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“Una niña puede querer jugar a pelota vasca o no, pero tiene que saber que existe esa posibilidad”

Andrés Salaberri, en el centro de la imagen, durante el rodaje de 'Las pelotaris' / Foto: Daniel Burgui.

Garikoitz Montañés

Era febrero de 2014, miércoles, aunque “no recuerdo el día exacto”, y la escena sucedió en la plaza del Castillo de Pamplona. El fotoperiodista Daniel Burgui Iguzkiza (Pamplona, 1985) le habló al realizador Andrés Salaberri Pueyo (Pamplona, 1979) de un argumento que le rondaba la cabeza tras preparar un reportaje sobre pelotaris en Goizueta (Navarra): contar la historia de las mujeres que juegan a pala. Entonces solo tenían una idea y ninguna financiación salvo la que ellos mismos aportaran, pero en septiembre tenían el entorno perfecto para situar la historia: el XVII campeonato mundial de pelota vasca que se celebraba en Zinacantepec (México).

Así surgió Las pelotaris, el corto documental que se grabó con apenas tres personas (al equipo se sumó Jokin Pascual como director de fotografía) en Estados Unidos, México y Navarra y que este 8 de octubre se pre-estrena en la Filmoteca de Navarra (a las 19:30 y las 21:00 horas, con buena parte de las entradas ya vendidas), y así empezó una lucha doble: la de un equipo de apenas tres personas empeñado en rodar sobre un deporte minoritario y, dentro de él, por retratar a las mujeres que lo practican. Y la de unas mujeres que, a pesar de no ser profesionales, se empeñan en jugar en un frontón que, a menudo, parece reservado para hombres. Salaberri insiste en que hay algo “genuino” en ese argumento, el de unas chicas que simplemente juegan al deporte que les gusta.

¿Por qué se lanzaron a hacer este documental?

Las pelotaris es un proyecto que fue creciendo. Dani [Burgui] vino con una idea, con una de sus locuras, y a mí me tocó ver qué era viable. Pensamos hasta dónde podíamos llegar con un equipo de tres personas y, cuando fuimos a México a grabar, solo teníamos la financiación que habíamos conseguido de la Fundación Caja Navarra. No sabíamos cómo haríamos el resto.

Pero sí consiguieron financiación del Gobierno de Navarra, que en los tiempos que corren…

Pero ya estábamos en Estados Unidos y México cuando nos lo confirmaron. Fue una apuesta y somos dos freelancers sin un trabajo fijo, y por eso también pasamos momentos de pánico. Ya habíamos hecho un documental sobre el tifón de Filipinas [The Last Voyage of Eva Jocelyn] con apenas una cámara de fotos, pero creíamos en esto. Se sufre, da igual la dimensión del proyecto, pero hay que pelearlo.

Cuando deciden grabar un documental sobre deporte femenino y sobre pelota vasca, suena más a un motivo reivindicativo que comercial.

El cortometraje no suele buscar ese fin comercial, a no ser que ganes muchos premios y entonces es como si te hubiera tocado la Lotería. No puedes contar con eso.

Pablo Iraburu, codirector del documental Walls, estrenado precisamente la semana pasada en Pamplona, explica que uno de sus objetivos es contar una historia pequeña para plantear preguntas mayores. No sé si coincide con esa visión.Wallsla semana pasada

Hay documentales solo informativos, pero los mejores son aquellos que mueven algo. Se trata de dar en la tecla, con una, y lo complicado es elegir entre diferentes historias y quedarse con esa.

¿La clave del documental es la figura de Maite Ruiz de Larramendi [pelotari del municipio navarro de Eulate y elegida en 2010 mejor pelotari del mundo en los mundiales de Pau, en Francia]?Maite Ruiz de Larramendi

Si quieres mover al público, tienes que conseguir que se identifique con algo o con alguien. Y necesitas a gente que te guíe entre las historias que aparecen en el documental, y en este caso son Maite y Rosa María Flores Buendía, una pelotari mexicana y que, como Maite, tiene un palmarés envidiable, son veteranas y que se acabaron enfrentando en el Mundial.

¿Con 27 minutos de documental se pueden cambiar las cosas?

Eso se puede conseguir con 6, con 14 minutos… No digo que nosotros lo hayamos conseguido, pero está claro que la duración no es un factor determinante, solo permite un mayor o menor desarrollo.

Pero, en este caso, está claro que la historia provoca preguntas sobre el deporte femenino, y por qué pasa más desapercibido a pesar de la fiebre actual por todo lo deportivo.

Esto es lo que hay. Nosotros no somos ni pelotaris ni mujeres, no hay un planteamiento inicial de hacer una película feminista con la que conseguir algo: solo reflejamos una realidad. Y aquí [se refiere a Navarra y Euskadi] gusta mucho la pelota, pero no se sabe que hay mujeres que la juegan; y lo ideal para la pelota es que haya niñas que quieran jugar, que esto crezca. Si eso no entra dentro de las posibles actividades extraescolares, evidentemente hay un problema. Una niña a lo mejor quiere jugar o no, pero tienen que saber que existe esa posibilidad.

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