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Cuando la necesidad agota hasta el apoyo familiar

Un cartel pidiendo ayuda en la calle.

Garikoitz Montañés

Más barreras y menos oportunidades. Estos dos problemas se alían para que las personas con necesidades ya no puedan resistir, para lograr la exclusión social. El segundo informe de la cátedra CIPARAIIS de la Universidad Pública de Navarra se titula, precisamente, La desigualdad y la exclusión que se nos queda, en referencia a ese sector de la población navarra que permanece ajeno a una posible recuperación económica. ¿Cuáles son las causas? ¿Cómo afrontan esta situación las personas que han encadenado crisis y que carecen de apoyos? ¿Cuándo se llega a la exclusión? La clave para evitarla está en el posible regreso de las personas afectadas al mercado laboral y en el apoyo de las llamadas redes informales, las familias, pero ¿qué pasa cuando estas se sobrecargan? La caída entonces es “fuerte y rápida”, y más si se agotan las prestaciones y se ajustan los servicios públicos.

Estas son algunas de las preguntas que responde uno de los apartados de este informe de la UPNA, Itinerarios de exclusión: crisis concatenadas, acumuladas y sin apoyos, que firma la investigadora Lucía Martínez Virto. Si ya hace dos años, en el primer Informe sobre Desigualdad Social en Navarra también elaborado por la cátedra, se señalaban las consecuencias que estaban teniendo el desempleo y la precariedad laboral, especialmente en personas que ya antes de 2008 habían perdido su vínculo laboral, en este caso el informe advierte de que es ahora cuando las dificultades son más “intensas”, provocando caídas más importantes o situaciones de exclusión más prolongadas.

Colectivos como Cruz Roja Navarra, que participa precisamente en la cátedra CIPARAIIS, ya habían señaladon que, en una comunidad como la navarra acostumbrada a encabezar ratios de bienestar, quienes sufren la exclusión lo hacen de forma más intensa que en otras. El Gobierno Foral, por su parte, ya ha respondido a este informe de la UPNA recordando que Navarra, según la tasa AROPE, es la cuarta región europea con menos pobreza severa (un 0,6%). Sin embargo, en este informe de la UPNA, respaldado por los colectivos sociales que han participado en él (y otros que no han participado pero que sí lo han apoyado al recalcar que ven estas situaciones “a diario”), se insiste en que hay personas que sufren crisis concatenadas, como se refiere a aquellas que, además de sufrir por ejemplo el desempleo o el inicio de adicciones, tienen que hacer frente a la “hostilidad del mercado de trabajo” y a la falta de apoyos. Y, mientras, también hay quien antes de la crisis ya sufría una crisis, y en este caso se habla de crisis acumuladas. Son dos ejemplos de esta situación extrema.

En otro de los apartados de este estudio, el investigador Rubén Lasheras también ha recogido en qué se traducen estas necesidades y, para ello, se realizaron entrevistas a 52 personas atendidas por colectivos sociales. Estas voces hablan de las dificultades para encontrar trabajo, del miedo a ser consideradas personas vagas, de los impagos de facturas y cómo esa situación afecta a la habitabilidad de la vivienda, de los ajustes en alimentación, vestuario y medicinas… De ahí el peligro de la exclusión y más, según señala la investigación, teniendo en cuenta que los problemas se multiplican, el contexto es más excluyente y hay una menor capacidad de ayuda. Y ahí es donde el informe pone en cuestión “los tradicionales mecanismos de apoyo social y público” que tantas ampollas han levantado en el Departamento navarro de Políticas Sociales.

Para prevenir este tipo de casos, la investigadora señala que, en primer lugar, es primordial la reincorporación al trabajo, pero también ve como algo “cardinal” contar con prestaciones sociales, ya sea desde el desempleo a otro tipo de subsidios o la Renta de Inclusión Social. En este punto, el informe destaca que la cuantía de la RIS es mayor en Navarra (además, como a menudo recuerda el Gobierno Foral, aquí se da a una de cada 25 familias, mientras que en España la media es de una cada 175), pero también critica que tiene “numerosos huecos”. En el informe, por ejemplo, se recoge su extensión durante 24 meses, algo que el Parlamento (pese a las críticas de UPN) cambió antes de terminar la legislatura para extenderla a 36.

Sin prestaciones, una “caída” más rápida

Con todo, el informe de la UPNA insiste en que la pérdida de esas cuantías, que tienen “fecha de caducidad”, marca el inicio de una “caída” rápida a situaciones de carácter extremo. Pero la investigación no se centra únicamente en el apoyo económico, sino que también destaca el papel que ejerce el informal (la familia, fundamentalmente), y el de acompañamiento y orientación que brindan los servicios públicos, y aquí está una de las claves, a quien carece de esos apoyos informales o bien están “en riesgo” tras tanta necesidad.

Porque, según los testimonios recogidos en este estudio, la necesidad también sobrecarga la ayuda familiar y tensa las relaciones. De ahí que se hable de la necesidad de contar con ese “colchón” público, que previene la exclusión, pero que cuenta con unos recursos limitados y que, por tanto, se reduce cuando la dificultad se prolonga, ya sea porque las prestaciones se agotan, no se puede acceder a ellas o porque, por los ajustes públicos, se han reducido los servicios. Este informe de la UPNA recoge cómo las personas afectadas notan esa “inestabilidad”, que provoca miedo e incertidumbre; de ahí que la investigadora se cuestione qué pasará si esos apoyos no se refuerzan.

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