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Sobre este blog

Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

Coger el rábano por las hojas

Félix Taberna

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La expresión popular se refiere a que muchas veces nos equivocamos cuando queremos captar algo. En vez de ir a lo nuclear, nos vamos a la periferia del asunto.

Me reconozco de una cultura política adquirida en el PCE de la Post-Transición. En esa cultura, aprendí que uno de los valores políticos más preciosos es la Centralidad. La centralidad política es un concepto que poco tiene que ver con el centro. No se trata de colocarse en el medio, en zonas templadas. La centralidad trata de perseguir el espacio hegemónico de lo relevante. Trata de percibir y atrapar aquello que lidera procesos y conforma valores; lo que nutre la cultura política. Se decía por aquel entonces que en un avión son necesarias las alas de los extremos (derecha e izquierda) pero se dirige desde la cabina del piloto.

A modo de ejemplo, la centralidad del Estado de Bienestar se encuentra en la lógica de la inclusión social no en los fraudes que tiene todo sistema de protección social y que se deben corregir.

Más adelante, en el proyecto inicial de Izquierda Unida, en el que también participé, aprendí otro concepto político no menos significativo: La transversalidad. Se trataba de mestizar la propuesta política incorporando otras culturas, otras opciones; en pos de lo unitario. Para ello, el PCE constituyó la plataforma unitaria de IU a la que Santiago Carrillo despreció tildándola de Ensaladilla Rusa.

Así, mi cultura política parte de la búsqueda de la centralidad desde el acuerdo mestizo con el otro. En definitiva, enfocar los grandes retos que la nueva sociedad nos depara para el desarrollo de políticas públicas de calado.

Por eso, en estos momentos, me siento extraño en la actual cultura política. Me siento extranjero en mi país. La Centralidad y la Transversalidad son valores políticos en claro desuso. Se imponen la Polarización y la Identidad.

Por un lado, se tiende a posicionarse en los extremos, en los polos. De tal modo, que no se buscan los matices; simplemente se pretende enmendar toda la plana. No hay grises; o blanco o negro. Así, si se propone una reforma constitucional es para darle la vuelta como a un calcetín. Si viene otro gobierno es para no reconocer la herencia del anterior.

Por otro lado, se imponen las políticas de identidad. No se busca entender al otro sino reafirmarse en uno mismo. Cuanto más puros y menos mestizos, más satisfechos.

Pero no nos equivoquemos; los responsables políticos no actúan de modo irracional. Simplemente, leen el mercado político y entienden que la sociedad civil les reclama valores esenciales, no valores depurados. Cuando los políticos ofrecen mecánicamente, sin traducir, aquello que perciben en la superficie de la sociedad existe el peligro de caer en el populismo.

Así, el reto político con el que nos encontramos para el progreso se hace muy cuesta arriba. Por un lado, las instituciones necesitan de grandes políticas públicas avaladas por un importante espectro. Sobre marco laboral, pensiones, gestión pública, federalismo europeo... Pero por otro, los rectores políticos entienden que eso no vende.

Para salir de ese círculo vicioso es preciso que las direcciones políticas tengan arrojo y audacia. Los políticos responsables debieran ser capaces de introducir la dialéctica en su diálogo con la sociedad civil. No ser un mero reflejo de las voces más sonoras. Es preciso un diálogo entre posible y lo deseable; entre lo necesario y lo satisfactorio.

Pero claro para llegar al diálogo sincero entre la política y la sociedad antes es necesario que se hayan restañado las numerosas brechas sociales abiertas. La desigualdad, la precariedad tienen un precio social para la calidad cívica y lo estamos pagando. Cuando la sociedad se presenta tan vulnerable es muy difícil buscar la centralidad y la transversalidad. Entre otros motivos porque las personas vulnerables (jóvenes precariados; adultos expulsados laboralmente; entre otros) no necesitan tiritas sino de transfusiones de sangre.

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