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Sunsundegui: crecer para sobrevivir en Sakana

Autobuses en una estación

N. Elia

La empresa de carrocerías de autobuses Sunsundegui es el exponente más actual de la encrucijada a la que se enfrenta el sector industrial en Sakana, Navarra. Se trata de una empresa con unas cifras envidiables (el año pasado facturó 52 millones de euros, da empleo a 320 trabajadores –y el 60% de ellos son de la propia Sakana- produce 410 carrocerías al año y tiene garantizado un volumen similar de pedidos para los próximos periodos, exporta la mayor parte de su producción…) y, sin embargo, se enfrenta a un futuro incierto: sus instalaciones en Alsasua están anticuadas y limitan la productividad a 450 carrocerías al año, un tope que merma su capacidad para asumir nuevos pedidos y resta rentabilidad a su producción. Así que Sunsundegui debe afrontar un nuevo plan de inversiones que le permita renovarse y crecer.

Todos en la empresa carrocera, dirección y sindicatos (el comité está formado por 4 representantes de UGT, 3 de LAB y 2 de ELA) están de acuerdo en la necesidad de invertir para remodelar una planta que, en algunas de sus zonas de producción, continúa tal y como se levantó en sus inicios de la fabricación de carrocerías, en 1987. Sunsundegui necesita “crecer para sobrevivir”, como señalaba un mensaje de whatsapp que ha circulado estos días entre sus trabajadores.

Sin embargo, a partir de ese punto común, surgen las divergencias. La dirección de la empresa trabaja desde hace meses en un plan de inversiones a siete años vista en el que se emplearán 6 millones de euros (de los que casi la tercera parte estaría financiada por la sociedad pública Sodena) para remodelar las instalaciones y aumentar la capacidad de producción máxima de la planta hasta las 600 carrocerías al año.

Lo que la dirección ha propuesto a los socios trabajadores, por una parte, y a la plantilla, por otra, es vincular la aplicación de estas inversiones a un cambio en las condiciones laborales que, entre otras cuestiones, supondría la ampliación de la jornada laboral en seis días al año, hasta quedar casi igualada a las 1.695 horas efectivas al año que recoge el Convenio del Metal. A cambio de este incremento de jornada, la dirección ofrece a los trabajadores una paga lineal de 650 euros al año y la conversión en contratos indefinidos para 55 de los actuales puestos temporales, con el compromiso de reducir la eventualidad por debajo del 20% de la plantilla (actualmente, dicha eventualidad es superior al 40%).

La propuesta de la dirección ha sido rechazada en primera instancia por los socios trabajadores, que suman 135, forman parte del capital de la empresa y representan el 49% de la propiedad. Con una participación de 110 socios, 37 apoyaron negociar con la dirección su propuesta y otros 72 lo rechazaron. Pero, aunque el voto de los socios trabajadores hubiera sido favorable a negociar con la dirección las condiciones del plan de inversiones, para su aplicación sería también necesaria la aprobación mayoritaria del resto de la plantilla, representada en el comité de empresa. Y los sindicatos nacionalistas no se han mostrado precisamente proclives al acuerdo.

“Las inversiones son imprescindibles en la empresa, pero no pueden convertirse en una herramienta para el chantaje y la imposición”, señaló LAB en un comunicado. Desde ELA, por su parte, se hizo hincapié en que la jornada planteada por la dirección sí supera las horas previstas en el Convenio del Metal, porque la empresa no había contabilizado los 25 minutos de pausa de la jornada diaria.

Sólo los 4 representantes de UGT se han mostrado partidarios de negociar con la empresa las nuevas condiciones laborales vinculadas al plan de inversiones, y para ello proponen, además de la paga lineal de 650 euros, una paga adicional de cantidad variable en función del incremento de la rentabilidad empresarial, de forma que se pudiese llegar a un incremento salarial de unos 1.200 euros al año. Además, desde UGT proponían delimitar estas condiciones a los siete años de vigencia del plan de inversiones y, concluido el periodo, volver a la jornada laboral actual.

El escaso o nulo entendimiento entre la dirección de la empresa y los sindicatos nacionalistas (que suman mayoría en el comité) sólo se entiende desde el clima de mutua desconfianza que se ha instalado entre ellos a lo largo de los años durante los que Sunsundegui consiguió librarse del cierre y ser una de las empresas con mejor marcha en Sakana.

En 2008, con la caída de demanda de autobuses, la empresa concluyó el ejercicio con unas pérdidas de 16 millones de euros. Al año siguiente, y teniendo en cuenta la importancia estratégica de mantener vivo el tejido industrial en la zona de Sakana, el Gobierno de Navarra intervino a través de Sodena y Nafinco para rescatar la compañía con unos préstamos por 5 millones. Pero la ayuda pública no fue suficiente y, en 2011, el Ejecutivo ejecutó su derecho de compra. El plan de viabilidad supuso un recorte salarial de la cuarta parte de las nóminas, el despido de 21 trabajadores y un empeoramiento generalizado de las condiciones laborales. Pero la empresa seguía perdiendo dinero y, a inicios de 2013, la deuda había crecido hasta los 36 millones de euros. Sodena declaró el preconcurso de la fábrica.

Los directivos y un grupo de 165 trabajadores de Sunsundegui se hicieron cargo de la empresa con un reparto de la propiedad del 51 y 59%, respectivamente. Se impuso un plan de viabilidad con el que se despidió a otros 49 trabajadores. El principal de la deuda fue asumido por el Gobierno a través de Sodena y se pactó una quita del 30% de la deuda con proveedores. Se adoptó una nueva estrategia comercial que pasaba por personalizar al máximo el producto que requería cada cliente.

Gracias a la participación activa de todos los implicados con la empresa, Sunsundegui consiguió pasar de una facturación de 18,6 millones en 2013 a los 52 millones del año pasado. “Fueron años muy duros. Pero si no nos hubiéramos implicado así, la empresa habría cerrado y hoy no podríamos estar discutiendo sobre si queremos crecer o recuperar derechos”, señala un trabajador de la factoría carrocera.

Y la implicación de la plantilla en el futuro de la fábrica es precisamente el factor que genera desconfianza entre la dirección y los sindicatos nacionalistas. Para estos, la trayectoria de esfuerzo que han hecho los trabajadores con el objetivo de salvar la planta del cierre ha sido más que suficiente, y ha llegado el momento de que sea la parte empresarial quien comience a acometer las mejoras de las condiciones laborales de los trabajadores. Para la dirección, por su parte, la plantilla “no es consciente de lo que está en juego para todos” si el plan de inversiones no logra unas mínimas garantías de compromiso por parte de los trabajadores.

Tras el rechazo de los socios trabajadores a la propuesta de la dirección, se desconocen por el momento qué pasos puede dar la parte empresarial para intentar salir de la encrucijada. Tampoco se ha pronunciado el Gobierno de Navarra, pendiente siempre de la viabilidad de sus inversiones en la empresa.

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