Culo di ferro

A Enrico Berlinguer, político perteneciente al Partido Comunista de Italia, se le conocía como “culo di ferro”. Nunca se levantaba de una reunión; agotaba la negociación en busca del acuerdo hasta la extenuación. Expresaba que la cualidad de un político no era tanto su cerebro sino su capacidad de acordar. En cierto sentido, era lo que Max Weber, el gran maestro de la Sociología, definió como la ética de la responsabilidad. Según Weber, la ética de la responsabilidad es aquella que se debe aplicar al mundo de la política. El criterio último para decidir de un político se debe fundamentar en la consecuencia de su acción. Se contrapone a la ética de la convicción donde ésta se rige únicamente por principios y convicciones.

Por ello, en muchas ocasiones, a los políticos se les percibe como personas volubles en sus principios. La clave estriba en que la política no actúa tanto por convicciones sino por las consecuencias que deparan las decisiones que se toman. Unas decisiones que en política, casi siempre, son resultado del acuerdo con otros.

Negociación, negociación, negociación. Este es el panorama político dejado por la ciudadanía tras las elecciones y que, a fuer de lo que expresan las encuestas, será el mismo si se vuelven a repetir. La negociación es el proceso entre dos o más partes que tienen respectivamente recursos que se desean y necesitan compartir. En este caso, la negociación trata de conformar el sentido de la dirección de la voluntad popular.

Las técnicas de negociación que estamos viendo en estos días sobre la conformación del próximo gobierno se estudian en los cursos de “Dirección de Empresas”. La posición de Rajoy de negar en público el saludo a Sánchez evidencia una derrota personal anticipada. Para una buena negociación es preciso identificar qué se desea obtener y que tiene la contraparte. Establecer posiciones máximas y mínimas, poner plazos, tener información, buscar aliados en la contraparte.

Mi gusto es más clásico menos gerencial. Prefiero los consejos del viejo Gracián. Debes saber decir que no; no conceder es tan importante como saber conceder. No arriesgar todo en una sola jugada; si no te sale bien, lo perdiste todo, y el daño es irreparable. Obrar siempre con una intención inesperada; nunca lo digas todo, en lo que callas, está tu poder. Aprender a usar a tu favor a los enemigos; el sabio se aprovecha más de sus enemigos que el necio de sus amigos. Más sacarás del que te necesita que de quien te agradece. Y sobre todo, lo fácil, trabájalo como si fuese difícil para que la confianza no te conduzca al descuido, y frente a las tareas grandes y difíciles, no te detengas a pensar que son grandes y difíciles, pues eso puede restarte ánimo para culminarlas.

Al margen de las técnicas de negociación propias del momento, estamos en un escenario netamente político; donde la inteligencia debe primar al corazón. Donde acordar con otros es fundamental. Donde las consecuencias de las decisiones deben primar sobre las convicciones. A más de uno todo esto le escandalizará. Creían que todo lo anterior era propio de la vieja política; pero la política es vieja en sí misma. Y es vieja, no caduca, porque es imprescindible. En última instancia es el recurso para evitar el enfrentamiento, el enconamiento, la ley de la selva. Por ello, acordar, pactar, ceder, negociar son verbos netamente políticos. También darse la mano.