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El ocaso de las colmenas

Txema G. Crespo / Txema G. Crespo

No cabe duda de que los defensores de los pesticidas, los transgénicos y las grandes multinacionales farmacéuticas tendrán alguna explicación razonada, y razonable para ellos, de la desaparición de las abejas, pero lo cierto es que a día de hoy las máximas responsables de la polinización de las plantas están en peligro y las causas principales estriban en estos agentes. En todo el mundo ha saltado la alarma ante la extinción de estos himenópteros. Greenpeace calcula el beneficio económico global del trabajo de las abejas, “en unos 265 mil millones de euros correspondientes al precio de las cosechas que dependen de la polinización natural”, según un informe de enero de 2013; y la FAO lleva desde 2005 advirtiendo de la necesidad de preservar a los insectos polinizadores. Hasta la revista TIME, poco sospechosa de colaborar con el ecologismo radical, cedía su portada en agosto de 2013 al asunto: A world without bees (Un mundo sin abejas).

En Euskadi ya desde hace años distintas iniciativas se han hecho eco de este problema, como el libro El manto de Medea de Guy Bernelas (publicado en 2009 por Muturreko Burutazioak Ed.), en el que se recoge la situación en Francia y la lucha de sus apicultores en defensa de sus panales. La apicultura de forma sistemática comenzó hace 30 años en Euskadi. Se montaron las asociaciones de apicultores de Bizkaia, Álava y Gipuzkoa. En la actualidad, Euskadi cuenta con 25 criadores de abejas semiprofesionales (que gestionan menos de 200 colmenas cada uno) y una docena de apicultores profesionales, con una media de 350 colmenas. La miel que producen está reconocida con el label y la venta goza de un buen momento, dada la calidad que surge de las colmenas vascas, “que podríamos definir con una categoría de 'reserva'”, en palabras de Alfredo García, experto que realiza su labor profesional en Giez Berri, la planta homologada para envasar la miel que se produce en la comunidad autónoma, unos 50.000 kilos, este año, cuando hace tres, en 2011 fue más del doble.

“En estos momentos tenemos graves amenazas sobre nuestras abejas, como en el resto del mundo”, explica Alfredo García. Desde hace 25 años, se viene sufriendo el ataque de un parásito procedente de la India, la varroa que, aunque está ya dominado, ha conseguido debilitar las colmenas. “Es un problema añadido al que mayor perjuicio nos causa, que es la contaminación ambiental”, aclara. El mejor ejemplo son las semillas transgénicas del girasol, tratadas para ser eficaces contra los hongos, “pero cuyas flores también envenenan las poblaciones de abejas cuando éstas las polinizan”.

Sin olvidar los pesticidas empleados en los grandes cultivos o incluso en espacios recreativos como los campos de golf. Hace ya 10 años que las colmenas alavesas recibieron un fuerte ataque debido a la fumigación por parte de la Diputación de Álava (entonces gobernada por Ramón Rabanera, del PP) del campo de golf de Izki. Como recogía la prensa en aquel momento, PNV y ecologistas denunciaron el uso del potente “Malathion” en la fumigación del césped de este espacio deportivo. “Tenemos una batalla legal desde hace años con Bayer y otras farmacéuticas para que se prohíban estos pesticidas, pero son industrias tan poderosas, que es muy difícil conseguir algún logro en este campo”, se lamenta el responsable de Giez Berri.

Mientras tanto, desde Neiker Tecnalia se trabaja en la vigilancia de las enfermedades de las abejas. Su última acción ha sido contra la última amenaza, en lo que parece un excelente reflejo del refrán “a perro flaco, todos son pulgas”. Se trata de la avispa asiática, una nueva amenaza contra las colmenas repartidas por el territorio vasco. Neiker ha publicado un folleto en el que apunta varias instrucciones para hacer frente a la vespa velutina, que es así como se llama esta especie invasora que llegó en un buque maderero que desembarcó en Burdeos procedente de aquel continente.

Y luego está la escasez de flora que padece Euskadi, donde es necesaria “una repoblación de plantas melíferas, como castaños y otros árboles y arbustos”, en palabras de Alfredo García. “Pero lo que vemos como más necesario es la elaboración de un plan estratégico que incluya todo el ámbito agrario y forestal que sirva de soporte de las abejas, pieza clave en la polinización de los cultivos y los bosques”, concluye.

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