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Sobre este blog

Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

Esperanza en la regeneración

Félix Taberna

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La escasa tradición democrática de España es una de las causas por las cuales la dedicación a la política ha tenido poco prestigio social. Hace muchos años, en tiempos franquistas, se solía contar el siguiente chiste:

“¡Mira qué es mala la política! Si añades esa palabra a lo que más se quiere en el mundo se vuelve desagradable. Por ejemplo, madre política, suegra.”

La desconfianza ciudadana hacia los que ejercen la cosa pública no es una moda emergente en España; más bien, se convierte en un atavismo. Entre sus factores estructurales, el comentado de escasa tradición democrática; pero también el escaso valor social que tiene el Comunitarismo, el Bien Común. Propio de los países del Sur de Europa.

Hubo un paréntesis en la Transición, donde se glorificó el ejercicio de la política; pero en estos momentos, volvemos a las andadas. Es más, se acentúa esta desconfianza por mor de lo acontecido. La panoplia de corrupción que está apareciendo en esta última década nos está llevando al marasmo democrático. El sistema político se presenta no como un cauce de participación y canalización de las demandas ciudadanas sino como una constante alarma social que genera desconfianza e inquietud.

Por mi experiencia y convicción, considero que la política, como acción ciudadana colectiva, arranca del conflicto. Dado que el conflicto es la naturaleza propia de la sociedad. Por ello, necesitamos de estructuras de intermediación que sean capaces de generar proyectos colectivos. Y estos proyectos colectivos necesariamente provocarán decepciones particulares.

La ciudadanía sabe y entiende que no todo es posible, que sus preferencias no siempre coinciden con las de sus vecinos. Lo que sin duda no entienden los ciudadanos es que los responsables políticos no se comporten dentro de los cánones de la ética pública esperada. La ética pública no es sino el comportamiento de los responsables públicos en aras a los valores de interés general, de ciudadanía. Por lo tanto, se exige de ellos que se comporten con honestidad, transparencia, eficacia, eficiencia, apertura, responsabilidad, participación, coherencia.

En estos momentos, la mayoría social ciudadana no está pidiendo tanto un fuego purificador para las instituciones sino una profunda revisión ética de las mismas. No está pidiendo que desaparezcan los partidos, las cámaras de representación política, los gobiernos que ejecutan las políticas públicas. Ni siquiera está pidiendo salarios ciudadanos de más de dos mil euros, ni protecciones sociales gratis eta amore. Lo que está clamando es que las personas responsables de dirigir la cosa pública digan: “Leed mis labios, seré intolerante con la corrupción; actuaré éticamente”. Están clamando que la profilaxis democrática contra la corrupción sea lo más rigurosa posible.

Así pues, necesitamos recuperar la legitimidad social que debe tener la democracia. Porque la democracia, a mi modo de ver, es la mejor expresión de inteligencia colectiva para convivir socialmente. Pero para renovar los votos democráticos es preciso que estado de cosas cambie. Que la cultura democrática, como sistema de valores, y la ética pública, como pauta de los responsables políticos, se impongan. Que sean no sólo los frontispicios del edificio, de las instituciones, sino también la cocina y el dormitorio.

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