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Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder
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Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

La cigüeña

Sánchez e Iglesias, un pulso de cinco meses en el que la desconfianza se impuso a la negociación

Javier Lorente Doria

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Todo el mundo sabe que a nadie nos ha traído una cigüeña desde París. Sin embargo, salvo alguna rara excepción, a nadie le ha dado sus padres detalles concretos de cómo le hicieron. Sólo pensarlo nos da una rarísima sensación indescriptible y no se nos suele ocurrir preguntarles sobre aspectos más o menos escabrosos de aquella noche o día en el que un espermatozoide se introdujo en el óvulo de nuestra madre.

Lo que hemos vivido durante este verano en la política nacional se parece bastante a esa sensación que podríamos experimentar si nuestra madre nos diera detalles del momento de nuestra concepción. Quizás sea cosa de los nuevos tiempos y pronto la gente suba a la red Instagram stories con ese tipo de particularidades para que familia y futuros descendientes sepan todo al detalle. Quizás entonces descubramos que es algo sano para conocer nuestro origen sin tabúes ni complejos. Quizás.

En la política de antes, quienes negociaban solían hacerlo en reuniones más o menos discretas. Se encerraban en una sala del Congreso, con café, comida y cartones de tabaco y se tiraban el día metidos ahí hasta que sacaban algo en claro. Nadie contaba intimidades de lo que allí se hablaba porque lo importante era el documento que se firmaba al final. Luego, años más tarde, alguno de los protagonistas contaba lo que le apetecía en un libro de memorias políticas pero ya no tenía trascendencia porque las criaturas políticas que había parido esa negociación ya estaban finadas.

En la nueva política, las formas parecen haber borrado la importancia del fondo. Los líderes se rodean de asesores que prefieren denominarse con el anglicismo “spin doctors” y de los que los medios hablan como si fueran los Messi y Cristiano del fútbol. Uno se pregunta si estos spin doctors quieren, como Iznogud, el personaje del comic de Goscinny, ser califa en lugar del califa, o prefieren seguir siendo visires manejando al califa sin asumir el desgaste de serlo.

Uno de los términos a los que nos han acostumbrado en la nueva política es el de “la batalla del relato”. Va de tratar hacer ver que la negociación va mal por culpa del otro y en esa obsesión por el relato se han quemado todos los puentes posibles y se han aireado todas las aristas a través de todos los medios disponibles. Se ha llevado la negociación de un gobierno al plató de Sálvame de Luxe y quienes tenían que liderarla, en vez de sentarse en la sala del Congreso con el paquete de tabaco, se han comunicado a través de Twitter, los telediarios y los programas de la radio. Pablo Iglesias comunicó su renuncia a ser ministro en un video y la vicepresidenta Calvo quedaba con Echenique a través de mensajes de Whatsapp que luego contaba en la radio.

Un perfil del asesor en jefe del presidente Sánchez hablaba de su afición por la serie El Ala Oeste, que cuenta la vida interna de una administración norteamericana liderada por Jebb Barlett, un presidente ficticio interpretado por Martin Sheen. Barlett es un tipo admirable, con principios firmes, carisma, con un trato fantástico a sus colaboradores e incluso rivales al que todo le acaba saliendo bien. Aunque haya que reconocerle su capacidad de resurrección política y oportunidad de estar en el sitio y momento adecuado, Pedro Sánchez no es Jebb Barlett. Ni la política española es El Ala Oeste. Principalmente porque El Ala Oeste es una serie que escribieron unos guionistas y lo que estamos viviendo es la realidad. Vida real en la que después de la batalla del relato, los spin doctors, el plató de Sálvame y la negociación en vídeos de Twitter, nos trasladarán de nuevo su incapacidad para negociar a la ciudadanía que ha ido a votar 4 veces en 4 años. Que igual era lo que buscaban, con la diferencia de que nosotros no somos actores de El Ala Oeste, sino gente que pensaba que la política estaba para solucionar los problemas, no para sentirse en una serie de la tele.

Y ahí quizás echamos de menos el cuento de la cigüeña.

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