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Sobre este blog

Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

El silencio

El Papa Francisco.

Javier Lorente Doria

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Guillermo lo rompió la última semana de febrero. Ni siquiera es su nombre verdadero, porque prefirió un alias y la voz distorsionada para que escucháramos su historia en la SER. Lo hizo así porque nos cuenta que ni siquiera su hijo conoce lo que pasó en la enfermería del colegio de los Reparadores de Puente La Reina en la década de los 70. Sin embargo, si algún día decide desvelar quién es, su hijo estará muy orgulloso de tener un padre tan valiente.

Guillermo ha roto el silencio existente en Navarra sobre algo de lo que, incluso el delegado diocesano de Educación, llegó a asegurar en televisión que nunca se había producido en colegios religiosos en la comunidad: los abusos sexuales. Guillermo relató lo que había sufrido a manos del encargado de la enfermería cuando apenas tenía 12 años. Mucho tiempo después, al morir su hermano, descubrió en su carta de despedida que él también había pasado por los mismos abusos a cargo de la misma persona.

Dos días más tarde hablamos con Fermín, que no tuvo problemas en desvelar su nombre y corroboró una historia similar de abusos durante los primeros 80 en ese mismo recinto, la enfermería del colegio de Los Reparadores. Quien realizaba los abusos era otro religioso, encargado también de la enfermería, un lugar al que los chicos le tenían tal temor que evitaban decir que estaban enfermos para no pasar por aquello, que casi todos conocían. Era un secreto a voces entre el alumnado del internado entonces, pero nadie se atrevía a denunciarlo al director del centro porque esa figura les infundía incluso más temor que el enfermero. “Allá todo lo solucionaban a base de palos”, nos contó Fermín en la radio.

Es difícil imaginar que el profesorado y el resto de religiosos del colegio no supieran lo que allí pasaba. De hecho, poco tiempo después el enfermero fue trasladado a otro colegio de Salamanca. Desconocemos si en Salamanca habrá historias similares, pero esta ha sido la solución que la Iglesia ha ido dando sistemáticamente con los abusadores; traslado y silencio.

Silencio que, según el testimonio de Guillermo, le pidió el Arzobispado de Pamplona cuando acudió a contar su experiencia al descubrir que su hermano había pasado por la misma experiencia de abusos que él. “Me dijeron que llevara la carta de mi hermano a una caja que tienen ellos allá para que las cosas malas se olviden”, afirma Guillermo que fue la respuesta a su inquietud. Preguntamos al portavoz del Arzobispado por esta visita de Guillermo y la respuesta es que ni confirman ni desmienten ese encuentro. Añaden que “no se comentan los encuentros con víctimas”. La pregunta lógica es si ha habido más encuentros con víctimas y la respuesta es: ni confirman ni desmienten.

Eluden la respuesta, pero el del enfermero de los Reparadores en los 80 no es el único traslado sospechoso. Hay unos cuantos más. También retiros temporales de la actividad sacerdotal llamativos bastante más cercanos en el tiempo. La Iglesia, fiel a la cita evangélica de “mi Reino no es de este mundo”, opta por el silencio y la ocultación de los sucesos.

La generaciones que ejercían el sacerdocio durante los años finales de la dictadura franquista y arranque de la democracia provenían de un fenómeno muy común en toda España en las décadas anteriores: la pobreza y la falta de formación. Muchas familias optaban porque a sus hijos los llamase Dios para darles un futuro mejor que el suyo. Sin vocación religiosa ni, por tanto, de celibato, entraron miles de hombres casi adolescentes en noviciados y seminarios en los que el silencio y los tabúes eran la norma a la hora de hablar de sexo. Caldo de cultivo del que no solo salen abusos sexuales, sino agresiones físicas y una educación basada en el miedo.

Sin embargo, los abusos no son una película en blanco y negro. Siguen presentes en nuestra realidad. Según datos de Save the Children, uno de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia y más del 80 por ciento no llega nunca a un juzgado por el temor de los afectados. Es un porcentaje muy pequeño de los casos el que proviene de personas desconocidas para los menores. El ámbito familiar es el más habitual en el que se producen y los abusadores son en casi el 90 por ciento de los casos hombres.

El silencio y la ocultación son sistemáticos en el caso de la Iglesia, que tiene ante sí el reto de reaccionar antes de que destroce por completo la confianza social en la institución. Silencio que, sin embargo, la realidad nos dice que no es monopolio de la Iglesia.

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