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Sobre este blog

Periodista. Entre rebote y rebote 'cambió' el baloncesto por la actualidad.

Donde dije digo, digo me ahogo

Igor Marín

Euskadi es un país cambiante. Lo que ayer era imposible hoy es deseable y lo que hace un año era una atrocidad política hoy es un acto de responsabilidad necesario para salvar esta lluviosa patria nuestra. Si ayer Patxi López era el mísmisimo Satán por llegar a acuerdos con el Partido Popular de Basagoti unos meses después, previa foto con Mariano en La Moncloa, es razonable lanzar el guante a todo el que se ponga para sumar y no dejar caer el país. De la noche a la mañana los populares lejos de taponar las vías respiratorias de los vascos y las vascas son candidatos a hacer el boca a boca a un lehendakari que está solo.

Y es que esa es la lectura del pleno en el que Urkullu ha lanzado su programa político. Tras la borrachera de soberbia ha mirado al Parlamento y, como bien cuenta Antonio Rivera, ha visto que hay más gente conduciendo en dirección contraria que por el carril único que creían que era Euskadi. El PNV ha tenido que asumir su soledad política y lanzar el guante del pacto tanto al PSE-EE como al PP. La boda imposible que era hace un año ahora pretenden convertirla en orgía de siglas. Urkullu está punto de superar a Rajoy en algo. En ser el presidente que más rápido se ha quedado sin discurso.

En Sabin Etxea tienen claro que con EH Bildu no quieren ir ni a heredar. No invierten tiempo ni en pensar la excusa para negarles el baile. La semana pasada era que no compartían modelo social y esta que los abertzales apoyan la huelga. La que viene bien podría ser que algo relacionado con el color de la txapela. Ha acertado Laura Mintegi señalando la pobreza del argumento de Urkullu. Es evidente que el PNV es consciente de que remar en el mismo río que los abertzales acabará dejándole sin caladero. Su portazo, por lo tanto, no es una cuestión de modelo social sino un cálculo electoral. El mismo que utilizan para sacar la bandera de la soberanía. Si truena la ponen a Santa Bárbara y si escampa la tienden al sol.

Y el nuevo PSE también enseña sus cartas. Y es cierto que son cartas distintas. Porque hace un año todo eran carantoñas con el Partido Popular y ahora, Mariano de por medio, resulta que se llevan el Scattergories si se encuentran con Basagoiti o Quiroga en su tablero. Aquí el viento sopla al revés. Lo que antes valía ahora es imposible. Es cierto que en medio se ha derrotado el yugo de la violencia pero también la sensación es que esta batalla va por otros derroteros. El cambio, como se llamó a la ‘entente cordiale’ entre socialistas y conservadores, ha acabado como la batalla de los Cien Años.

El Partido Popular también juega con la calculadora. En esta caso de doble pantalla. Por un lado, no cierra puertas en Euskadi donde es consciente de que su marca cotiza a la baja y por otro busca cierta calma para el Gobierno de Rajoy sabedor de que en estos momentos no van a lograr el aplauso nacionalista pero que conseguir que CiU y el PNV no se unan a la turba de protestas es casi un triunfo. Y en la maraña de siglas el monoplaza de UPyD intenta sacar provecho del hartazgo que la ciudadanía padece de tanto viento que cambia, de tanta veleta sin norte y de tanta calculadora.

Porque con 164.000 personas paradas en Euskadi no se puede jugar con la calculadora. Ni con la presupuestaria ni con la electoral. Y los partidos, todos, deben remangarse y empezar a generar consensos ilusionantes y medidas concretas para no excavar más en la situación económica y generar oportunidades de empleo para la ciudadanía. Si los partidos siguen jugando al pasado, al tú me negaste el pan y la sal y ahora te toca pasar hambre, o a bajarse del pedestal de la soberbia, o a no reconocer sus déficits y errores, si siguen viviendo en esa comedia dramática en la que se está convirtiendo la política acabarán dando la razón a quienes creen que el tiempo de las viejas siglas ha terminado.

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