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“Ser voluntario en la tómbola de Cáritas no te estropea las fiestas”

Voluntarios vendiendo boletos en la tómbola de Cáritas.

Celia Bustamante

Pamplona —

Más de 100 voluntarios hacen posible cada año la tómbola de Cáritas, que se ha convertido en un símbolo más de las fiestas. Durante todo el año, 15 personas trabajan para que la tómbola sea una realidad, pero es durante la semana de San Fermín cuando más ayuda se necesita. Los voluntarios no tienen ni una edad ni un perfil determinado. Reparten ilusión desde jubilados hasta jóvenes que todavía no han cumplido los 18 años. Estos últimos, entregando premios, ya que no pueden vender boletos si son menores de edad.

Es el caso de Jesús. Tiene 17 años y es la primera vez que participa en la tómbola. En el colegio les ofrecieron varios programas de voluntariado y él se apuntó a este. “Me entusiasmaba la idea porque siempre he venido a la tómbola de pequeño y me hacía mucha ilusión”. Varios compañeros de su clase también iban a colaborar; sin embargo, solo ha venido él. En su caso, ayudar en la tómbola no le va impedir salir de fiesta: se pueden compaginar las dos cosas. “Estar aquí ayudando no me va a fastidiar las fiestas. Los horarios son flexibles y cada uno colabora cuando puede”.

Ana es quien organiza los turnos de los voluntarios. Y hay de todo. Desde personas que pasan 8 horas al día vendiendo boletos, hasta quienes solo van dos días o unas pocas horas. Cada uno aporta lo que puede y, desde la organización, animan a los voluntarios a que descansen y no pasen muchas horas detrás del mostrador. “Esto no es un trabajo y los voluntarios tienen que disfrutar también de las fiestas. Tienen que venir a gusto, no demasiadas horas y acabar aborreciéndolo”. Luis no hace caso a estas recomendaciones, y lleva sin hacerlo 30 años. Es el más veterano de la tómbola. De hecho, todos los voluntarios se jubilan a los 75 años, excepto Luis, que ya supera los 80.

Luis comenzó como voluntario cuando trabajaba, y colaboraba durante su tiempo libre, los fines de semana. Después de jubilarse continuó en la tómbola, pero haciendo auténticas jornadas de trabajo, de 8 horas diarias. Ahora vive en una residencia, y compagina sus horarios en Cáritas con los horarios de las comidas. Luis es uno de los que trabaja todo el año en la organización y es el responsable de que los premios estén repartidos entre todas las bolsas que contienen los dos millones de boletos disponibles en esta edición de las fiestas.

La venta se organiza de manera que en cada bolsa de 2.000 boletos, haya la misma cantidad de sorteos y premios. Además, los premios grandes están repartidos proporcionalmente entre todas las bolsas. Y esa es la tarea de Luis. Es la única persona que sabe cómo organizar el reparto de premios. Todos los años, es el encargado de, bajo secreto, introducir manualmente los boletos con premios importantes en la bolsa que, según sus cálculos, corresponda. Después, durante las fiestas, Luis lleva un registro con los premios que tocan cada día para verificar que, efectivamente, salen repartidos cada cierto número de boletos vendidos. Un privilegio para el voluntario de honor de la tómbola pamplonica.

Luis ha visto pasar por allí a muchos voluntarios, como Maite, que este año es el segundo que colabora repartiendo los premios. “Una amiga mía trabaja como voluntaria todo el año y me dijo, ¿te importaría venir a la tómbola? Ella está vendiendo boletos y yo repartiendo premios. Vine el año pasado para probar y he repetido. Yo nunca he trabajado de cara al público, es una sensación diferente. Es muy agradable, a todo el mundo tienes algo que decirle, ayudas a los abuelos a meter el premio en la bolsa, vienen los niños con la ilusión de que les ha tocado un premio… La verdad es que me hizo mucha ilusión cuando me dijeron que si quería volver otra vez”.

Maite reconoce que, en su caso, no se priva de la fiesta por participar en la tómbola porque dice que las personas de su edad ya no salen tanto. “Estar aquí también es participar de la fiesta, ver a la gente y compartir esos momentos en que vienen a por los premios”. Le gusta ver a voluntarios jóvenes detrás del mostrador, aunque no hay muchos. “Suelen venir más chicas que chicos. Esa gente tiene más mérito, porque está más en edad de salir de fiesta. Además, que haya gente joven detrás del mostrador es bonito, a la gente le anima”.

Jesús, Luis y Maite coinciden en señalar que “merece la pena ser voluntario en la tómbola durante los sanfermines”. Por varias razones: compartir la emoción de entregar premios, estar en el centro de la fiesta pasando la tarde rodeado de tus vecinos o colaborar con Cáritas aunque sea una vez al año.

Otras formas de colaborar

Otras formas de colaborarAdemás de las personas que colaboran vendiendo boletos o repartiendo premios, que son la cara visible de la tómbola, hay quien colabora con sus productos o su trabajo. Cáritas compra todos los premios que reparten cada año, aunque en alguna ocasión, hay premios que son donaciones.

Este año, muestran con orgullo los dos casos en los que alguien ha colaborado sin ánimo de lucro con la institución. El primer caso es el de Conservas Pedro Luis. Se trata de una tirada de botes de tomate en conserva que se ha realizado exclusivamente para colaborar con la ONG. Un grupo de empresas han puesto, cada una, una pequeña parte del tomate, que Pedro Luis ha embotado y regalado a Cáritas. “Incluso el camión que nos trajo los botes de tomate lo hizo de forma gratuita”, dice con orgullo la trabajadora de la tómbola.

El otro caso es el de una diseñadora que dibujó un san Fermín que se transformaría en una memoria USB que toca como premio directo en los boletos. “No nos quiso cobrar el diseño, y con ese dinero pudimos encargar más memorias para poner como premios”.

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