucho respeto. Es un tema enormemente sensible porque hay mucho dolor en torno a él, y ese dolor no es unidireccional, no son solo unos los que sufren y solo de una manera determinada. Ahí entra la humildad, la de aceptar que mi punto de vista no es el único válido; ahí entra la escucha, la de escuchar qué y cómo siente el otro; y ahí entra el respeto que significa aceptar que aunque pueda no compartir ni entender la postura del otro, respeto su dolor y respeto sus sentimientos. De eso hablo en el libro, de sentimientos y emociones, no tanto de hechos concretos, porque es a través de las emociones, que en esencia son las mismas para cualquier ser humano, donde podemos encontrarnos con más facilidad con el otro. Y poder encontrarnos es, a mi entender, el primer paso para poder convivir.

¿Cree que ha llegado el momento de hablar abiertamente de estos temas?

Es necesario que lo hagamos, sí. No es que no se haya hablado hasta ahora (aunque en concreto en el caso de los cómics hasta ahora apenas se había tratado este tema), de hecho hablar sobre el conflicto vasco y sus variantes se ha hablado hasta demasiado, lo que pasa es que mientras hay violencia es mucho más difícil escuchar. Es paradigmático el caso de Julio Medem con 'La pelota vasca', hizo una película para hablar, mostrar a diferentes personas hablando desde distintos puntos de vista, pero no se le quiso escuchar; se le hizo un linchamiento público brutal y algunos yo creo que aún no se lo han perdonado. El fin de la actividad armada de ETA ha creado un escenario totalmente distinto en el que pueden y deben tener cabida voces distintas a las que siempre tienen cobertura en los medios de comunicación.

¿El hecho de que sea una novela gráfica le da un valor diferente? Me refiero a si las ilustraciones ayudan a humanizar a personajes que pueden despertar rechazo por una y otra parte.

Es cierto que el dibujo tiene un valor que no tiene la palabra. La palabra, sobre todo la palabra escrita (a excepción tal vez de cierto tipo de poesía), entra en nosotros a través del intelecto. El dibujo entra por otro lugar más relacionado con lo emotivo. Con el intelecto es fácil enredarse en discusiones, “tú opinas esto, yo opino aquello”, “eso que has dicho me parece una barbaridad”, etc. Hay incluso palabras que por sí solas provocan el rechazo del lector. Con lo emotivo no hay lugar a discutir, “si tú sientes eso yo no puedo discutirlo; es más, yo alguna vez he sentido algo parecido”… El dibujo ha sido un gran aliado en esta obra, algunas frases, de hecho, las sustituí por silencios y miradas, mucho más elocuentes y sugerentes y menos dadas a malinterpretaciones o rechazos.

Además huye del color, ¿tiene alguna intencionalidad?

No, no es una huida del color. Al contrario, es usar el color de manera narrativa. Utilicé sólo dos colores, es cierto, un gris bastante azulado y un amarillo algo verdoso. Funcionan como colores antagónicos, uno oscuro y otro luminoso, uno frío y otro caliente (aunque ese amarillo en concreto es el amarillo más frío que pude encontrar)… Es como el cuadro que pretenden pintarnos de la realidad desde tantos lugares: nos dicen que la realidad es dual y hay amigos y enemigos, buenos y malos. Sin embargo la realidad no funciona así, esos colores se entremezclan y los grises rara vez son grises puros y los amarillos lo mismo. La realidad se compone de las infinitas gamas que nos proporcionan la mezcla de esos colores que nos dicen que son contrarios.

Una vez publicada la novela, ¿ve de otra manera todo lo ocurrido durante los últimos 40 años en Euskadi?

No… Aunque es cierto que por hacerla me he documentado más y, sobre todo, he tenido la oportunidad de conocer a gente que ha vivido el conflicto en primera persona y desde distintos lugares. He conocido a gente que ha perdido un familiar a manos de ETA, he conocido a gente que tuvo que marcharse de Euskadi por estar amenazada, he conocido a gente que ha perdido un familiar en la cárcel, he conocido a gente que ha pertenecido a ETA y luego salió… Tal vez pueda decir que junto con la novela ha ido acompañado un proceso personal en el que no es que vea las cosas diferentes, pero sí las siento de otra manera… Podría decir que de otra manera más encarnada.

¿Cree que la cultura es una vía para abordar unos temas que han provocado tanto dolor?

Lo que llamamos cultura son en realidad medios de expresión… Todas las artes responden al único objetivo de intentar expresarse. “El objetivo secreto de la vida no es otro que expresarse”, decía Oscar Wilde. El ser humano necesita expresarse y contarse su historia a sí mismo una y otra vez y para ello ha inventado distintos medios que son las distintas artes. Ha habido grandes civilizaciones que no conocían la rueda pero no hay cultura, por pequeña que sea que no cuente historias. Las historias nos explican, canalizan nuestros anhelos y frustraciones, son como el soñar del colectivo. Pero además las historias nos permiten, aunque sea durante unos instantes, salir de nuestra vida y vivir otras vidas. Ese es el viaje que me gustaría poder ofrecer al lector, conseguir mirar, aunque sea durante unos instantes, desde los ojos del otro.

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