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Sobre este blog

La cultura no entiende de idiomas ni de géneros, de fronteras ni de espacios. La cultura es un idioma universal que cada uno habla a su forma y cada cual entiende a su manera. Cultura con c y con k, masculina y femenino. Cultura en el idioma universal. Kulturo!

“En estos tiempos, que te graven la cultura es una putada tremenda”

Jordi Milán, director de La Cubana, en la entrada del teatro Arriaga de Bilbao.

Aitor Guenaga

Bilbao —

No hay tanta gente en el mundo que pueda afirmar con rotundidad que trabaja en lo que le gusta. Y además, líbremente y sin depender de las subvenciones. Tal vez por eso Jordi Milán puede criticar la “putada” de la subida del IVA cultural“ y a un Gobierno que no no se parece nada a ese sabio que sabe rectificar. ”Pensaba que rectificarían lo del IVA, porque se darían cuenta de que eso no puede ser porque rectificar es de sabios, pero como no son sabios, no han rectificado“. No necesita llamarse a sí mismo director y prefiere presentarse en la charla con EDN como un humilde ”teatrero“. A sus 61 años, Jordi Milán es un privilegiado en el mundo de las bambalinas y los escenarios. Y lo sabe. Vio nacer la compañía La Cubana en Sitges hace ya 33 años, cuando él se dedicaba al interiorismo y al diseño, y desde entonces pilota esta ”aventura“ de hacer ”teatro artesano“ y desternillante que es La Cubana.

Hasta el próximo 15 de septiembre, el público se puede sentir en el teatro Arriaga de Bilbao partícipe de la última locura-vodevil de Milán y compañía: “Campanadas de Boda”, una satira del circo nupcial, sea por lo civil, por la iglesia (católica), o entre homosexuales o entre un artista de Bollywood y la hija de una florista catalana metomentodo de armas tomar.

Pregunta. Vaya bodorrio que han montado en el teatro Arriaga. ¿Mejor incluso que en la basílica de Begoña, no?

Respuesta. Esta era una vieja idea que hemos sacado del armario. La verdad es que La Cubana ha utilizado las bodas muchas veces, en otros montajes, en el teatro de calle, en la televisión. Las bodas me han gustado siempre porque forman parte de eso que a nosotros nos gusta hacer: teatro. Ese teatro cotidiano que todos hacemos y pasa inadvertido. Las bodas, como las cenas de Navidad, son como esas reuniones en las que se reúne toda la familia, que majos somos, vamos a sentarnos todos en torno a una mesa y, luego, terminan muchas veces como el rosario de la aurora. Las bodas son un poco eso. Y son como el teatro, que estás preparando una historia cinco o seis meses, te desvives por ella y solo para un día de representación. Algo así. Y toda esa parafernalia nos gusta.

P. De hecho, Campanadas de Boda es una sátira nupcial total.

R. Hombre claro. A estas alturas, el hecho de casarse -que yo es algo que encuentro perfecto, porque no deja de ser un contrato entre dos personas que se quieren y desean vivir juntas, hasta que dure claro- pero que lo revistamos de este ritual ancestral. Han cambiado mucho las cosas, ya no hay que casarse obligatoriamente por la iglesia.

P. La obra además plantea otro tipo de matrimonios, más del siglo XXI, entre homosexuales, entre gentes de diferentes culturas...

R. Yo he luchado porque haya igualdad a la hora de que los homosexuales puedan casarse. Y ahora va y resulta que hacen el mismo rito. Y choca que unas personas que han trasgredido la norma, con una cultura distinta, de golpe y porrazo se pasan al otro extremo y hacen el mismo rito. Clavado: las flores, los trajes, todo, todo. Y me choca. Llegas a la conclusión de que el ser humano necesita el teatro. Y a la que podemos, todos nos subimos al carro, es una oportunidad que tenemos de hacer esta parafernalia. Esta sería la parte crítica. Pero por otro lado es una fiesta, en la que todos ponemos cara de asco cuando recibimos la invitación, pero luego enseguida nos sumamos al teatro: compramos el traje, vamos a la boda.

P. ¿Y cómo entra Bollywood en toda esta historia de la boda en Campanadas?

R. Lo primer que yo vi de Bollywood, aluciné tanto que dije: “Esto es Cubana”. Vi una película de esas con unos argumentos horrorosos que de repente se ponen a cantar y bailar y todo se mueve, y ese color. Y me dije, La Cubana tiene que hacer algo así. Me gustaba la idea del jumelage, del hermanamiento, de una española con uno de fuera, que es lo que se está viviendo ahora. Y me hubiera traido al Bollywood aquí, pero claro...

P. ¿Y eso que este montaje habrá costado un dinerito, no?

R. Con La Cubana siempre es así, tenemos ideas, se nos ocurren cosas y adelante. No sabemos hacerlo de otra forma. Hacer una cosa sencilla, no podemos. Y pensamos que en esta época de crisis, era mucho riesgo, pero decidimos gastarnos todo lo que teníamos. El teatro es una aventura, apuestas y ya está. Si sale bien, bien, y si no nos marchamos y lo dejamos estar. Por eso incluimos en el libreto que se entrega al público, cuando estrenamos la obra en marzo del año pasado en Barcelona, una frase que decía que “da igual que los tiempos no estén para tirar cohetes... cada espectáculo es como volver a empezar y por eso esto mismo no nos sabe mal que este pueda ser uno de los últimos espectáculos que hagamos”. Hombre, la cosa ha ido bien y hemos recuperado ya el dinero invertido. El que nos ha mantenido es el público.

P. Desde luego, leyendo los tuits de vuestro público se ve que son vuestros mejores embajadores. La frase más repetida es “no os lo perdáis”.

R. La verdad es que eso te pone la piel caliente. Y ver a la gente como te agradece, lo que escriben, la verdad cosas muy bonitas. Esa es nuestra fuerza.

P. Sois unos románticos de la escena, artesanos de la escena, pero que llena aun los teatros.

R. Sí, sí, pero es romanticismo. Las cosas ya no se hacen así. Los productores montan los espectáculos en un mes, nosotros tardamos cuatro o cinco meses, como mínimo. No sé hacerlo de otra manera. Tal y como nos ha ido desde que empezamos en Sitges hace ya más de 30 años, en 1980, ha sido fantástico. Haciendo lo que te da la gana.

P. Vamos que Jordi Milán no cambia esos años de libertad, de teatrero por hacer guiones para la televisión y ganar mucha pasta. ¿O sí?

R. Para nada. Me han ofrecido cosas. Para nada. A mi la televisión me gusta y hemos hecho cosas puntuales. La televisión es tonta, es la caja tonta. Es todo mentira lo que sale por ella, pero la gente se ha llegado a pensar que todo lo que sale es verdad. Pero hay mucho que exprimir en la televisión. Tiene mucho juego que dar. Aunque ahora mismo, televisión y creación están reñidos.

P. ¿Y cómo véis a la gente nueva, los nuevos actores?

R. Es gente muy buena, muy preparada. Pero todo ha cambiado. Cuando nosotros empezamos tirábamos la casa por la ventana, buscábamos como locos cosas nuevas, ahora la gente está un poco más apalancada, la sociedad está más apalancada. La gente joven, con muchas ideas y mejor preparación que nosotros, están apalancados. Sobreviven. Hacen cosas magníficas que se quedan en el garaje de su padre. A veces me pregunto: ¿y si naciera La Cubana ahora? pues creo que no existiría. Y como no hay ayudas para remover eso.

P. Ya sabemos que una de las partidas que más sufre cuando llega la crisis es la referida a subvenciones culturales.

R. Sí, claro. Y lo de la subida del IVA cultural y toda esa mierda. Este espectáculo, si lo analizas, es una soberana tontería. Pasan cosas que todos conocemos, pero muy tontas. Busco que la gente se ría, por descontado, pero en este caso también busco decir cosas, mostrar contradicciones sociales de muchas cosas que hacemos. Y creo que la gente lo agradece, se lo pasa bien. Y luego, lo del IVA queda un poco en segundo plano, aunque es una putada, una putada tremenda. En estos tiempos, que te graven la cultura, no solo el teatro, todo. Una cosa, además, es que en ningún país de esos que ellos se miran en el espejo ves que tengan el IVA tan alto. Sabía que el IVA lo iban a subir, pero un poco. Pero lo que han hecho es una barbaridad. Pensaba que rectificarían, porque -pensaba yo- se darán cuenta de que eso no puede ser porque rectificar es de sabios, pero como no son sabios, no han rectificado. No me gusta para nada esta gente.

P. Para hacer esta obra habéis hecho un trabajo de campo importante. Una inmersión en bilbaínismo. Lo mismo nombráis a personajes como la loca de Arriquibar, que habláis de la edil de festejos varios de la capital como es Beatriz Marcos o de tiendas y lugares clásicos de la capital. Sin olvidar el acento.

R. Hacemos un trabajo previo minucioso. Pero el teatro es algo vivo. Y cuando nos despedimos, lo hemos mejorado. Y eso es un trabajo añadido para los actores, que son versátiles, pero humanos.

P. Os atrevéis con todo. Habéis incluido hasta la polémica de la 'txupinera' y el delegado del Gobierno...

R. Eso es una cosa de actualidad y siempre me gusta incluir alguna última noticia. Y si no es de fútbol, es de política o de lo que sea.

P. El tema del público es fundamental para La Cubana. Pediros que prescindáis del público es como prohibirle a Mick Jagger que corra por el escenario en un concierto de los Stones.

R. El público es el protagonista. Ellos son nuestros artistas. Nos inspiramos en ellos, en el teatro cotidiano que hacen ellos, que hacemos todos. Me gusta que cuando vengan al teatro se sientan protagonistas, los autores. Nosotros solo somos los transmisores, para que se vean en el espejo. A la gente le gusta ver al otro, no verse en el espejo.

P. Sí, ver cómo le queda la diadema o el gorro al de al lado (risas)

R. (Risas) El público bilbaíno además me gusta, me entiendo bien con él. Hay una conexión guapa. Tiene un humor especial, serio. A priori, no es de carcajada. Sobrio, pero después le va la juerga que te cagas. Os va la marcha. Pero antes de soltar la carcajada, mira al de al lado. Mira las formas. Pero después, se mete en el ajo rápidamente.

P. La versatilidad de los actores y actrices de la compañía en el escenario es una de sus señas de identidad. Cuatro o cinco papeles en la misma obra y todos redondos. En esta ocasión, la actriz que hace de la tía Consuelo, que representa a la España más cañí, católica, apostólica y romana, la madre de la novia (Anabel) o personajes más fugaces como el actor de la calle que acaba oficiando la ceremonia... No quiero destripar nada, pero..

R. Por la Cubana ha pasado muchísima gente, actores y actrices que luego han funcionado muy bien en otros sitios. Santi Millán, Corbacho y muchos otros no tan conocidos. Ahora solo tenemos cuatro nuevos artistas. Los saqué después de hacer un casting de entre 300 curriculos, no para entrar en La Cubana, sino para un cursillo de un mes gratis que les di de cuatro horas diarias. Elegí a 30 para el cursillo. Y estos cuatro, entre ellos la que hace de novia en la obra o el que baila el aurresku, salieron de ahí. Había gente fantástica, aunque escogí a estos porque eran los que mejor iban para el espectáculo. Y, fíjate, no habían hecho nada.

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