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El primer estadio deportivo del mundo

El histórico frontón Beti Jai de Madrid / Foto: 'pilotaworld.com'.

Txema G. Crespo / Txema G. Crespo

Todavía resuena en el número 7 de la calle Marqués de Riscal de Madrid el eco de los partidos de pelota que se jugaron en el frontón Beti Jai, la infraestructura deportiva original más antigua que se conserva en el mundo, verdadera joya arquitectónica que espera, en tiempo de ultimátum, su rehabilitación. Una combinación de casualidades, buena fortuna, olvidos y reivindicaciones ha permitido que este espléndido lugar con aforo para más de 4.000 personas haya sobrevivido más de 120 años prácticamente intacto a guerras, abandono, malos usos y lo peor, la especulación inmobiliaria. 

Porque sí, el frontón Beti Jai, considerado desde 2011 Bien de Interés Cultural (lo que le salvó, in extremis, del derrumbe) llegó a estar valorado en 70 millones de euros en los años de la fantasiosa burbuja. Ubicado en una de las zonas más apetecibles de Madrid, en pleno barrio de Chamberí, ahora, la valoración de justiprecio con sentencia en firme es de 6 millones de euros, que el Ayuntamiento de la villa está dispuesto a pagar, frente a las exigencias de los propietarios que piden 12 millones por este edificio diseñado por el arquitecto cántabro Joaquín Rucoba, autor también del Ayuntamiento o el teatro Arriaga en Bilbao.

El encargo le llegó de la mano de José 'Pepe' Arana, empresario de origen guipuzcoano (nació en Eskoriatza en 1839) que impulsó el juego de pelota en la capital. En aquellos finales del XIX, el único deporte de masas era el tenis (en este sentido, el antiguo estadio de Wimbledon sería un precedente del Beti Jai), seguido por las carreras de caballos. En el País Vasco, se había comenzado a profesionalizar de alguna manera el juego popular de la pelota, profesionalización que se implantó en los veranos en San Sebastián, adonde acudían la aristocracia y la incipiente burguesía madrileña a veranear. Pepe Arana, como otros empresarios, percibió que aquel interés creciente por la pelota entre los veraneantes madrileños se podía trasladar durante el resto del año a la capital. Y así fue: entre 1891 y 1936, desde el Jai Alai al Recoletos, en la edad de oro de la pelota, fueron más de treinta los frontones que se levantaron en Madrid, auténticas construcciones de vanguardia, todas desaparecidas, excepto el Beti Jai. 

El edificio, a pesar de su aspecto ruinoso, conserva el empaque de un diseño ligero y modernista, de decoración neomudéjar, con la fachada inspirada en la ópera de París. Es uno de los pocos ejemplos de la arquitectura del hierro que se conservan en Madrid, en el que se utilizaron las más avanzadas tecnologías de su época. La estructura “prefabricada” se realizó en un taller y se montó en el lugar, sin apenas albañilería, lo que hace que la grada para las 4.000 personas que acudían a diario a disfrutar de partidos y apostar sea “desmontable”. El diseño formal de esta grada es puramente funcional, con el fin de que el mayor número de gente contemple los encuentros con comodidad, pero con un componente simbólico: tiene la forma de la cesta punta, el utensilio con el que se practica el deporte más espectacular del mundo, también conocido como Jai Alai, que es el que se jugó en sus primeros años. Ya en los 20, sus 67 metros de longitud por 20 de anchura acogieron partidos de pala y otros eventos para ir languideciendo hasta cerrar en 1936. El fútbol se había impuesto como deporte de masas.

La primera iniciativa en favor del Beti Jai surge en 1977, después de que numerosos edificios históricos fueran derribados en el centro de la capital madrileña, para construir bloques de oficinas o viviendas en la última oleada especuladora del franquismo. Entonces, un grupo de arquitectos reivindica la obra de Rucoba desde la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. “El edificio se había mantenido intacto desde que se abandonó la práctica deportiva porque se convirtió en garaje de coches, incluso en vivienda de corrala”, explica Igor González Martín, portavoz de la Plataforma “Salvemos el Frontón Beti-Jai de Madrid” que, desde 2008 viene reivindicando la recuperación de este espacio. “En 1991, se intentó construir un edificio de oficinas con pistas de squash; en 2000, se proyectó un hotel de lujo, mientras que otras instalaciones similares se derribaban como el memorable frontón Recoletos”, recuerda.

Por razones que sorprenden, dada su ubicación en esa céntrica calle con el mismo nombre que la famosa bodega ubicada en la localidad vasca de Elciego, el frontón sobrevivió los embates especuladores hasta que en 2011 consigue la consideración de Bien de Interés Cultural. Entonces, la Plataforma “Salvemos el Frontón Beti Jai...” (formada por arquitectos, vecinos, ex-pelotaris, historiadores y todo aquellla persona interesada en la conservación del patrimonio) empezó una campaña que mantiene con intensa actividad desde su web y las redes sociales (miles de seguidores en Twitter o Facebook). Buena prueba son los reportajes en televisión (ésteéste) o las noticias que recogen en su blog. Tal y como comenta Igor González, en la actualidad es más que necesaria la intervención para evitar su desplome. “En los presupuestos de 2014, ya estaba consignada la cantidad de 8,8 millones con el fin de pagar por el edificio, y establecer una primera restauración de consolidación”. El siguiente paso será decidir el nuevo destino: “Un espacio polivalente que permita desde el propio uso como frontón a otras funcionalidades como eventos como la Pasarela Cibeles o la Feria del Libro. Se encuentra en pleno centro de Madrid, no hay que olvidarlo”, explica el portavoz de la Plataforma. Lo que sí parece claro es que la salvación del Beti Jai de las garras de la especulación y la ruina está cada día más cerca. 

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